29 de julio de 2007

Las neuronas y el mercurio

La enfermedad de Minimata está entre las primeras patologías medioambientales detectadas. Fue descubierta en la bahía japonesa de ese nombre, la que se convirtió en un famoso vertedero industrial durante los años '50. El órgano afectado es el cerebro y el responsable es el mercurio. El agua contaminada con ese metal es inofensiva para el cuerpo humano: uno puede bañarse y hasta beberla. Pero es absorbido por las plantas, los insectos y el fitoplancton, que a su vez son devorados por los peces. Cuando llega a los pescadores y consumidores de pescado o crustáceos, ya se ha producido la peligrosa toxina llamada metilmercurio. La concentración de mercurio en los cerebros de los habitantes de Minimata llegó a ser 60 veces mayor que la del resto de los japoneses. Como el metilmercurio también se siente atraído por la sangre de la placenta, los cerebros en formación de los fetos fueron directamente afectados. Todo los niños nacidos de madres con altos niveles de mercurio tienen cuadros de retardo mental y retraso de desarrollo físico. En estudios realizados en niños muertos se advirtieron grandes lesiones cerebrales: reducciones de masa cerebral entre un 26% y un 55%, con pérdidas de más de la mitad de las neuronas. La Organización Mundial de la Salud (OMS) estableció el umbral critico en medio miligramo de mercurio por kilo de pescado. Sin embargo, más de doscientos lagos de Suecia están en la lista negra, con una población de peces que contienen un miligramo de mercurio por kilo. El uso del mercurio, principalmente en equipos eléctricos y en la industria de células cloro-alcalinas, ha descendido en la segunda mitad del siglo XX. Sería bueno pensar que este descenso se debe a toda la información disponible sobre la alta toxicidad del metal, y no al agotamiento de los recursos mercuriales en el planeta. Sería bueno pensar que, en algún lugar del mundo, la inteligencia no se contrapone a la ética.