28 de septiembre de 2007

La última película muda de Buster Keaton

Joseph Francis Keaton nació el 4 de octubre de 1895 en Picqua, estado de Kansas (Estados Unidos). Era hijo de Joseph y Myra Keaton, una familia de acróbatas que desarrollaba su actividad en el espectáculo de variedades (vodevil) con el nombre de "The two Keaton" y el pequeño apareció en escena cuando sólo contaba un año de edad. Dos años más tarde ya era un participante activo en el trabajo de sus padres y el dúo se convirtió en el trío "The three Keaton". Su espectáculo los hizo célebres en el vodevil norteamericano. A medida que pasaba el tiempo continuó haciendo proezas sobre las tablas hasta que, en 1917, pasó al cine por simple casualidad cuando Roscoe "Fatty" Arbuckle lo invitó a participar como espectador cuando dirigía y actuaba en la película "The butcher boy" (Fatty asesino, 1917). En este film, Keaton interpreta el papel de un joven grave y serio tocado con un sombrero chato, que busca peleas y está siempre en las nubes, ausente y distraído. Tras el éxito del film, Arbuckle le ofreció sus primeros papeles en cortometrajes.
Cautivado por el celuloide, Keaton fue perfilando su modo de actuar hasta dar vida al prototipo de personaje que siempre interpretaría. En esta época tuvo la oportunidad de dirigir su primer cortometraje y de este modo inició su faceta como director, aunque no alcanzaría la fama hasta que rodó "Sherlock Jr." (El moderno Sherlock Holmes), una obra en la que definió perfectamente su estilo.
En 1920 fue contratado por la Paramount -justo cuando la Compañía se estaba trasladando a Hollywood- quedando como cabeza de cartel e iniciando una de las más brillantes carreras cinematográficas de todos los tiempos. "One week" (Una semana, 1920), fue su primera actuación como protagonista principal, en una cinta de dos rollos, y tras ella filmó "The high sing" (El guardaespaldas, 1921). Entre 1923 y 1929, Buster Keaton produjo y protagonizó su decena de largometrajes más famosos, algunos de ellos dirigidos por el mismo. Es la época de "Our Hospitality" (Nuestra hospitalidad, 1923), de "The Navigator" (El navegante, 1924), de "Go West" (El rey de los cowboys, 1925), de "The boxer" (El boxeador, 1926), de "The General" (El maquinista de La General, 1926) y de "College" (El colegial, 1927).
A partir de esa fecha, Keaton se eclipsó; sólo quedaron algunas apariciones episódicas en films diversos, porque, al fin de cuentas, "el hombre que no rie", como se lo apodaba, era recordado por el público y hasta podía levantar un poco la taquilla.
Pero, indudablemente, Keaton a la edad de 30 años, en la plenitud de sus medios expresivos, desapareció de la pantalla. Con ligereza, se ha querido incluirlo en la dolorosa lista de los marginados por la aparición del cine sonoro. Y sin embargo, la historia es diferente: el hombre enamorado de las máquinas, el que iba y venía sobre los techos de las locomotoras en marcha, el que arrastraba un transatlántico con un bote, no fue derrotado por la técnica. La realidad es que
Keaton no sobrevivió a la época de la organización monopólica del cine, no sobrevivió a las grandes compañías, a sus métodos de trabajo, a sus arbitrariedades e intereses. No fue el sonido el que derrotó a Buster: fue la Metro Goldwyn Mayer.
"En 1928 -escribió Keaton- hice la peor tontería de mi carrera. Yo esta­ba en contra, pero no reaccioné cuando Joe Schenk me obligó a abandonar mi estudio para filmar con la Metro Goldwyn Mayer, en ese momento en plena ex­pansión. Te pongo en manos de mi hermano Nick -le dijo Schenk- él se ocupará de todo". Charles Chaplin y Harold Lloyd previnieron a Keaton y él mismo sabia que perdería algo trabajando con un estudio tan grande. De todos modos, aceptó.
Pronto notó que todo su equipo era absorbido por la Metro. "Cuando entré en la M.G.M., se me reiteró que se ha­rían todos los esfuerzos para que yo pu­diera seguir trabajando con mi gente siempre que fuera posible. No fue posible casi nunca... Y llegó a ser habitual que, cuando yo tenía necesidad de al­gún miembro del antiguo equipo, él estaba trabajando en un film de Norma Shearer o de Lon Chaney, y así de se­guido".
El elemento esencial de los films de Keaton, la improvisación, ya no fue posible. Keaton empezó por proponer al productor Irving Thalberg una idea cómica sensacional: la historia transcurría alrededor de 1860. Buster debía repre­sentar el papel de un ciudadano un tanto snob enviado para escoltar a Marie Dressler, cuando ella abandonaba Fort Dodge en carreta. Parece que Keaton y Thalberg se tenían en mutua estima (cuando Keaton fue echado de la M.G.M. por Mayer, Thalberg trató de hacerlo vover); pero la idea que el productor se hacía de la comedia era demasiado pobre. No vio las enormes posibilidades de Keaton y vetó la propuesta.
En su reemplazo, en 1928 el estudio propuso "The cameraman" (El Cameraman); el film debía hacer publicidad para los noticieros de William Randolph Hearst. Como retribución, él haría publi­car buenas críticas en sus diarios. Hearst, por otra parte, tenía acciones de la M.G.M. Thalberg tomó como productor a su cuñado, Lawrence Weintgarten y Keaton, que jamás había trabajado con guiones rígidos, se vio rodeado por 22 escritores oficiales y una gran can­tidad de cómicos amateurs. Muchas semanas de tediosas peleas lo dejaron en posesión de un guión muy bien ela­borado que, pese al desagrado de Thalberg, abandonó apenas empezó a filmar. Tampoco se pudo respetar la decisión del estudio de filmar en Nueva York. Fue imposible, porque Keaton era a cada paso reconocido por la multitud. Después de hacer algunos planos gene­rales, el equipo volvió a Hollywood. Excepto algunos entredichos iniciales, Keaton estableció buenas relaciones de trabajo con el director, Edward Sedgwick. Pese a ello, siguieron largos meses en una especie de guerra, a la que Keaton no estaba acostumbrado, hasta lograr las condiciones que necesitaba para desarrollar su trabajo tal como él lo concebía. Y salvo quizás en su último film mudo "Spite Marriage" (El comparsa, 1929) nunca más iba a lograrlo.
Cuando la crítica especializada vio la película dijo que igualaba a los otros films de la gran época precedente. Su éxito fue indiscu­tible. El cine Empire de Leicester Square, en mayo de 1929, batió todos los ré­cords a pesar de que ya era la época del cine sonoro. El tema, como el de "El Cameraman" fue propuesto por el estu­dio y Keaton debió batirse a cada instan­te contra un ejército de técnicos y guio­nistas, y sobre todo contra su productor -de nuevo Lawrence Weintgarten-. Keaton quiso utilizar el sonido en este film, pero el estudio se negó. Irving Thalberg, bien cons­ciente de las inversiones hechas por la Metro en la única cabina de sonido, puso mala cara a la imprudente teoría de Keaton de que el sonido no debía significar automáticamente que nunca se parará de hablar en las películas.
En cuanto a "Spite Marriage", fue, a pesar de todo, un verdadero film de Keaton. El héroe era un aprendiz de una sastrería y estaba enamorado de una actriz joven y bella. Vestido con elegantes ropas que "tomó prestadas" en la sastrería, daba vueltas alrededor de la entrada a escena, hasta que obtuvo un papel secundario en la obra donde actuaba su idolatrada, una pieza sobre la Guerra de Secesión. Como era de imagi­narse, su presencia bastó para poner la representación patas para arriba. Mien­tras tanto, la comediante, sorpresivamente, le pidió que se case con ella. El no sabía que ella sólo trataba de vengarse del primer actor, que había sido su novio. Se casaron, y la esposa se em­borrachó hasta quedarse inconsciente; el marido, a lo largo de toda la noche, entabló con ella una dura batalla para me­terla en la cama. El primer novio de la jo­ven, sus sirvientas, el director del teatro, todos trataban de alejar a Keaton. El hizo fracasar todas sus tentativas, pero final­mente se vio envuelto en un lío con unos contrabandistas. Inexplicable pero inevitablemente, él y su mujer fueron a parar a un yate que pronto empezó a hundirse. El peligro hacía surgir escenas de grandes movi­mientos heroicos mezclados con acrobacias inauditas; al fin, el héroe y la heroína se reconciliaban en la felicidad y el amor.
La secuencia más nombrada fue la del lecho: Keaton utilizó toda una serie de pequeñas variaciones para resolver el delicado problema de poner en la cama el cuerpo pesado e inerte de la comediante. Según Kea­ton, Weingarten quería, cortarla: "No quiero ese tipo de escenas en mis films". Más tarde, otros comediantes adoptaron la escena; él mismo la utilizó de nuevo para el espectáculo que presentó con su mujer en Circo Medrano. Con exactitud, un artículo de una revista inglesa ("The Bioscope" del 1 de mayo de 1929) resumió una de las principales cualidades de las comedias de Keaton: "Cada detalle está per­fectamente cuidado, permitiendo que las cosas más imposibles parezcan verda­deras".
Keaton tenía treinta años y su ca­rrera prácticamente había terminado. En la M.G.M. había perdido toda la libertad que le era esencial para crear. Al mis­mo tiempo, su vida personal era extre­madamente infeliz. Su divorcio de Natalie Talmadge lo condujo a la ruina y lo separó de sus hijos. En cuanto al cine sonoro, no hubiera sido una barrera para él: le gustaban los problemas téc­nicos y hubiera podido adaptarse. Pero cometió el error casi suicida de pelear­se con Louis B. Mayer; y Mayer, que ganaba un millón de dólares al año con sus artistas, quería, además, tenerlos bajo su poder.
Keaton actuó en algunos films sono­ros, pero no volvió a dirigir. A partir de allí, y durante 25 años, su vida fue una sucesión de fracasos y enfermeda­des. Empezó a beber, tuvo un casamien­to desastroso con Mae Scribbens entre 1935 y 1936 y sólo encontró trabajo en alguno que otro cortometraje sin valor, interpretando pequeños papeles. Sobre todo, lo torturaba el hecho de que todos los medios de creación le habían sido quitados.
Hacia el fin de su vida, las cosas me­joraron. Se casó con Eleanor Norris en 1940 y este casamiento fue feliz hasta su muerte. El dinero que recibió por el film "Buster Keaton Story", hoy por suerte olvidado, puso a flote sus finanzas, y sus apari­ciones en la televisión y en films publici­tarios fueron mejor pagados de lo que nunca habían sido sus largometrajes. En 1956 dejó de beber. El éxito que obtuvo en el Circo Medrano, y la ova­ción que recibió en el Festival de Venecia en septiembre de 1965, una ova­ción como la que ningún artista reci­bió jamás, representaron la primera eta­pa de un reconocimiento largamente diferido. Entonces se le propuso más trabajo del que podía aceptar; Keaton parecía feliz. Tuvo la satisfacción de recuperar y reconstruir, con la ayuda de Raymond Rohauer, las copias de sus viejos films.
En la época en que actuaba en el film de Richard Lester "A funny thing happened on the way to the Forum" (Algo gracioso sucedió camino al Foro) estaba visible­mente muy enfermo. Durante tres me­ses no pudo trabajar; ignoraba, enton­ces, que padecía un cáncer mortal. La tarde del 31 de enero de 1966, mientras jugaba al poker en su casa de Woodland Hills, California, tuvo un ataque de apoplejía. Deliraba y no reconocía a nadie; pero su cuerpo permanecía activo y no quería acostarse. Temprano en la mañana del 1 de febrero, murió.