26 de octubre de 2007

André Marie Ampére y un sabor inolvidable

André Marie Ampére, nació el 20 de enero de 1775 en Lyon, Francia, hijo de Jean Jacques Ampére -un próspero comerciante- y de Jeann Antoinette Sarcey. A los 9 años de edad, ya había leído y se sabía de memoria todos los volúmenes de la Enciclopedia. A los 12 pedía, en la biblioteca de su cole­gio, obras de matemáticos como el suizo Leonhard Euler (1707-1783) y el holandés Daniel Bernoulli (1700-1782), alcanzando a dominar toda la matemática que se había logrado desarrollar hasta esa época. A los 17 leía la "Mecánica Analíti­ca", del matemático italiano Giuseppe Lodovico Lagrangia (1736-1813), y sabía todo lo que de mate­máticas supo después. Empezó entonces con la botánica y la literatura, leyó al filósofo francés Jean Jacques Rousseau (1712-1778), com­puso tragedias, poesías y canciones, aprendió el griego, el italiano y se perfeccionó en latín.
Ignoraba el precio del dinero y vivía una apacible vida en la aldea de Poleymieux-au-Mon't d'Or cercana unos 10 km. a Lyon. Allí comenzó a escribir sus memorias, en las que detalló: "en mis 18 años, hubo circunstancias que marcaron mi vida. La lectura de "l’Éloge de Descartes" (Elogio de Descartes) de Antoine Léonard Thomas, la toma de la Bastilla y la muerte de mi hermana Josephine fueron algunas de ellas".
Tras el estallido de la Revolución, el efecto en la región de Lyon no fue muy grande al principio. A fines de 1791, su padre aceptó ser nombrado Juez de Paz, puesto que le hacía imposible evitar involucrarse en los conflictos revolucionarios. Al año siguiente, Lyon se negó a seguir instrucciones de París y fue sitiada durante dos meses. Cuando las tropas republicanas tomaron la ciudad, ésta fue devastada y sus habitantes tratados con inusitada crueldad. Su padre fue arrestado y ejecutado en la guillotina.
El 10 de abril de 1796, mientras Francia se agitaba en la convulsión revolucio­naria, Ampére conoció en las calles de Lyon a una muchacha, hija de un herrero, llamada Julie Carron y se enamoró perdidamente de ella. El 2 de julio Ampére vio a Julie a la salida de misa y le hizo llegar unos versos: "He aquí los jazmines de que te había adornado. / Este ramo de flores ha tocado tu cabello". Según narra en sus memorias, el lunes 3 de julio "por fin han venido a vernos, a las 4 menos cuarto. Fuimos al sendero central y de allí yo echaba cerezas a Julie. Mi hermano Francisco bajó las ramas para que pudiéramos alcanzar las cerezas noso­tros mismos, lo que divirtió mucho a Julie, que se sentó en el suelo. Y yo me acosté a su lado, sobre la hierba, y comía las cerezas que habían estado sobre sus rodillas. Las acompaña­mos hasta el molino de viento, y me senté al lado de Julie para observar la puesta del sol, que doraba su vestido. Se llevó un segundo lirio que aun tuve, de paso, ocasión de darle".
La falta de recursos les impidió casarse ense­guida. Los futuros suegros de Ampére, para abreviar la situación, intentaron que se dedica­ra al comercio, a lo que el joven accedió; pero poco tarda­ron en rendirse ante la evidencia de que era un hombre absolutamente inútil para los nego­cios. Entonces se puso a dar lecciones de mate­máticas, y la boda se celebró por fin en 1799, de la que nació su hijo Jean-Jacques en 1800, futuro filólogo e historiador.
En 1801, cuando contaba con 26 años de edad, fue nombrado profesor de física y química en el Instituto Bourg-en-Bresse y tres años más tarde, su leal y paciente esposa falleció en la flor de su juventud debido a una implacable enfermedad. El día de su muerte, Ampére -quien jamás se repondría- escribió: "Oh Señor, Dios piadoso, úneme en el Cielo con aquella que me ha permitido conocer el amor en la Tierra".
En 1806 se casó por segunda vez con una mujer llamada Jenny, culta, graciosa y exquisitamente educada. Sin embargo, el matrimonio resultó desastroso y al año siguiente, antes del nacimiento de su hija Albine, la pareja estaba viviendo separada y sin dirigirse la palabra. Se divorciaron en 1808 y Ampére, de 33 años, obtuvo la custodia de la niña.
En 1809 fue designado profesor de matemáticas en la École Centrale de París. Impresionado por su talento, Napoleón lo promocionó al cargo de inspector general del nuevo sistema universitario francés, puesto que desempeñó hasta el final de sus días.
El talento de Ampére no residió tanto en su capacidad como experimentador metódico sino más bien en sus brillantes momentos de inspiración: en 1820, el físico danés Hans Christian Oersted (1777-1851) experimentó las desviaciones en la orientación que sufre una aguja imantada cercana a un conductor de corriente eléctrica, hecho que de modo inmediato sugirió la interacción entre electricidad y magnetismo; en sólo una semana, Ampére fue capaz de elaborar una amplia base teórica para explicar este nuevo fenómeno.
Esta línea de trabajo le llevó a formular en 1825 una ley empírica del electromagnetismo, conocida como ley de Ampére, que describe matemáticamente la fuerza magnética existente entre dos corrientes eléctricas. Algunas de sus investigaciones más importantes quedaron recogidas en su "Colección de observaciones sobre electrodinámica" (1822) y su "Teoría de los fenómenos electromagnéticos" (1826).
Falleció el 10 de junio de 1836 en Marsella, dejando inconcluso su último libro "Ensayo sobre la Filosofía de las Ciencias". Fue enterrado en el cementerio de Montmartre en París y en su lápida puede leerse: "Tandem felix" ("Finalmente feliz"). En su honor, la unidad de intensidad de la corriente eléctrica lleva su nombre. Aunque desde hace años el Sistema Internacional de Medidas estableció oficialmente como "amper" el nombre para designar dicha unidad, en algunos países de habla hispana se continúa llamándola "amperio".
Cuando Gustave Eiffel construyó su famosa torre en París, incluyó los nombres de setenta y dos prominentes científicos franceses en placas conmemorativas alrededor de la primera plataforma. Entre ellos está el de André Marie Ampére, cuyas últimas palabras mencionaron un sabor del que no había logrado desprenderse jamás: "Las cerezas, las cerezas de las rodillas de Julia".