24 de junio de 2008

Estados Unidos, un ejemplo de coherencia y perseverancia para América Latina

Desde la independencia de las Trece Colonias en 1776, la historia de Estados Unidos presenta una extraordinaria sucesión de acciones con el indisimulado propósito de conseguir el expansionismo geopolítico, territorial, económico y comercial de su país. Con una coherencia envidiable, tanto demócratas como republicanos (la "izquierda" y la "derecha" para los mojigatos analistas políticos que se florean en los medios periodísticos), tuvieron desde siempre muy en claro cuáles eran sus apetitos en estas cuestiones.Del completísimo artículo "Esta es la hora de los hornos y no se ha de ver más que la luz" que la periodista Astrid Barnet publicó en la "Revista Informativa Cuba Ahora", se desprende que ya en la primera década del siglo XIX, el presidente Thomas Jefferson (1743-1826) realizó un intento para apoderarse de Cuba, al tratar que España entregara a Estados Unidos el poder sobre la isla. Al mismo tiempo que se desarrollaban campañas de exterminio de los indios, las trece originales colonias multiplicaron por diez su extensión territorial en menos de un siglo, mediante un proceso de despojo, chantaje y terrorismo de Estado. Esto último, particularmente con la agresión a México. Con su estrategia expansionista, Estados Unidos arrebató a su vecino del sur el 51% de su territorio, o sea, más de dos millones de kilómetros cuadrados. Los primeros pasos fueron dados en 1819 cuando el banquero Moisés Austin (1793-1836) fue autorizado por el gobierno mexicano para establecerse en ese país con unas 300 familias. Así, en 1835 los colonos norteamericanos asentados en el rico territorio texano superaban los 600 mil habitantes. Se proclamó seguidamente la independencia de Texas, un pretexto para que intervinieran las tropas norteamericanas.
En 1823, por medio de la Doctrina Monroe -ideada por el presidente James Monroe (1758-1831)- se declaró que América Latina se consideraba "esfera de influencia" para Estados Unidos. "América para los americanos" fue la frase que sintetizó la política puesta en marcha por el presidente John Quincy Adams (1767-1848), cuya aplicación obtuvo rápidos resultados: España fue obligada a ceder la península de Florida. Un año más tarde, con el fin de asegurar sus intereses económicos, Estados Unidos intervino en Ecuador, a modo de ejercicio preliminar para posteriores intervenciones en el Pacífico sur, lo que ocurriría al año siguiente cuando, con el pretexto de proteger sus intereses en El Callao y Lima, la infantería de marina norteamericana desembarcó en Perú, aprovechando la guerra civil en el país.
En 1846 culminó la guerra con México, país que finalmente fue forzado a ceder los hoy poderosos y ricos Estados norteamericanos de Texas y California. Apenas ocho años después, la marina norteamericana bombardeó y destruyó el puerto nicaragüense de San Juan del Norte. El ataque ocurrió después de un intento oficial de cobrarle impuestos al millonario empresario norteamericano Cornelius Vanderbilt (1794-1897), cuyo yate había anclado en dicho puerto. A continuación, el filibustero estadounidense William Walker (1824-1860), financiado por los banqueros John Pierpont Morgan (1837-1913) y Cornelius Garrison (1809-1885), invadió Nicaragua y se proclamó presidente. Durante sus dos años de gobierno ocupó también a los vecinos países de El Salvador y Honduras, coronándose también jefe de Estado en ambas naciones y restaurando la esclavitud en los territorios bajo su ocupación.
En 1898, los Estados Unidos declararon la guerra a España "casualmente" en el momento en que los cubanos tenían prácticamente derrotada a la fuerza militar colonial. Las tropas norteamericanas ocuparon la isla de Cuba despreciando a los independentistas y obligando a España a cederle los territorios de Puerto Rico, Guam, Filipinas y Hawaii. Con el comienzo del siglo XX, las fuerzas norteamericanas de ocupación incluyeron en la Constitución de la República de Cuba la Enmienda Platt -obra del senador Orville Hitchcock Platt (1827-1905)- mediante la cual Estados Unidos se arrogó el derecho de intervenir en los asuntos cubanos cada vez que lo estimara conveniente. Cuba también fue forzada a arrendar a perpetuidad un pedazo de su territorio nacional para uso de la Marina de Guerra estadounidense: la Base Naval de Guantánamo.
Apenas un par de años después, Estados Unidos impulsó la segregación de Panamá, que entonces formaba parte de Colombia, y adquirió los derechos sobre el Canal de Panamá abonando la irrisoria suma de 25 millones de dólares en compensación. En el nuevo país se promulgó una Constitución Nacional que contenía un apartado que contemplaba la intervención militar norteamericana cuando Washington lo creyese necesario. Luego inició la construcción del canal y llenó la zona de bases militares. Sin perder el tiempo, la infantería de marina estadounidense desembarcó en República Dominicana en 1904 para sofocar un levantamiento armado opositor. Un año después, a propósito de la intervención en ese país, el presidente Theodore Roosevelt (1858-1919) declaró que Estados Unidos sería "el gendarme" del Caribe.
Mientras tanto, las inversiones norteamericanas en Cuba -que en 1885 representaban 50 millones de pesos cubanos- alcanzaron la cifra de 200 millones. En agosto de 1906 estalló una insurrección contra el presidente títere Tomás Estrada Palma (1835-1908), quien solicitó la intervención militar de Estados Unidos. Raudamente, los norteamericanos desembarcaron y designaron como interventor a William Taft (1857-1930), quien sería electo presidente de Estados Unidos al año siguiente. El propio Taft consiguió durante su primer año de mandato, que el gobierno dominicano le otorgara la recaudación de los ingresos aduaneros, un régimen que se mantuvo por treinta y tres años consecutivos.
En 1908 las tropas norteamericanas intervinieron en Panamá, algo que repetirían cuatro veces más durante la década siguiente. Lo mismo sucedió en 1910 en Nicaragua; esta vez la excusa fue sostener al régimen de otro gobierno títere, el de Adolfo Díaz (1875-1964). El inquieto y siempre atento presidente Taft ordenó en 1911 el desplazamiento de 20.000 soldados a la frontera sur y ocho buques de guerra frente a las costas de California para "proteger" a los ciudadanos norteamericanos que vivían en Mexico; en 1912 los marines norteamericanos fueron un poco más lejos: invadieron Nicaragua y dieron comienzo a una ocupación que se mantuvo hasta 1933.
Mientras en Europa comenzaba la Primera Guerra Mundial, la marina de Estados Unidos bombardeaba la ciudad portuaria de Veracruz, México, en un ataque aparentemente motivado por la detención de algunos soldados norteamericanos en Tampico. A pesar de las disculpas presentadas por el gobierno mexicano, el presidente Woodrow Wilson (1856-1924) ordenó que la armada atacase Veracruz, un episodio que dejó alrededor de 300 muertos entre un pocos soldados y una mayoría de civiles. Los hiperactivos marines ocuparon Haití en 1915 para "restaurar el orden" y de paso establecieron un protectorado que perduró hasta 1934. Lo mismo hicieron en 1916 en República Dominicana, para quedarse hasta 1924, y en Panamá ocuparon la provincia de Chiriquí en 1918 para "mantener el orden público".
Ya en la década del 20, mientras en el corazón del imperio se vivían los "años locos" de la "era del jazz", pródigos en ostentación de la riqueza, consumismo y construcción de rascacielos, la infantería de marina invadió Honduras para "mediar" en un enfrentamiento civil en 1924. Por entonces Honduras ocupaba el primer lugar mundial en la exportación de bananas, pero las ganancias las embolsaba la United Fruit Company. En 1925, tropas del ejército norteamericano ocuparon la ciudad de Panamá para acabar con una huelga y "mantener el orden". En Nicaragua directamente crearon una Guardia Nacional; cuando los patriotas crearon un ejército popular al mando de Augusto César Sandino (1895-1934) para combatir a los ocupantes extranjeros, la respuesta fue el bombardeo a la aldea El Ocotal, donde murieron 300 personas entre niños, mujeres y ancianos.
En 1930, Rafael Leónidas Trujillo y Molina (1891-1961), comandante de la Guardia Nacional, un cuerpo militar creado por los Estados Unidos para preservar sus intereses en la isla, dio un golpe de Estado y se proclamó presidente de la República Dominicana, dando comienzo a una dictadura que se extendería hasta 1961, si bien durante algunos años se sirvió de intermediarios de su confianza para ocupar los principales cargos políticos. Algo similar ocurrió en Nicaragua en 1933, cuando Estados Unidos abandonó el país y lo dejó bajo el control de Anastasio Somoza García(1896-1956) y su Guardia Nacional. Somoza, con la complicidad del embajador norteamericano Arthur Bliss Lane (1894-1956), rápidamente se encargó del asesinato de Sandino, quien había depuesto las armas.
El comienzo de la década del 40 encontró al Secretario de Guerra norteamericano Henry Stimson (1867-1950) preocupado por la Doctrina Panameñista del presidente Arnulfo Arias (1901-1988), en la que rechazaba el intervencionismo foráneo y exaltaba los valores nacionales. Esto fue considerado "problemático y muy pro-nazi" y prontamente un golpe militar liderado por Ricardo Adolfo de la Guardia (1899-1969) -quien primero consultó su plan con el Embajador de Estados Unidos-, depuso al presidente y gentilmente arrendó a sus patrones 134 bases militares en todo el país. Allí se fundó en 1946 la tristemente célebre Escuela de las Américas para la formación de los militares del hemisferio y por cuyas aulas pasaron casi todos los futuros dictadores de América Latina.
En marzo de 1952, con la anuencia y agrado del gobierno de Estados Unidos, el general Fulgencio Batista (1901-1973) produjo el derrocamiento de Carlos Prío Socarrás (1903-1977) e inauguró una sangrienta tiranía que duraría hasta el triunfo de la Revolución Cubana en 1959. Tampoco era del agrado de Estados Unidos el gobierno democráticamente electo de Jacobo Arbenz (1913-1971) en Guatemala, quien había tenido la "desfortunada" idea de hacer una reforma agraria, sacándole a la United Fruit tierras no cultivadas para repartirlas entre cien mil familias. La compañía norteamericana, que además era dueña del ferrocarril, del teléfono, del telégrafo, de los puertos, de los barcos y de muchos militares, políticos y periodistas, no se quedó de brazos cruzados y con la invalorable ayuda de la CIA orquestó en 1954 el derrocamiento del gobierno. Siguieron casi 40 años de violencia y represión que culminaron en la política de "tierra arrasada" de los años 80. Más de 150.000 personas perdieron la vida.
Cuando en 1956 fue asesinado en Nicaragua el dictador Somoza que llevaba 20 años en el poder con el apoyo de Estados Unidos, su hijo Luis Somoza Debayle (1922-1967) prolongó la dinastía tiránica durante varios años más. Mientras tanto en Cuba se estaba gestando la revolución que finalmente triunfaría a finales de 1958. Ya en 1960 el presidente norteamericano Dwight Eisenhower (1890-1969) autorizó la realización en gran escala de acciones encubiertas para derribar al gobierno de Fidel Castro (1926), quien había iniciado una obra revolucionaria de extraordinario alcance social y apoyo popular. Al año siguiente, fuerzas mercenarias reclutadas, organizadas, financiadas y dirigidas por Estados Unidos intentaron invadir Cuba por Bahía de Cochinos (Playa Girón), pero en menos de tres días fueron derrotadas. Ese mismo año, la CIA patrocinó el golpe de Estado contra el presidente electo de Ecuador José María Velazco Ibarra (1893-1979), quien se había mostrado demasiado amistoso con Cuba.
El presidente de Brasil Joao Goulart (1918-1976), quien se proponía llevar a cabo una reforma agraria y nacionalizar el petróleo, fue víctima de un golpe de Estado en 1964 apoyado y promovido por Estados Unidos, que, sin tomarse un descanso, en 1965 envió miles de efectivos a República Dominicana para reprimir un movimiento que intentaba restaurar en el poder al anteriormente derrocado presidente progresista y democráticamente electo Juan Bosch (1909-2001) y en 1966 envió armas, asesores y Boinas Verdes (Fuerzas Especiales del Ejército) a Guatemala, para implementar una "campaña contrainsurgente". El Departamento de Estado reconoció que "para eliminar a unos pocos cientos de guerrilleros habría que matar quizás a 10 mil campesinos guatemaltecos". Otro grupo de Boinas Verdes fue enviado a Bolivia en 1967 para ayudar a encontrar y asesinar al revolucionario argentino-cubano Ernesto Che Guevara (1928-1967).
No menos activa fue la década del 70. En junio de 1973 los militares tomaron el poder en Uruguay apoyados por Estados Unidos, aunque dejaron en el gobierno a un presidente títere. La subsiguiente represión alcanzó elevadísimas cifras de población encarcelada por razones políticas. Pocos meses después, un golpe de Estado instigado y organizado por Estados Unidos derrocó al gobierno electo de Salvador Allende (1908-1973) en Chile, quien ya antes de su asunción había sufrido intentos por abortar el proceso, el más grave de los cuales terminó con el asesinato por parte de un comando apoyado por la CIA del Comandante en Jefe del Ejército, general René Schneider (1913-1970), un decidido partidario de la subordinación del poder militar al civil. Además, Allende había nacionalizado el cobre sin pago de indemnizaciones a las empresas norteamericanas, lo cual significó el enfrentamiento con los Estados Unidos. El 11 de septiembre se instaló en el poder el general Augusto Pinochet (1915-2006), quien encabezó una cruenta y larga tiranía por más de diecisiete años.
Del otro lado de la Cordillera de los Andes, el 24 de marzo de 1976 asumió el poder una dictadura militar en Argentina. Años después se desclasificaron en Estados Unidos documentos secretos que revelaron la estrecha colaboración y el apoyo otorgado desde los más altos niveles del poder en Washington a los militares argentinos, responsables de la muerte de al menos 30.000 personas. Esos documentos implicaban al Departamento de Estado norteamericano en los crímenes cometidos por la dictadura argentina, que puso en marcha una campaña de asesinatos, torturas y "desapariciones" tras asumir el poder, en el marco del llamado "Plan Cóndor", una red de cooperación para capturar y ejecutar opositores políticos en Argentina, Bolivia, Brasil, Chile, Paraguay y Uruguay.
En 1980 Estados Unidos incrementó la asistencia masiva a los militares de El Salvador que se enfrentaban a las guerrillas del Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional (FMLN). El saldo de los enfrentamientos fue de 35.000 civiles muertos entre 1978 y 1981. Ese mismo año el presidente Ronald Reagan (1911-2004) inició una guerra para destruir el gobierno sandinista en Nicaragua. La CIA organizó un ejército paralelo (los "contras") con un grupo de 60 antiguos guardias de Somoza. Cuatro años después contaban con casi 12.000 mercenarios. Estados Unidos también implementó la guerra económica contra Nicaragua mediante las presiones ejercidas por el Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial. También ese año el general Omar Torrijos (1929-1981), presidente de Panamá, murió en un accidente aéreo, del que siempre existió la sospecha de que la CIA estuvo implicada, debido al nacionalismo patriótico de Torrijos y a las relaciones amistosas que su gobierno sostenía con Cuba.
Hacia 1983 gobernaba en la pequeña isla caribeña de Granada Maurice Bishop (1944-1983), un líder izquierdista y nacionalista que fue derrocado y ejecutado por una conspiración acompañada de la invasión de 5.000 infantes de marina de Estados Unidos que llegaron para "poner orden". Seis años después, la acción se trasladó a Panamá, cuando tropas norteamericanas la invaden para arrestar a quien fuera su protegido, Manuel Noriega (1934) quien supuestamente se había vinculado al narcotráfico. La operación para proteger "los intereses norteamericanos" dejó alrededor de 3.000 bajas civiles.Con la llegada del año 2000, Estados Unidos lanzó el "Plan Colombia", un programa de ayuda civil y militar como parte de la "Guerra a las Drogas". Poco después el plan se convirtió en "Guerra contra el Terrorismo". La Comisión de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos estima que aproximadamente 180.000 campesinos colombianos han buscado refugio en Ecuador y Venezuela, justamente donde, en abril de 2002, Estados Unidos apoyó y financió a los elementos que organizaron un fallido golpe de Estado contra el presidente electo democráticamente Hugo Chávez (1954). Simultáneamente, Estados Unidos, sin aportar prueba alguna, ha propagado la teoría de que la Triple Frontera (Argentina, Brasil y Paraguay) es un asentamiento de células de terroristas islámicos, y que desde Ciudad del Este, Paraguay, se financia a grupos extremistas. Con esa excusa, el gobierno norteamericano ha desarrollado allí una base de operaciones bélicas al servicio de sus intereses estratégicos, a sabiendas de que esa región forma parte del sistema Acuífero Guaraní, la mayor reserva de agua dulce no contaminada del mundo y funciona además como llave de acceso político y militar a la región amazónica, fuente fundamental de recursos naturales para la humanidad, donde Washington tiene ambiciones económicas.
La historia del expansionismo norteamericano es, sin dudas, una larga historia que aun no ha terminado. Los Estados Unidos, con coherencia y perseverancia, van por más. Siempre van por más.