23 de agosto de 2008

Roberto Fontanarrosa: "Prefiero la narración lineal; gente que te cuente cosas con mucha sencillez"

Roberto Fontanarrosa (1944-2007) publicó en 2000 "No te vayas, campeón", un libro de textos y fotografías sobre fútbol. En torno a éste giró precisamente la charla que mantuvo con el periodista y productor televisivo Ariel Cuch, colaborador de la revista "Lea", en cuyo nº 9 (Buenos Aires, enero de 2001) apareció el reportaje.Quiero decirte que como periodista y amante del fútbol he disfrutado con el libro. Pero como hincha y socio de Lanús me he sentido ignorado. ¿Ni una mención a los campeones de la Conmebol, siquiera? Encima, lo poquito que escribiste es que no te gusta el color granate de su camiseta.

Claro, tenes razón. Us­tedes salieron campeones de la Conmebol. El otro día le mandé el libro a un amigo que es hincha de Estudian­tes de La Plata, y también se enojó porque le compa­ré a Estudiantes con la pelí­cula de Bruce Lee, "Opera­ción Dragón". Es muy difícil no herir susceptibilidades, especialmente en las omi­siones. La próxima hago un libro sobre las copas Conmebol y te prometo que el tema principal es Lanús.

Está bien, te perdono. Volviendo a "Operación Dragón", en el libro son frecuentes las menciones a películas. También aparecen "Terminator", "El exorcista", James Bond...

Te doy el ejemplo de las viejas Copa Libertado­res, las que jugaba Estu­diantes. En esos torneos primero competías con los más débiles. A medida que pasaban las instancias te enfrentabas con los mejo­res. Y el más bravo de to­dos te esperaba en la final. Eran verdaderas batallas. Como en la película de Bruce Lee, que después de pelear con los peores se encontraba con el rival más temible. Utilizo el recurso de las películas como aso­ciaciones de ideas, como disparadores de lo que quiero contar.

Después de tres novelas y ocho libros de cuentos, "No te vayas, campeón" se aparta de la línea de tu anterior producción. ¿Por qué quisiste escribirlo?

El tema del fútbol siem­pre me interesa. Pero el li­bro lo escribí porque me lo propusieron. Es cierto que es la primera vez que hago un libro de estas ca­racterísticas. No son cuen­tos, ni crónicas periodísti­cas. Son apenas recuerdos, textos que están más cer­canos a las "Crónicas de la Hermana Rosa" sobre la selección argentina que es­cribo en "Clarín". Y me pa­rece que el libro es bas­tante desparejo, porque de algunos equipos no me acordaba nada. Era como sacarle agua a una piedra. Se nota que en algunos casos está forzado. Pero en general me divertí es­cribiéndolo y eso a mí me tranquiliza, porque quizás logré transmitir esa sensa­ción de diversión.

Hace pocos meses se publi­có "Puro fútbol", una antolo­gía de tus cuentos. ¿Por qué el fútbol es un tema al que siempre regresás?

Yo entiendo que el fút­bol es lo que más me gus­ta. Las mujeres, indudable­mente, también me gustan mucho. Pero el fútbol es lo que más me apasiona. Y también lo que más me amarga. A veces me pre­gunto cómo puede ser que me amargue tanto cuando pierde Central. No puedo ser tan pelotudo a esta altura de mi vida. Las pa­siones no se pueden mane­jar ni tienen una lógica ex­plicación.

A diferencia de lo que mu­chos viejos futboleros afirman, en el libro escribís que todo tiempo pasado no fue mejor. ¿Opinas igual en relación con la literatura?

En ese punto no tengo respuestas. Sería muy aven­turado afirmar lo mismo que en el fútbol. Lo que sí puedo decirte es que tanto en materia de libros como en cine prefiero lo contem­poráneo, lo actual. No me gustan las temáticas de época ni las fu­turistas. Leo au­tores contempo­ráneos y cosas más periodísti­cas que litera­rias.

Vos provenís del humor y de la historieta, géneros que nunca abando­naste. ¿Cómo te iniciaste en la literatura?

Todo arranca con el gusto por la lectura. Yo siempre relacioné a la lectura con el placer. De chico leía los libros de la colección Robin Hood, que eran puro entretenimiento. A mi hijo le digo que lea, no para que sea un inte­lectual o vaya a una mesa redonda, sino para que se divierta. A mí, si un li­bro me cansa, lo tiro. Yo nunca pude estudiar, no terminé la secundaria. Me formé leyendo. Era un de­sastre en la escuela, una es­pecie de vegetal, siempre sentado en la silla, sin ha­cer nada, sin hablar, sin molestar a nadie. Hasta que dejé de ir. Esto refleja otra época del país. Si no estudiabas, no pasaba nada. Pe­ro tenías que trabajar. Era sencillo conseguir trabajo. Y empecé a trabajar en pu­blicidad, en la agencia de un amigo de mi viejo.

Frecuentemente se te com­para con Osvaldo Soriano, entre otros motivos, porque hicieron del fútbol una verdadera expresión literaria. Y yo agregaría también a Eduardo Galeano. ¿Sabías que Soriano y Galeano tampoco termina­ron la secundaria?

No sabía que Eduardo no había terminado la se­cundaria. Qué raro, si pa­rece un tipo de una erudi­ción absoluta. Y te voy a mencionar otra cosa que nos une: los cafés, los bo­liches. Hace poco, Eduar­do me envió una postal del café de Montevideo en el que para, "El brasilero".

¿Pensás que la falta de una formación académica influyó en el rechazo o la indiferencia de los críticos hacia tu obra?

Yo no experimenté tal rechazo. Las veces que ha habido críticas sobre mis trabajos fueron muy gene­rosas.

Pero convengamos que cuando ciertos críticos y escritores arman sus cáno­nes literarios, el nombre de Roberto Fontanarrosa no es muy tenido en cuenta.

Puede ser cierto. Suce­de que, tal vez, no dejen de asociarme a la historie­ta, género al que conside­ran menor. Seguro pien­san que es menor porque son chiquitos los cuadritos. Es como cuando un dibujante se pone a pintar y hace una exposición. Y nadie le da bola, como si hubiera pasado de un gé­nero menor a otro mayor. A mi me tranquiliza sa­ber que tengo la acepta­ción del público.

Soriano, una vez, dio una charla en un ámbito universitario y los alumnos irónicamente, le pregunta­ron por su formación. "Estudios primarios completos", contestó Soriario. A él le molestaba este rechazo. ¿A vos?

No me preocupa. Yo estoy algo alejado de los encuentros de escritores. A veces los escucho hablar, con todos sus cono­cimientos y erudición. Son registros que yo no tengo. Los veo desde afuera. Pe­ro en verdad todas estas cosas no me importan. Es­toy mucho más pendiente de cómo va a formar Central el domingo.

Una antología reciente de cuentos de Cienda Ficción incluye un texto tuyo, "Plebster y Orsi del Planeta Procyon". En él aparecen los rasgos más salientes de tu obra: el humor, la reunión de amigos en una mesa de café, cierta atmósfera de tango, el habla popular. ¿Qué otras características de tu literatu­ra te gustaría resaltar?

Tal vez que trato de hallar un punto de vista original, de darles una vuelta de tuerca a los te­mas populares que trato. De adolescente me impac­tó mucho encontrar un li­bro de David Viñas, en el que los personajes habla­ban como mi viejo, pu­teando cuando tenían que putear. Primero pensé: es­te es un escritor importan­te, y está muy pendiente del lenguaje coloquial. Y por otra parte me di cuen­ta de que me sentía mu­cho muy cercano a esos personajes, reflejado. Fue un descubrimiento que me permitió saber que también se podían escribir cosas interesantes a partir de lo que a uno le rodea.

¿Qué otros escritores te influenciaron?

Los norteamericanos, autores de corte periodísti­co, como Hemingway, Truman Capote, Salinger. En una época me parecía interesante el estilo Cortá­zar, que, de golpe, pasaba de la primera persona a la tercera, o que narraba algo en pasado y sin que el lec­tor se diera cuenta estaba en presente. Pero prefiero una narración más lineal, gente que te cuente cosas con mucha sencillez. En este mismo gusto, refirién­dome al cine, podría nom­brarte a Coppola, la saga de "El Padrino", mucho más que a Bergman o Fellini. Casi todas tus actividades profesionales están relacionadas con Buenos Aires.

¿Alguna vez pensaste en irte de Rosario y radicarte aquí?

Si alguna vez se me ocurrió irme de Rosario fue en la época de la dic­tadura, por el cagazo. Y no a Buenos Aires, claro, al exterior. Pero me dio más miedo irme que que­darme. Alguna vez valoré la posibilidad de bajar a Buenos Aires, pero ha­biendo fax y computado­ras no se justifica. Me da la impresión de que, a chances económicas pare­cidas, la calidad de vida es mejor en las ciudades chicas. Menos violencia, menos lucha por los espa­cios, más facilidad para encontrarse con la gente. Hay otros rosarinos que por sus laburos necesita­ron irse, como Fito, Baglietto, Lito Nebbia. Pero no es mi caso. Aparte, Ro­sario está muy cerca.

Bien lo dice la canción. ¿Qué pasa en Rosario que es una fuente de talentos?

Desde afuera hay una mirada curiosa sobre Ro­sario en ese aspecto. Tra­tando de encontrar una explicación digo, un poco en broma y un poco en serio, que en Rosario no hay otra cosa para hacer. El que toca la guitarra to­ca la guitarra, el que escri­be escribe. Hay otras ciu­dades, en cambio, que tienen puesta toda su energía, por ejemplo, en el turismo. Vos fijate: ¿qué escritor importan­te ha dado Las Vegas?

¿Por qué dejaste de parar en el café "El Cairo"?"

El Cairo" sufre las gene­rales de la ley en lo que es la degradación de la zona céntrica en muchas ciuda­des. A la tardecita esa zona se pone densa. Ahora es­toy parando en un boliche que se llama "La sede".

¿Se corrieron todos los galanes para "La sede"?

Sí. La mesa de los gala­nes continúa en "La sede".

Para ir terminando, hay una espina que me la quiero sacar. ¿En serio no te gusta la camiseta de Lanús?

Y, ¿qué querés que te diga? Me parece que la ca­miseta granate es más para lucir con unos pantalones grises y un saco blanco en una reunión de gala.

Entonces ni me imagino lo que pensarás de una camiseta de color rosa, como la que usan los jugadores de un club peruano, el Sport Boys.

¿Rosa? Eso sí que es impresentable. ¿Cómo se atreven a salir a la cancha esos muchachos? Pensán­dolo bien, el granate no está tan mal.

Gracias, Negro.

De nada.