1 de septiembre de 2008

George Lucas: "Desde el comienzo quería desquitarme de la ciencia fic­ción clásica"

George Lucas (1944) consiguió de la Twentieth Century Fox un presupuesto de 200.000 dólares para realizar su película "Star wars", un proyecto que había sido rechazado por los estudios United Artists y Universal. Al poco tiempo de su estreno, ese imponente show del espacio, mezcla de cuento de hadas y ciencia ficción, recaudaba en los Estados Unidos un millón de dólares por día. Después vendrían las secuelas y las precuelas, pero para fines de 1977, el estreno del film generaba mucha ansiedad en Buenos Aires, por lo que el diario "La opinión" logró a través de su corresponsal en Estados Unidos -la periodista Catherine Laporte- un reportaje al director, el que sería publicado en el suplemento "La Opinión Cultural" del 6 de noviembre de 1977.¿Desde cuándo se apa­siona por la ciencia ficción?

Siempre me gustaron las historietas de ciencia ficción: Flash Gor­don, por ejemplo. Cuando era niño, imaginaba para esos héroes, aventuras aún más extraordinarias que las de los álbumes.

¿Usted prefería entonces la lectura al cine?

En esa época, el cine no me interesaba como arte. Buscaba en los films una distracción, un olvido. Me identificaba con John Wayne, o con Errol Flynn. Como yo era debilucho, ellos me impresionaban por sus espal­das anchas.
¿Dónde pasó su infancia?

Mi padre tenía un bazar en Modesto, California. No teníamos problemas financieros. Yo me peleaba como todos los chicos de mi edad, era tímido y me ponía colorado por nada. Me interesaban las chicas. Hasta soñaba con manejar una Ferrari de carrera. Dos días antes de finalizar mi bachillerato tuve un accidente de auto y me tuve que quedar tres meses en el hospital.

Parece el argumento de "American graffiti".

Por supuesto. Vagabundear por las calles sin objeti­vos, presumir frente a las chicas, intentar besarlas en los lugares oscuros, ser feliz y desgraciado a la vez, inquie­tarse por el porvenir, todo eso es la adolescencia.

¿Qué lo sorprendió más del éxito de "American graffiti"?

El correo de mis admiradores. Muchachos y chicas de dieciseis a veinte años me explicaron hasta qué punto el film los había emocionado y hasta transformado. Antes de entrar a la universidad, sección cine, yo había estudiado sociología y antropología. Comprendí que había resta­blecido, según el gusto de la época, las distracciones simples, las pequeñas naderías de la vida que valen, en todo caso mucho más que quedarse atontado fuman­do marihuana. Como consecuencia de esas cartas decidí escribir un film para niños. Ese film fue "La guerra de las galaxias".

Pero, ¿por qué elegir la ciencia ficción?

Hoy, los films de piratas, los westerns, los cuentos de hadas han pasado de moda. Quise rehabilitar lo fantástico que los jóvenes ignoran y que encantaba a sus mayores. Busco a sabiendas empujarlos hacia la aventu­ra, es decir hacia la exploración espacial.

"La guerra de las galaxias" comienza con estas pala­bras: "Hace muchísimo tiempo, en una galaxia muy, pero muy lejana...". Este parecido con un cuento de hadas es evidentemente deliberado...

Desde el comienzo quería desquitarme de la ciencia fic­ción clásica, de la que "2001, odisea del espacio" es la obra maestra. No quería sufrir las críticas de los especialistas.

¿Cómo nacieron sus personajes de nombres extraños?

La palabra wookie, por ejemplo, me fue suministra­da por un actor de "American graffiti", Terry McGovern. Nos paseábamos en coche. En un momento dado me dijo: "Creo que acabamos de aplastar a un wookie". Le pregunté: "¿Qué es un wookie? Me contestó: "No lo sé, acabo de inventar la palabra". Se la tomé prestada.

Pero, ¿por qué haber ridiculizado con ese nombre a un hombre mono?

Es mi debilidad de antropólogo. Al principio, la palabra wookie designaba un planeta. Luego, se convir­tió en el nombre de los habitantes de dicho planeta. En fin, como yo quería filmar algunas secuencias en la selva, el wookie se transformó naturalmente en un hombre mono. Para los "jawas" me inspiré en mi primer film "THX-1138", para el cual había imaginado pequeños personajes que vivían dentro de caparazones.

En "La guerra de las galaxias", los sonidos son tan importantes como la imagen...

Antes de comenzar la filmación, contraté a un especialista, Ben Burtt. Trabajó durante dos años. Que­ría que todos los sonidos fueran específicos; el ruido de las explosiones, el de las espadas de láser y, por supuesto, el lenguaje de los pequeños robots. Bip, bip, es fácil de hacer, pero yo quería dar una verdadera perso­nalidad sonora a Artoo-Detoo (R2-D2). Escuchaba los ensayos de Ben. Le decía: agrega un poquito de sensibilidad, una lágrima de tristeza, un toque de cólera. Y Ben recomen­zaba otras experiencias. El resultado recuerda el ruido de un teléfono de botones.

¿De dónde proviene el lenguaje de los wookies?

Es el gruñido de un oso y el de una morsa mezclados electrónicamente por una computadora. Ben Burtt se sirvió de los dialectos africanos grabados en forma acelerada para los jawas.

Los verdaderos héroes de "La guerra de las galaxias" son los dos robots. ¿Esto fue hecho voluntariamente?

Sí. Ambos representan el elemento cósmico en este film de aventura. Forman una tándem como Laurel y Hardy. Una prueba de que los robots pueden parecer tan humanos como los hombres.

¿Cómo escribió y realizó la batalla final?

Para explicar mi idea a John Dystra, el hombre de los efectos especiales, realicé una secuencia de veinte minutos mediante extractos de unos cuarenta films de guerra. En seguida reemplazamos a los spitfire por navíos espaciales, las ametralladoras por lanzacohetes, etcétera. Pero conservando prácticamente el mismo género de diálogos entre los pilotos. El montaje final fue una prueba de fuerza. Mi mujer, Marcia, tardó ocho semanas en componer esos diez minutos de batalla.

Su princesa tiene el aspecto de una señorita emplea­da en el correo de la preguerra, sus dos héroes se expresan mediante lugares comunes, ¿por qué?

Mis personajes son los de las historietas de los años 30. Su aspecto y su lenguaje es caduco. Los robots son modernos. Pienso que todo eso le da su encanto al film, su dimensión romántica.

¿Es usted un romántico?

Mis amigos piensan que no. Durante mucho tiempo yo hice films abstractos de vanguardia. Un día, mi mejor compañero, Francis Ford Coppola, me desafió a que mostrara mi verdadera naturaleza: "Deja de jugar a los hastiados -me dijo-. Intenta escribir con tus tripas". Le respondí con "American graffiti".

Sin embargo, usted echa de menos sus films abstrac­tos...

Es verdad. Las superproducciones no me interesan más. He sido el general de una tropa de novecientas personas durante más de dos años, es demasiado duro. Quiero recomenzar a filmar pequeñas producciones, cortometrajes experimentales. En este momento yo trabajo con Coppola en el montaje de "Apocalypse Now", un film sobre la guerra de Vietman, con Marlon Brando. Quizá, seré el productor de "La guerra de las galaxias II", pero con seguridad no el director.

Usted es íntimo de Coppola. Su mujer trabaja con Martin Scorsese, Steven Spielberg es su amigo. Todos ustedes tienen menos de cuarenta años. ¿Tiene usted la impresión de que forman un grupo aparte?

A diferencia de nuestros mayores, hemos estudiado cine en la universidad. Estamos al margen de los habituales escalafones para ascender en los estudios. Yo vivo en San Francisco con Coppola. Scorsese prefiere Nueva York y Spielberg vive en Los Angeles, pero a menudo vienen a vernos. Los cuatro somos chiflados por el cine: nuestra cultura, nuestras referencias comienzan con los hermanos Lumiére.

Intercambian ideas...

También intercambiamos porcentajes sobre nues­tros films. Como todos nosotros hemos tenido enormes éxitos comerciales, no son regalos desdeñables.

¿Qué hace usted con el dinero?

He comprado una casa centenaria en el barrio de Saint Anselmo en San Francisco. La amueblamos lenta­mente, divertiéndonos. Tengo un coche viejo. Marcia y yo llevamos los mismos jeans y los mismos pulóveres. Prefiero las hamburguesas a la cocina francesa. Resumien­do, tengo gustos simples. Mi dinero servirá para financiar los films de los otros.

¿Es verdad que usted no quiere dirigir la continua­ción de "La guerra de las galaxias"?

No. Ya alcancé mi finalidad: mostrar a los jóvenes que el descubrimiento espacial es una aventura no sólo científica sino también sentimental y poética. Si, un día, un astronauta desembarca en Marte diciendo: "Lo hice porque esperaba encontrar un wookie", seré muy feliz.