13 de septiembre de 2008

Roa Bastos. El nocturno paraguayo

Figura emblemática de la intelectualidad desterrada de América Latina, el paraguayo Augusto Roa Bastos (1917-2005), ejerció con igual pasión la narrativa, el periodismo, la dramaturgia, la cátedra y el guión cinematográfico. También cultivó la poesía, género en el cual se inició y cuyo máximo exponente son los libros "El ruiseñor de la aurora y otros poemas", "El naranjal ardiente. Nocturno paraguayo" y "El génesis de los Apapokuva", obras decisivas para la renovación de la poesía en Paraguay. A continuación, tres poemas de su autoría:

ODA CONFIDENCIAL

Tu pueblo te supura
como un clavel sangriento entre los dedos,
que amuralla sus miedos
en la madera azul de tu guitarra.


Ella, la patria del clavel y el llanto
a tus venas se amarra,
lastra nocturnamente tu quebranto,
socava tus bordonas


y por fin en el canto
que en tu piedra lunar tú mismo enconas,
halla al cabo su rumbo verdadero,
ella, la dulce patria del lucero.



TEMPORALIDADES

Tan rápido o tan lentísimamente
inmóvil anda el tiempo
agobiado de nosotros
que está la noche siempre llena de sol
el día de oscuridad


late en sus caries
el corazón vendado en su propio deseo
colmillo de lobo roído de masticar
la dura corteza


un instante de alma
dura más que la furia lenta
de todos los tiempos


esta naranja
refulge y se apaga a la vez
girando en el cuenco de una mano
enguantada de negro.



SILENCIARIO

A la sombra del silencio
se oye el susurro de los orígenes
la curvatura del anhelo


como el sonido del humo
se oye en la neblina
la gárrula mudez de los muertos


retornan sin ruido los ausentes
doblan la esquina de los vientos
aparecen cubiertos de polvo


con la paciencia de la hierba
crecen bajo el suelo de piedra
bajo suelas de piedra.


"Soy un escritor modesto de un país humilde -dijo Roa Bastos- pero las palabras más modestas tienen su valor entrañable, también de testimonio, de gratitud y sobre todo de la plenitud de vida de la que tenemos enorme necesidad en este continente americano". Escribió casi toda su obra en Buenos Aires y, como lo definió Juan José Saer (1937-2005), "fue el único escritor latinoamericano de una generación posterior a Jorge Luis Borges en quien los escritores argentinos de la generación del '70 encontramos un interlocutor, un amigo y un promotor".