11 de octubre de 2008

Elfriede Jelinek: "Los perdedores me interesan mucho más que los ganadores"

La dramaturga y novelista austríaca Elfriede Jelinek (1946) es hija de una católica perteneciente a la gran burguesía vienesa y de un químico judío checo proveniente de un medio humilde, menos cultivado. A los cuatro años ingresó en Notre Dame de Sion, una institución religiosa vienesa donde aprendió danza clásica y francés, y dos años más tarde, su madre la obligó a seguir cursos de violín, órgano, piano y composición. A los dieciséis entró en el Conservatorio de música de Viena. Tras diplomarse en 1964, realizó cursos de teatro e historia del arte, pero, un año más tarde, convencida de que no estaba suficientemente dotada para convertirse en concertista y angustiada ante la idea de decepcionar a su madre, se hundió en la desesperación. Su padre murió demente en 1968, en un hospital psiquiátrico, mientras la actitud tiránica de su madre provocaba la rebeldía de la futura escritora contra la autoridad. En 1969 se volcó a la literatura publicando sus primeros textos y poemas en "Protokolle", la más importante revista austríaca de vanguardia, y recibió sus primeros premios. Un año después apareció su primera novela "Wir sind lockvögel, baby" (Somos carnada, nena) a la que siguieron "Michael" (Miguel), "Die liebhaberinnen" (Los amantes), "Die ausgesperrten" (Los excluidos), "Die klavierspielerin" (La pianista) y "Lust" (El ansia). Sus obras teatrales más destacadas son "Was geschah nachdem Nora ihren mann verlassen hatte oder stützen der gesellschaften" (Lo que ocurrió después de que Nora abandonara a su marido o los pilares de las sociedades), "Wolken. Heim" (Nubes. Hogar), "Ein sportstück" (Obra deportiva), "Das lebewohl" (La despedida), "Das werk" (La fábrica) y "Der tod und das mädchen" (La muerte y la doncella). También ha escrito el ensayo "Die kinder der toten" (Los hijos de los muertos). Perteneciente al Partido Comunista austríaco entre 1974 y 1991, gran parte de su trabajo se puede inscribir en la crítica social y la antipatía hacia la hipocresía de la clase pequeño burguesa que no ha conseguido superar todavía su pasado nazi y la coerción económica, política y sexual que impera en la Austria contemporánea. Sus obras trazan un desolado panorama de injusticia e incomprensión que se manifiesta especialmente en las relaciones entre hombres y mujeres, concebidas sobre el modelo de la dialéctica del amo y el esclavo. El periodista del "Corriere della Sera" Raniere Polese la entrevistó el 7 de octubre de 2004 y la nota apareció tres días más tarde en "La Nación" de Buenos Aires.Usted se pone del lado de los perdedores...

Los perdedores me interesan mucho más que los ganadores, éstos me causan rechazo. Me interesan quienes tienen su yo fragmentado.

Su perdedor favorito es el escritor suizo Robert Walser, que murió mientras caminaba por la nieve.

Robert Walser asumió el hecho de ser perdedor con un placer eufórico pues era tan inteligente como para saber que en la vida sólo se puede ser perdedor. Uno debe soltar inmediatamente todo lo que tiene, no aferrarse a nada. Pero no quiero dar una imagen romántica de él porque pasó treinta años recluido por la fuerza en un manicomio: algo terrible para un hombre con esa apertura al mundo, autor de delicados y magníficos poemas. Lo encerraron y dejó de hablar.

Su pieza sobre Robert Walser fue aplaudida en el Festival de Salzburgo. Cincuenta artistas le rindieron homenaje durante un día en distintos lugares de la ciudad y al final de ese "viaje por su mente", como se lo llamó, hubo un desfile espectacular de la diseñadora berlinesa de moda Lisa D...

Uno de los pocos momentos en que dejo la actitud analítica y me ocupo de algo con los sentidos es cuando veo ropa y pruebo maquillajes. Por eso la moda y el maquillaje no podían faltar en ese viaje por mi mente.

Sus palabras tienen un sonido propio. Trabaja intensamente el lenguaje, hasta que éste revela su desacuerdo, su ideología, su violencia oculta.

Leo algo y cuando encuentro uno de esos núcleos que me resultan interesantes, parto de él y éste me lleva en otra dirección, como si se tratara de una composición musical. Me empieza a dar un poco de miedo ser elegida como la autora dramática del año, cuando yo no sé nada de teatro. No lo entiendo, no sé cómo funciona. Trabajo siguiendo mi propia obsesión, aquello que yo imagino que es el teatro. Ni siquiera el tema de lo corporal significa un obstáculo para mi escritura, porque yo no me imagino personas vivas sobre el escenario. Decir que escribo contra el teatro ya se ha convertido en un cliché. Digamos que intento arrebatarle mis obras al teatro. En mis trabajos dramáticos empleo citas de textos filosóficos, mitos triviales, refranes populares, juegos de palabras o frases de novelas policiales. Lo hice, por caso, en "Los hijos de los muertos". No es la psicología de un personaje lo que me impulsa a avanzar en el desarrollo de una obra, sino el aura. Mis personajes temen perderse a sí mismos. Apartir del "ahora estoy aquí" de esas criaturas, hay enormes coros y largos monólogos. Evidentemente esos seres temen morir si no hablan. Sólo viven en el escenario mientras hablan. Hay un vínculo muy fuerte entre vivir y hablar. Si los personajes callan, desaparecen, pues en realidad yo no me imagino qué hacen cuando dejan de hablar. En mi caso, el director tiene que pensar cómo ocupar a los personajes cuando no hablan, porque para mí cuando no hablan, están muertos.

En Viena, donde vive, tiene motivos para sentirse herida. La prensa local, sobre todo el "Kronenzeitung", no la trata con delicadeza.

Uno debe dejar que el lenguaje hable por sí mismo. Cuando se vive en Austria, se debe permitir que el lenguaje de la extrema derecha, del Freiheitliche Partei Österreichs (Partido Liberal de Austria), de la Iglesia, del "Kronenzeitung", es decir esas corrientes del lenguaje que fluyen todo el año, hablen por sí mismas. Entonces cualquiera que lea el "Kronenzeitung", aun quien lo lee todos los días, se dará cuenta de qué cosas se dicen allí.

Con respecto a su obra "Totenauberg" (Epistemata), ¿qué nos puede decir?

Lo que hice en esa pieza o en "Nubes..." es confrontar los distintos pensamientos de Occidente. Por ejemplo, en "Epistemata" se enfrentan Heidegger y Hannah Arendt. Obviamente la mujer no puede ganar. Desde el principio, se sabe que va a perder. Como ocurrió en la realidad.

Según algunos, su producción no es de fácil comprensión.

Me persiguen los que me reclaman que sea más comprensible, pero yo soy más rápida y no me alcanzan. Tengo gestos arrogantes. Quizá porque como mujer me digo: "no voy a estar nunca más en una posición de inferioridad. Voy a tener el control de todo". Un hombre no necesitaría comportarse así porque quien posee el discurso hegemónico no necesita afirmarse de esta manera en la literatura. Quizá una actitud semejante proceda del miedo que uno tiene de chico de no ser querido, de no existir, si no rinde. De niña, pasaba el tiempo diseñando ropa para mi muñeca. Mi madre quería que yo fuera una virtuosa del piano. Cuando se pasó por el infierno de la ambición de la madre, ya la ambición no significa nada para uno. No busco la satisfacción personal de la ambición. Como mujer, como ser inferior, estoy absuelta. Si no logro hacer una obra importante, de todos modos no se espera que lo haga. Hay montones de libros sobre las mujeres que quieren amar y los hombres que no quieren, pero esos libros sólo los compran las mujeres porque a los hombres no les interesa para nada. Las mujeres, en cambio, tienen que estudiar muy bien a los hombres porque están obligadas a presentarse ante ellos como objetos. En esto no veo que haya habido algún cambio. La mujer sigue marginada. La peor humillación es que en las economías su trabajo no es registrado. Trabaja de una manera impresionante, pero eso no se ve. Baste pensar sólo en el trabajo de cuidado de los niños, los ancianos y los enfermos que realiza.

Perdedora en el rol marginal de la mujer en la sociedad, perdedora en la infancia, ahora es ganadora en la escritura. Su "Obra deportiva" fue premiada y tuvo mucho éxito.

Hasta "Obra deportiva", yo siempre desaparecía de mis textos. Estaba allí tan bien oculta que sólo yo sabía por dónde había pasado. Quiero evitar todas las cosas arbitrarias, traicionarme a mí misma con asociaciones reveladoras. No me pondría a merced de nadie que me llevara por ese camino. Deseo tener todo bajo control.

Usted puede guiarlo a uno muy bien en cuestiones de moda y literatura. Pero con tanto control en el arte, ¿dónde queda la vida?

Pierdo la vida, mi propia vida. Aparentemente tengo que renunciar a ella. Aunque quizá no tendría que hacerlo en absoluto. Otros escritores signados básicamente por el lenguaje sí viven, aunque en un estado de arrebato. Yo siento temor de perderme en él.

Ahora que usted ha ganado en el arte, puede comenzar a vivir. En inglés hay una expresión justa para el que gana y, al mismo tiempo, pierde, "beautiful looser" (hermoso perdedor).

Ser famoso es terrible para un escritor o un artista. Uno tiene que estar, digamos, retirado. La fama nos destruye.

¿De verdad no irá a Estocolmo a recibir el Premio Nobel?

Es cierto, no iré. Pero no hay nada de polémico en esta decisión. Sufro realmente de agorafobia, por eso evito ceremonias públicas y los lugares donde hay mucha gente. Me representará mi editora, que vive en Hamburgo.

Ha dicho que no desea convertirse en un título de honor, de propaganda, para Austria.

De ningún modo quiero llegar a ser un instrumento. Por otra parte, no se me pueden pedir sentimientos patrióticos que jamás he aumentado ni manifestado.

¿Recibió felicitaciones de parte de las autoridades austríacas?

No me llamó ninguna de ellas. Pero, sabe, hoy mi teléfono está muy ocupado, quizá no han logrado ponerse en comunicación conmigo. De todos modos un amigo me dijo que el presidente de la República y el presidente del Parlamento han expresado su satisfacción por este premio.

Para muchos críticos, su obra literaria se inscribe en la línea de otros dos grandes escritores austríacos, Thomas Bernhard e Ingebort Bachmann. Ambos son muy duros con Austria. ¿Usted comparte esa posición crítica?

Desde un punto de vista estético son muy distintos de mi. Pero tenemos algo en común: la oposición a Austria. En cierto momento, Bachmann, no quiso vivir más en el país y se fue a Roma. Bernhard, en cambio, permaneció en él, pero en los últimos años de su vida prohibió la representación de sus piezas en territorio austríaco.

También usted, en 2000, el año de la asunción del gobierno de centro derecha, prohibió que se representaran sus textos teatrales. Como otros intelectuales se alineó contra Jórg Haider, al que en la obra "La despedida" de 2002, definió como "la tragedia y la farsa de la historia juntas".

Con la coalición de centroderecha se fracturó el país, un hecho que, de otro modo, no se habría producido. Esta ruptura provocó una verdadera regresión civil. De hecho llegaron al gobierno personas que no sólo no tomaron más distancia de las SS, sino que les rindieron honores públicamente. Es una cosa inadmisible. Se infringió un tabú que no debía ser violado.

Un tema recurrente de sus intervenciones y artículos de los últimos meses -aparecen regularmente en su página de Internet- es la guerra en Irak. ¿Por qué esa insistencia y cuál es su posición al respecto?

Para evitar equívocos, pienso que haber echado a un dictador sanguinario como Saddam Hussein fue algo positivo. El problema es que ahora le toca a la población padecer el terrorismo en acto. Hoy debería resultar claro para todos que el 11 de septiembre no fue obra de Irak, entendido como Estado; y es igualmente claro que la guerra en curso viola los derechos de un pueblo y los elementales principios de humanidad.