15 de octubre de 2008

Nicanor Parra: "El antipoeta es un hombre del montón"

El antipoeta -como se lo llama debido a su estilo literario que rompe con las expresiones tradicionales del género- Nicanor Parra (1914) es autor de una vasta obra revolucionaria en el ámbito de la poesía hispanoamericana. En el Chile dominado por el tono solemne y grandioso de Pablo Neruda (1904-1973), el estilo coloquial del autor significó un profundo quiebre al introducir un modelo alternativo, irónico y humorista. Entre sus obras figuran "Poemas y antipoemas", "La cueca larga", "Versos de salón", "Canciones rusas", "Obra gruesa", "Artefactos", "Cachureos, ecopoemas, guatapiques, últimas prédicas", "Chistes para desorientar a la poesía", "Poesía política", "Hojas de Parra", "Poemas para combatir la calvicie" y "Páginas en blanco". Obtuvo los premios Nacional de Literatura, Municipal de Santiago, Juan Said de la Sociedad de Escritores y el del Sindicato de Escritores, todos ellos en Chile, además de los internacionales Juan Rulfo y el Reina Sofía de Poesía Iberoamericana. En ocasión de la presentación de "Discursos de sobremesa", fue entrevistado por la periodista Macarena García para la edición del 16 de julio de 2006 del diario "El Mercurio" de Chile.Se viene una avalancha Parra. La Universidad Diego Portales acaba de publicar sus "Discursos de sobremesa" y la prestigiosa editorial española Galaxia Gutenberg se apronta a llevar a librerías sus anunciadísimas "Obras completas". Además, se reeditará "Canciones rusas y artefactos". Según su terminología, antipoemas son poesías escritas como quien habla, "sin metáforas ni ninfas ni tritones". ¿Qué es ser antipoeta?

El antipoeta es un hombre del montón.

¿En qué trabaja actualmente?

En una exposición que se inaugurará en agosto en el Centro Cultural Palacio La Moneda y en un libro-antología. Inventos de la Colombina, mi hija arquitecta, que desde un taller en Santiago trabaja llevando a la realidad los artefactos.

¿Y por qué dice que son sólo inventos de la Colombina?

Porque a ella se le ocurren esas cosas. Ya hicimos una en la Telefónica y ésta es más completa, pero es como la segunda edición de un libro.

Pero hay cosas nuevas y ocupará todo el Centro Cultural.

Sí, hay más inventos. El nombre sigue siendo un problema. La llamábamos "Comerciales", pero cambió a "Obras públicas", aunque ahora me parece un nombre un poco presuntuoso.

Un nombre que usted había utilizado antes en la exposición con el poeta español Joan Brossa para identificar sus obras. Puede ser también un nombre irónico.

Sí, rescatamos ese par de palabras y puede ser irónico por eso del MOP (Ministerio de Obras Públicas), pero ahora tengo la idea de llamarla "Los cachivaches de la reyna", así, mal escrito. Es mejor, porque cachivaches es una palabra muy pelotuda que se contrapone a la reina que tiene sus joyas y tesoros.

Un buen nombre era ese suyo de "Calcetines huachos".

Pero también es presuntuoso. Hay alguien que se está haciendo el inteligente y todo el mundo aplaude. La "espectacularización" ya no me gusta. También es bueno que sea de la reina, porque ahora hay una reina en Chile en vez de un rey. Y me gusta la palabra cachivache, porque viene de abajo. Es una palabra de las mamás y abuelas que tiene dos veces la letra "ch", por lo que pienso que puede venir de los mapuches. ¡Así que también tengo ahí los dos mundos! ¡Los mapuches y los españoles! Recuerdo la cantidad de veces que mi madre me mandó a buscar cosas "Por allá, junto a los cachivaches". Es una palabra pariente de los artefactos, pero que no pertenece al discurso cuico (cursi). No hay que dejarse tragar por el discurso cuico. A veces me he dejado engullir por el lenguaje correcto, pero ahora más que nunca estoy apostando por las palabras que se caen del diccionario. Me interesan mucho los discursos de la marginalidad y eso incluye el discurso de los niños. De hecho, estoy encantado con mi nieta la Lina Paia.

¿Cuándo vino a Santiago?

Pasé mi infancia en Lautaro, la adolescencia en Chillán y a los diecisiete años tomé el tren para venirme a Santiago. Me bajé del andén con cinco pesos y una maleta prestada. En el bolsillo de la camisa llevaba la tarjeta de un profesor primario al que había conocido en el sur y planeaba ir a tocarle la puerta. El me había dicho: "Cuando vayas a Santiago no te olvides de pasar a verme". Dicho y hecho. Gonzalo Latorre se llamaba y le debo mucho. El me explicó que existía el Internado Barros Arana y me llevó allá, donde me dieron desde los libros, hasta la ropa y el colchón. Fue la salvación. Si no, no sé qué hubiera pasado. Aquí, en el Barros Arana, los que mandaban eran los deportistas. No estábamos en Atenas, sino en Esparta. En Chillán era distinto, ahí yo estaba en mi Atenas y era siempre Parra el que hacía las composiciones. Acá mandaban ellos con sus apotegmas. Literatura y filosofía: cero. Chistes: sí. De ahí vienen los artefactos; de tener que estar todo el día contestando las tallas, porque sólo el que podía contestar sobrevivía.

Pensaba que lo chistoso venía de su padre.

También. Aunque tenía un humor difícil. Era estilo Quevedo, del Quevedo pesado de sangre que tiene este chiste: dos doncellas se detienen ante un personaje y le preguntan la hora y él, Quevedo, les dice que tiene el puntero parado entre la una y las dos. Ese era el humor de Nicanor Parra padre y yo lo rechazaba porque me parecía muy porno, aunque después me di cuenta de que es también una rama del espectro.

¿El internado era más exigente que el liceo de Chillán?

Muy rápido me di cuenta de que no tenía pito que tocar, a pesar de que yo había sido uno de los mejores alumnos. El primer bimestre me saqué rojos, pero después me repuse. La venganza total fue entrar en el bachillerato, primer ciclo de estudios universitarios. Los mejores alumnos del internado habían sido rechazados y yo obtuve uno de los más altos puntajes de todo el país. Cierto. A partir de ese momento yo quedé de dueño del internado y ahí hicimos la "Revista Nueva". Después entré a estudiar física y matemática a la Universidad de Chile, pero me quedé viviendo en el Barros Arana trabajando como inspector. Junto a Carlos Pedraza y Jorge Millas fundamos la "Revista Nueva", en la que publiqué "El gato en el camino".

En la antología de Galaxia Gutenberg, ¿publicarán ese mítico relato?

¡Qué bueno que toque ese tema!. Tome el primer tomo de "Harry Potter". No creo que lo quiera leer ahora, pero es importante que lo lea.

Lo leí, y efectivamente, reconozco que el inicio de la serie del niño mago tiene mucho de su anticuento y de gatos que son otra cosa. En alguna parte leí que plantó un árbol en la cancha de tenis del internado.

Ese es uno de los artefactos precolombinos, así los llamé después, porque son de esa época y también porque son anteriores a la Colombina Parra. El primero era construir un árbol con ascensor para subir a ver los pájaros; el segundo, un abismo con escalera para ver a los cocodrilos; el tercero, cisnes de cuello negro que hacen un camino a pie entre Santiago y Valparaíso, y el cuarto, expulsado del Barros Arana por plantar un árbol en una cancha de tenis.

¿Lo realizó o fue sólo un proyecto?

Son sólo ideas y funcionan como tales. Con eso basta.

Antes de ser antipoeta, usted fue un poeta a secas.

En 1937 publiqué un libro titulado "Cancionero sin nombre" que reaparecerá en mis "Obras completas". Fue un pe(s)cado de juventud.

Casi veinte años más tarde publicó otro que gustó a muchos escritores y teóricos del mundo entero y, con el tiempo, lo llevó a ser un sempiterno candidato al Nobel: "Poemas y antipoemas". Ese libro lo escribió mientras estudiaba matemática en Londres, ¿no?

Cosmología. Se suponía que yo iba a ser cosmólogo. Pero ahí pasó algo curioso. Estaba leyendo algo y vi esta frase: "Death be not proud". Me pareció el acabóse. Nunca se había dicho algo así: "Muerte, no seas orgullosa". Ahí entendí qué es lo que busca la poesía y me puse a escribir los antipoemas. Veinte años más tarde me encontré de nuevo con esa frase, ¿sabe dónde?, en Hamlet, hacia el final. Ahora yo estaba en condiciones porque conocía más el inglés y me di cuenta de que era un malentendido. Quería decir: "Muerte, no seas soberbia" y eso ya se había dicho. Todo había salido de un malentendido.

Y llega a publicarlo a Chile.

Eran tres libros y los mandé a un concurso y los tres ganaron, entonces los publiqué como uno solo.

Los mandó al concurso con otro nombre.

Sí, les puse el nombre de Rodrigo Flores, que era el campeón de ajedrez de la época. Los comunistas nunca habrían dejado que yo ganara.

¿Cuánto va a Santiago?

Cada vez menos. ¿Para qué?

¿Cuál es la importancia de Duchamp para los artefactos visuales?

Fue importante, aunque él no fue un poeta, no trabajó con el lenguaje y para mí lo fundamental es la configuración lingüística de estas frases.

Ahora presentará antipoemas audiovisuales como uno en que se quemará un neumático dentro de una casa. ¿Es un poema ecológico?

Sí. Es a puertas y ventanas cerradas, ¡ja, ja, ja! Esa es otra característica que no está en Duchamp, los artefactos son críticos. Los dadaístas son todavía esclavos de la imagen, aunque ellos son estupendos, porque sin dadaísmo no hay surrealismo y sin surrealismo no hay poesía.

Pero en los artefactos hay un discurso anarquista que también es algo dadaísta.

En última instancia es un discurso ecológico. Porque los discursos tradicionales han muerto y hay que buscar el protoplasma en otra parte.

¿Y de dónde viene este discurso ecológico?

De que tuve que contestarme la pregunta de por qué escribo, para qué y la respuesta es que es para buscar el equilibrio personal. La poesía es como una caja negra donde se reproducen los conceptos cibernéticos de "input" y "output". Si no fuera por esta caja negra, estaríamos frente a un sistema que necesitaría de un ingeniero que estuviera observando la máquina para que no explote, ni se congele. Son mecanismos de autorregulación y pensé el trabajo en esos términos. Tiene que ver con la catarsis griega, aunque está desarrollado y teorizado en forma, ¿ah?

¿Cuando comenzó a interesarse por el ecologismo?

Llegué por razones de supervivencia, durante la dictadura. Los milicos no me echaron, pero yo quería hacer un trabajo útil sin que fuese un suicidio. Me refugié en el Instituto de Estudios Humanísticos y conocí a Cristian Huneuus, director de ese instituto, quien había dicho que el mundo se parecía cada vez más a mi poesía. Es que la antipoesía es la farándula, la idea de que el mundo se acabó y hay que gastar lo que queda. La antipoesía también. Pero ahora estamos así, como rezando. Estamos entrando a la fe, pero por la puerta de la razón. Pensando que tal vez nos salvamos por esas variables que no manejamos, porque ni los científicos manejan todas las variables.

¿Usted se siente marginal?

La respuesta a esa pregunta está en John Keats, quien dice que la literatura consiste en vivir en una contradicción. Después él agregó que el que quiera entender a Shakespeare como persona a través de su obra está perdido, porque es una especie de Dios que está en todas partes en general y en ninguna en particular. Así que yo no tengo por qué dármelas de marginal, pero hay que permitir que aparezcan los marginales y puedan dar sus verdades. Baudrillard en su última visita a Chile dijo que no existía la palabra verdad, pero eso ya lo habían dicho los físicos a principios del siglo XX, cuando dijeron que no hay una teoría que sea más verdadera, sino que hay teorías más plausibles que otras.