23 de octubre de 2008

Quino: "Me río a carcajadas leyendo la Biblia"

Joaquín Salvador Lavado (1932) es mundialmente conocido como Quino, el creador de la inmortal Mafalda. Desde 1954 ha publicado sus tiras humorísticas en cuanta revista circulara por el país, como "Esto es", "Vea y Lea", "Leoplán", "Damas y Damitas", "TV Guía", "Usted", "Panorama", "Atlántida", "Adán", "Rico Tipo", "Doctor Merengue", "Primera Plana", "Siete Días Ilustrados" y "Tía Vicenta". Mafalda comenzó a publicarse el 29 de septiembre de 1964 y apareció por última vez el 25 de junio de 1973. También ha publicado una veintena de libros que recopilan sus páginas humorísticas, entre los que se destacan "Mundo Quino", "A mí no me grite", "Ni arte ni parte", "Quinoterapia", "Gente en su sitio", "Déjenme inventar" y "La aventura de comer". La periodista uruguaya María Esther Gilio (1928) lo entrevistó para el semanario "Brecha" de Montevideo en agosto de 1996.
¿Usted, sus miedos, son entonces la más frecuente fuente de humor?

Sí, encuentro la cara del humor en mis miedos y mis angustias. Esa es mi manera de exorcizarlos.

Sin embargo nunca vi que tomara como motivo de humor las angustias que siente cuando el chiste que debe entregar no le sale.

Es verdad. No es mala idea. Ya me va a ver tirado en una cama arrancándome los pelos y derramando lágrimas.

¿Eso hace cuando ve que el tiempo se le acaba y no ha dibujado nada?

Me tiro en la cama y lloro, y digo que nunca más se me ocurrirá nada. Aunque llorar hace tiempo que lo dejé. Porque la experiencia me dice que siempre, al final, se me va a ocurrir algo. Además, es tan difícil saber qué le gustará y qué no le gustará a la gente. Uno nunca sabe eso.

¿Por qué cree que hay tan pocas mujeres humoristas?

Esa es una pregunta que nos hacen a menudo a los humoristas. Con Fontanarrosa hemos llegado a la conclusión de que la razón está en que la mujer es un ser mucho más fijado a la realidad que el hombre. Para ver la otra cara de la realidad, es decir el humor, hay que despegarse.

¿Eso hace?

Sí, yo para ponerme a trabajar trato de establecer un espacio en el medio. A la mujer le cuesta hacer esto. Por eso en los matrimonios es la mujer la que se da cuenta de las cosas.

Ah sí, ¿usted cree? ¿De qué cosas?

Por ejemplo, Alicia es la que se da cuenta de cómo es una persona que conocemos. Ella es la que sabe cuándo hay que gastar en tal o cual cosa y cuándo hay que esperar. En cambio yo soy muy torpe y me dejo influenciar por lo que se me ocurre en el momento.

Bueno, usted tiene en la cara algo muy infantil, tiene expresión, ojos de niño.

Sí, lo soy, lo soy.

Entonces no es sólo la expresión. ¿En qué es un niño?

Yo necesito que alguien se ocupe de mí. No sé moverme en todo eso que se relaciona con mis contratos de trabajo, por ejemplo. Todo eso lo hace Alicia.

Recuerdo uno de sus chistes que tiene que ver con lo que hacen los miembros de la pareja. En un ambiente prehistórico el hombre sale a cazar, pelea violentamente con una especie de mamut y vuelve a la cueva rengo, con un ojo negro y algún dedo de menos, pero feliz por haber cazado al enorme animal. La mujer lo mira y le dice...

"Te olvidaste de los rabanitos". ¡Já, já, já!

Sí, yo pensé que había allí algo de su vida cotidiana.

Sí, claro. De pronto yo voy, con gran esfuerzo enfrento una oficina. Subo, bajo, pregunto, anoto. Cuando vuelvo, Alicia dice: "¿Preguntaste por qué el mes pasado no mandaron los recibos?". Claro que no pregunté.

Descríbase a sí mismo entrando en una de esas enormes oficinas llenas de escaleras, gente que va y viene, empleados con cara de aburridos.

Ah no, no... ¡qué sufrimiento! Por todas partes las colas con personas que llevan papeles en las manos y tras las ventanillas empleados que quieren por sobre todas las cosas, distribuir gente, sacarla de su vista. "Pregunte en el subsuelo", "Ese plazo no empezó a correr", "Segunda puerta en el corredor de la derecha", "Ese plazo expiró. Debe comenzar el trámite otra vez". Son sádicos y usted también, haciéndome revivir todo eso. Por lo menos un poco sádica.

Sí, un poco. Pero es muy gracioso. Fíjese que mientras me describía la oficina, cerró los ojos dos o tres veces y arrimó sus brazos al cuerpo como si quisiera achicarse. Convertirse en uno de esos hombrecitos que suele dibujar desbordados por la dureza del mundo.

Sí, así están esos hombrecitos, desbordados, arrinconados.

Y usted se siente así algunas veces.

Muchas veces. En los restaurantes, por ejemplo. Porque allí el camarero manda y uno dependerá de él para sentirse mejor o peor. Y ni hablar de lo que pasa en el mundo médico. Ahí si que uno se vuelve chiquitito. Se transforma en un microbio.

Por otra parte las mujeres en sus dibujos son grandotas, dominantes.

Se vé que se me han pegado las suegras de nuestra cultura. Las que traían "Patoruzú" y "Rico Tipo".

¿Qué tipo de situaciones le resultan graciosas? Por ejemplo, en la calle.

Yo observo mucho, porque me hacen gracia los perros con sus amos. Un hombre va con su perro y se acerca a otro con otro perro. Los perros quieren juntarse, olfatearse, cambiar información. Pero los amos no están dispuestos a esa relación que consideran peligrosa y ambos tiran las correas con expresión de fastidio, mientras los perros con las orejas caídas, torciendo las cabezas se echan las últimas miradas.

Hablemos un poco de los personajes que rodean a Mafalda. ¿Cómo fueron naciendo?

Después de haber hecho durante un tiempo a Mafalda y sus padres me cansé, sentí que debía enriquecer ese mundo. Ahí metí a alguien bien distinto de Mafalda: Felipe.

¿Tiene algo que ver con una persona real?

Sí, está basado en Jorge Timossi.

¿El poeta? ¿Y por qué es tan distinto de Mafalda?

Y, por lo pronto se fue a vivir a Cuba apenas llegada la revolución.

Cosa que no haría Mafalda.

A Mafalda la veo menos dispuesta a jugarse por un sueño. Mafalda es una escéptica. Jorge era un poeta incluso en su actitud física. Muy alto, de movimientos lentos. Recuerdo cuando lo conocí, sentado, con las piernas cruzadas y oliendo una flor de cabo larguísimo. Era una figura hermosa y un gran poeta. Ya no tiene aquellos movimientos en "relantiseur" pero sigue siendo un poeta fascinante. Y bueno: Felipe tiene que ver con él, con alguien que es capaz de apoyar con toda su pasión y con su vida misma la revolución cubana. Alguien especial. Fuerte, lúcido, que se juega por sus creencias.

Susanita también es opuesta a Mafalda, aunque por otros motivos. Susanita acepta como "lo mejor" todo aquello que Mafalda impugna. Quiere casarse con un ejecutivo millonario y sus ideales tienen que ver con el orden y la estabilidad.

Es la anti Mafalda, como Manolito es el anti Felipe. También está el Guille que no nació por oposición a nadie. Es un sobrino mío... creo que ya hablamos de él en alguna entrevista anterior. Usted me preguntaba sobre las cosas que me movían a risa y yo le conté esto que me pasó y me resultó extraño a mí mismo. ¿Recuerda? Yo había ido a ver a mi sobrino que estudiaba en Basilea y de pronto veo en la pared de su casa la foto de un muchacho que parecía pegado con plasticola a una roca absolutamente lisa que caía a pico sobre un abismo... "¿Y este loco quién es?", le pregunto. "Era hermano de Félix", dice él. "¿Cómo, era?". "Sí, se cayó", dijo él. La historia era trágica, pero a mí y a Alicia nos arrancó una carcajada.

¿Y sabe por qué las malas palabras causan tanta gracia a la gente?

Me lo he preguntado y tampoco lo sé. ¿Usted sabe que el Guille es muy mal hablado?

El Guille real, porque en sus dibujos nunca vi una mala palabra.

No, jamás. Pero es que recién desde hace poco tiempo pueden decirse. El "qué lo parió Mendieta" de Fontanarrosa es bastante nuevo. Ahora, usted me pregunta por qué hacen gracia las malas palabras. Fíjese lo que me pasó hace poco. Hay en Rosario un grupo llamado Los Midachi, que se ha hecho famosísimo. Para conseguir entrada se hacen interminables colas, pero yo quería verlos, al fin y al cabo ellos también hacen humor. Me interesaban. Quería ver de qué se trataba, y fuimos. Y lo único que escuchamos durante toda la función fueron malas palabras. Pero no en el estilo Pinti, malas palabras al servicio de ideas inteligentes, sino sólo malas palabras, agresividad y ninguna idea. Se ríen de los negros, de los paralíticos, de los homosexuales, de los ciegos, de los judíos. Yo no podía creer lo que oía. Lo único que se puede decir es que no son cómicos sino mala gente. Y que explotan lo peor que hay en el público. Lo triste es el éxito que tienen. Un éxito tremendo.

Hay un tema que usted suele tratar y que, a mí, me gusta especialmente. Me refiero al tema de la muerte. Recuerdo un viejito agonizando en su cama. La muerte se acerca. El viejito la agarra de un manotazo y se acuesta con ella. Luego aparece la muerte por ahí, con guadaña y todo, empujando un cochecito. Me sentí feliz.

En cambio, hay gente que se angustia con ese tema. Hice una tira con viejitos que, en lugar de estar en "el otoño de la vida" están en "la primavera de la muerte". Una señora me llamó y me dijo: "Le hablo como madre, no tiene derecho a amargarme la vida".

¿Cuál es según usted la relación entre humor y realidad?

No tengo las cosas claras. Mire esta página que estoy dibujando.

Es una boda en un laboratorio. Tendrá que ver con el sida.

Sí, claro. El médico es quien los casa. Lo que quiero decir es que pronto será más importante la medicina que la religión. El dibujo trata de mostrar un período de transición. En un rincón está la madrina y las señoras que lloran en las bodas. Esa es la parte que subsiste aún, que todavía no cambió. Yo no sé cual es la relación del humor con la realidad. Fontanarrosa dijo un día que los humoristas tenemos una especie de antena que nos permite ver cosas que aún no son claras.

¿Algún día la obligación del humor a plazo fijo dejará de angustiarlo?

A veces sueño que dibujo páginas y páginas. En el sueño todo es muy lindo y muy gracioso. Pero me despierto y no. En cambio, cuando me estoy durmiendo de pronto me asaltan buenas ideas. Enciendo la luz y las anoto. No entiendo a los que dicen que hay mecanismos que se pueden aprender y ponen las cosas en marcha.

¿Cómo serían esos mecanismos?

El de "Los Picapiedras" sería un ejemplo. Pero a mí me enferman "Los Picapiedras". No me hace gracia que una mujer pase la aspiradora en la Edad Media.

Para usted ¿hacer humor es parecido a qué?

Yo siento que es algo parecido a dirigir una película. Por ejemplo, en el dibujo de la boda en el laboratorio estuve dos días sin saber dónde colocar la cámara.

Desde dónde mostrar la escena.

Mi idea original era que se viera el laboratorio como un altar, más adelante el médico que los casa, y luego los novios de espaldas. Colocados así, a la suegra, a los invitados no había dónde ponerlos. Estuve dos días moviendo la cámara, hasta encontrar el ángulo.

Desde afuera esas dificultades son inimaginables.

Y no son sólo estas. Hay muchas más. ¿Cómo hacemos hoy una caja fuerte? Ya no tienen botones ni manijas. Son lisas, con una ranura donde se mete una tarjeta que abre. ¿Y millonarios? ¿Cómo se hacen?

Con barriga, habano y cadena de oro sobre el chaleco.

¿Dónde hay millonarios así? Hoy son flacos y pueden vestir jean y zapatillas de tenis.

Volviendo a lo que provoca nuestra risa.

Yo, por ejemplo, me río a carcajadas leyendo la Biblia.

¿La Biblia?

Son tantas las cosas cómicas. Hay dos ángeles que Dios envía a Sodoma para ver si es verdad lo que ha llegado a sus oídos. Los sodomitas ven a los ángeles, les echan el ojo y comienzan a perseguirlos. Tanto, que para protegerse, los ángeles se meten en casa de Lot. Lot, entonces, sale desesperado y dice a los sodomitas: "No jodan, tengo una hija de diez y seis años, virgen. Se las entrego". "No, dicen los sodomitas, nada de vírgenes, queremos a los ángeles". Esto es comiquísimo.

Cuénteme de la Mendoza de su infancia.

Pasaba el achurero con un carro forrado de zinc, vendía chorizos, chinchulines. Pasaba el pescador con un palo sobre los hombros que sostenía dos canastos con pescados. Los pescados tenían todos una mancha verde producida por una inyección que les daban para conservarlos, ya que los traían de Chile. Venía el leñero. Casi no había autos. Yo a los ocho años iba solo al cine que quedaba a diez cuadras. Y había tranvías.

¿Qué recuerda con más placer?

El fondo con las hormigas.

¡Qué hacía con las hormigas!

Me fascinaban. Había negras grandotas y chiquitas coloradas.

¿Qué lo fascinaba?

Yo vi que convivían en un estado permanente de guerra fría. Y cada tanto se armaba la gran guerra.

Y ganaban las negras.

No, no siempre. Otra cosa que hacía era cazar una mosca y tirarla en el hormiguero. Ahí veía cómo las hormigas la desmontaban rápidamente y ordenaban todo. Las alas por aquí, las patas por allá. También recuerdo con mucho placer un mecano. Todo era muy lindo. Pero la felicidad duró poco. Mi madre se enfermó de cáncer y sufrió mucho. Yo tenía diez años. Recuerdo gritos, morfina. Algo terrible. Tres años después de la muerte de mi madre murió mi padre. Allí me fui a vivir con mi tío Joaquín que era pintor.

Su vocación tal vez viene de allí.

Tal vez; no: viene de allí. Cuando nosotros éramos chicos y mis viejos iban al cine, Joaquín nos entretenía dibujando. ¿Recuerda a Juan Cristóbal, cuando puso por primera vez las manos sobre un piano? Para mí fue así. Una revelación. Empecé a hinchar a todo el mundo con que quería ser dibujante. Esto fue a partir del momento en que viví en su casa. El era dibujante publicitario, hacía la publicidad de las películas que se estrenaban, para el diario "Los Andes". Por eso a nadie se le ocurrió que ser dibujante era una locura. El hacía hoy su dibujo que salía mañana, y cuando llegaba fin de mes cobraba.

¿En qué está pensando?

Resulta curioso cómo tantas cosas en la vida dependen de la casualidad.

Me parece que ese hecho le produce cierto rechazo.

Añade inseguridad, incertidumbre.

¿A su natural inseguridad?

Sí, a ella.

¿Quién lo ha hecho reír en el cine?

De los viejos, Chaplin y Buster Keaton. Más tarde, en la adolescencia, Danny Kaye. Y de los nuevos, Woody Allen.

Usted tiene algo de Woody Allen, tal vez cierto aire de genio distraído. Aunque usted es más buen mozo.

Ojalá tuviera el éxito que tiene él con las mujeres, aunque fuera más feo.

Yo creo que tendría ese éxito si se fijara. Si prestara atención a lo que pasa a su alrededor.

No, qué voy a tener.

Sí, tendría, lo que pasa es que no mira.

¿A las mujeres?, ¿que no miro a las mujeres? ¡Claro que las miro, me encantan!

Estoy segura de que mira tan disimuladamente que las mujeres no se dan cuenta.

No, no. Lo que ocurre es que como tipo físico paso desapercibido.

A las mujeres les gusta el tipo tímido. En cuanto unieran su timidez con su genio, ya estaría.

Ah bueno, si se enteran quién soy, sí. Pero si no se enteran no me dan bolilla.

¿Y usted cree que le darían bolilla a Woody Allen si no supieran quién es? Imagíneselo caminando por Corrientes, ¿alguna chica lo miraría? Lo que yo veo es que le hubiera gustado trascender por su físico.

Sí, eso me habría gustado.

¿Cómo quién querría ser?

Físicamente como Paul Newman, aunque también me gustaría tener el encanto de Joan Manuel Serrat. Hace poco hablábamos con un amigo de lo feo, lo lindo, las mujeres, los hombres y mi amigo dijo: "Sabes cómo me gustan las mujeres, pero si tengo que elegir entre Mercedes Sosa y Joan Manuel Serrat para salir a comer, elijo a Joan Manuel Serrat", ¡já, já, já!

Bueno, Mercedes no se cotiza por su físico.

Sí, pero no crea, tiene muchos encantos. Es tan maternal, lo abraza a uno con aquellos grandes pechos, uno mete la cabeza allí dentro y se siente sumergido en... la felicidad.

¿Sí? ¿Cuál es su idea de la felicidad?

No pienso en la felicidad como en un estado que nos toma totalmente y todo el tiempo, sino como algo que se cuenta por gotas en el día a día. La felicidad hay que contarla por gotas.