17 de enero de 2009

La Biblia, el sagrado mamotreto

Piergiorgio Odifreddi es un matemático nacido en Cuneo, Italia, en 1950. Ha enseñado en las universidades de Alessandria, Siena y Milán, y en la Cornell University de Estados Unidos. Desde 2001 es profesor de Lógica Matemática en la Universidad de Turín. Escritor racionalista y ateo, en su obra "Il matematico impertinente" (El matemático impertinente, 2005), manifestó su pensamiento de manera tajante: "Si las matemáticas y la ciencia ocupasen el lugar de la religión y la superstición en las escuelas y los medios de comunicación, el mundo se convertiría en un lugar más sensato y la vida sería digna de ser vivida".
En 2007 publicó un nuevo libro, "Perché non possiamo essere cristiani e meno che mai cattolici" (Por qué no podemos ser cristianos y menos aún católicos) en el que recorre la historia de la Iglesia desde sus inicios hasta el presente. En su doble condición de ciudadano y científico, Odifreddi considera, por un lado, que el cristianismo ha sido un obstáculo para el desarrollo del pensamiento democrático y científico europeo, y para el crecimiento moral y cívico de las sociedades; y por el otro, que es lisa y llanamente una blasfemia afirmar que el Dios bíblico es el único verdadero en contraposición a lo que pensadores de la talla de Pitágoras de Samos (582-507 a.C), Aristocles Platón (428-347 a.C), Baruch Spinoza (1632-1677) o Albert Einstein (1879-1955) han identificado como la inteligencia del universo y la armonía del mundo. Tras su lectura del Antiguo y el Nuevo Testamento, se dedica a demoler con solvencia el andamiaje teórico de la Iglesia Católica, resaltando la farsa, las incongruencias lógicas, la falta de fundamento histórico, la barbarie y la desfachatez que la han distinguido a lo largo de su historia.


El libro se inspira en dos obras anteriores: "Why I am not a christian" (Por qué no soy cristiano, 1928) de Bertrand Russell (1872-1970) y "Perché non possiamo non dirci cristiani" (Para que no podamos no decirnos cristianos, 1942) de Benedetto Croce (1866-1952). "El caso era hacer una lectura a fondo -dice el propio Odifreddi en una entrevista concedida al diario "El país" de España el 15 de junio de 2008)-, una crítica de la religión no desde perspectivas políticas de injerencia en la vida pública y todo eso, sino de observarlo desde una concepción teológica, desde dentro, y descubrir sus anacronismos. Su concepción violenta, cruel, sanguinaria de la vida, sobre todo en el Antiguo Testamento. Por eso se han molestado también los judíos, que me han acusado de antisemita".
Con desenvoltura envidiable, el matemático se explaya en la nota citada: "En Italia existen directores de periódicos que reconocen que los dogmas de fe son un cuento, pero que no pueden escribirlo porque el mero hecho de ponerlo en duda ya crea un conflicto. Lo peor es poner en duda la propia existencia de Jesucristo. No hay constancias históricas serias. Son relatos construidos a posteriori. Decir esto ya es algo escandaloso". Con respecto a la virginidad de María, exclama: "¡Aquella invención! ¡Increíble! Es un dogma con una historia muy interesante, de todas formas. Para eso se readaptó un pasaje del Antiguo Testamento que viene a decir: 'Por aquí ha pasado Dios (refiriéndose al útero de la Virgen) y no lo hará nadie más'. Son las mismas palabras que utilizan para señalar una puerta de Jerusalén por la que pasó el Arca de la Alianza. Toman un pasaje, se cambia de sitio y a nadie le importa".
También sugiere que Jesucristo pudo haber sido hijo ilegítimo de un centurión romano: "Todo eso ya se comentaba en la época más próxima. Creo que es una pose social sostener estas cosas, pero que en realidad no lo piensan. Es una convención. Ni eso, ni la trinidad, ni la transubstanciación… Ni la resurrección se puede explicar científicamente. No es un milagro. Las bacterias del tétanos, por ejemplo, pueden producir una muerte aparente. Pudo haberse contagiado clavado en la cruz". Al referirse a los mandamientos, Odifreddi explica: "Los hebreos sostienen que hay más de seiscientos, pero en el caso cristiano, uno de los más interesantes es el segundo, que se pierde, curiosamente. El que prohíbe alzar y construir imágenes". Y en alusión a la moral cristiana, dice: "Muchos insisten en que no puede haber moral sin religión. Era Chesterton quien decía que si uno no cree en Dios, podía creer en cualquier cosa. Yo ahora pienso lo contrario, que quien cree en Dios puede acabar tragándose cualquier cosa. Italia es de los países con más fe del mundo, por eso seis millones de italianos consultan también a magos, quirománticos, echadores de cartas. Si uno cree lo de la trinidad o la virginidad, cree en todo. Tampoco es justo ese discurso de que los laicos no creemos en nada. No es cierto, lo hacemos en los ideales. Pero no en los dogmas".
En lo concerniente al libro propiamente dicho, es muy interesante el análisis que del mismo hace el profesor de Filosofía del Instituto de Enseñanza Secundaria Granadilla (Tenerife, España), Eugenio Sánchez Bravo (1969) en su blog "Diario de lecturas": "Se divide en dos partes, una dedicada al Antiguo Testamento y otra al Nuevo Testamento y la historia del cristianismo. Odifreddi hace una lectura del Antiguo Testamento heredada del hereje Spinoza: las Sagradas Escrituras no son obra de Dios sino del hombre, son una recopilación más o menos afortunada de relatos míticos procedentes de fuentes diversas y contradictorias, sin garantía alguna de veracidad".
Al desmenuzar los textos sobre el Antiguo Testamento del matemático italiano, Sánchez Bravo describe: "El Génesis es el producto de la unión de dos relatos absolutamente heterogéneos. En uno de ellos se llama a Dios Elohim, que es plural, los dioses. Y en el otro se le llama Yahvé, que es singular. Elohim no crea de la nada sino que cuando él aparece ya están allí la tierra y los mares. Es más parecido a un demiurgo platónico que al todopoderoso Yahvé. La disparidad de fuentes también afecta a la creación del hombre: en una llega al principio y solo, y en otra al final y acompañado. Elohim desaparece a lo largo del Génesis para dejar su lugar definitivamente a Yahvé. Este se convertirá en el dios celoso y sediento de sangre por todos conocido. Yahvé está dispuesto a arrasar Sodoma por la orientación homosexual de sus habitantes pero disculpa el incesto y la poligamia entre los suyos. Así, por ejemplo, a Abraham cuando tiene un hijo con una esclava (Génesis, 16, 3-16) y lo echa de casa por los celos de su mujer (Génesis, 21, 9-21), a Lot que procrea con sus propias hijas (Génesis, 19, 30-38), a Jacob que tiene dos mujeres hermanas entre sí (Génesis, 29, 16-30), a Rubén que se va a la cama con la concubina de su padre (Génesis, 35, 22), a Judá que tiene dos hijos con su nuera (Génesis, 38, 12-30)".
El análisis de Sánchez Bravo también detalla la afición de Yahvé por los sacrificios humanos: "Es conocido el reto que Yahvé plantea a Abraham al ordenarle sacrificar a su hijo, reto que tiene un final feliz cuando un ángel detiene el brazo de Abraham (Génesis, 22). Sin embargo, el final no es siempre feliz, Jefté sacrifica a su propia hija para procurarse la victoria en la batalla (Jueces 11, 30-40), David sacrifica a dos hijos y cinco nietos de Saúl (Segundo Libro de Samuel, 21, 1-14), Josías liquida a todos los sacerdotes de las divinidades locales de Samaria (Segundo Libro de Samuel, 23, 19-20). Son también muy interesantes las matanzas que perpetran los hebreos, con autorización y ayuda de Yahvé, para conseguir el dominio sobre la tierra prometida. Un ejemplo, cuando hebreos y heveos habían acordado un pacto de cohabitación que legalizaba los matrimonios mixtos y la compra de tierras por parte de los judíos, estos exigieron la circuncisión de todos los heveos. Pero, mientras los hombres se someten a la operación son asesinados y las mujeres y niños raptados (Génesis, 34). Otro ejemplo, tras la victoria de Jericó pasaron a cuchillo a hombres, mujeres, jóvenes, viejos, bueyes, ovejas y asnos. Haciendo un cálculo aproximado, la aventura de la tierra prometida da un saldo de 770.359 enemigos muertos".
Es inquietante además una observación de Sánchez Bravo -tras su lectura del libro de marras- que nos remite invariablemente a episodios nefastos de la historia: "La obsesión de Yahvé por mantener la pureza de la raza del pueblo elegido es aberrante. Una y otra vez se prohíben los matrimonios mixtos y el castigo para quien se salta la regla es ejemplar. Es reseñable también la crueldad y la saña con que Yahvé golpea al pueblo egipcio. Recuérdese que la última de las plagas es una limpieza étnica en toda regla: Yahvé extermina a todos los primogénitos, incluidos animales. Además, mantuvo endurecido el corazón del faraón de modo que se negase a otorgar la libertad al pueblo judío y poder hacer ostentación de su poder destructivo".
Sánchez Bravo observa otros vicios del cristianismo: "La misoginia visceral del texto bíblico suele degenerar en normas estrafalarias como el que si una virgen es violada en la ciudad debe ser lapidada junto al agresor pues, al no haber gritado para llamar la atención, es culpable de haber consentido. Si, por el contrario, la violación sucede en el campo y el violador es capturado, será obligado a casarse con ella". Y también: "La legitimidad que el cristianismo ha otorgado a la lacra de la esclavitud a lo largo de la historia es una auténtica vergüenza. En Levítico 25 Yahvé dice 'Si quieres tener esclavos o esclavas, cómpralos de las otras naciones que te rodean...', y en 1866 Pío IX afirma que 'la esclavitud en cuanto tal no es del todo contraria a la ley natural y divina...'. No es contrario a la ley divina que un esclavo pueda ser vendido, adquirido, intercambiado o regalado".
Más adelante, pasa a examinar lo que el profesor italiano dice con respecto al Nuevo Testamento: "Odifreddi comienza atacando la falta de fundamentación histórica que afecta a los cuatro evangelios sinópticos. Escritos mucho después de la muerte de Jesús, se copian y contradicen unos a otros. Más dudas surgen cuando caemos en la cuenta de que apenas hay mención alguna a Jesús entre los historiadores romanos y de que las leyendas sobre su origen están fabricadas ad hoc para coincidir con las profecías del Antiguo Testamento o mitologías paganas de adoración al Sol. Entre los que se acercaron más a la verdad histórica está el hereje Marción. Según éste había que suprimir en los evangelios todas las leyendas relativas al nacimiento, la muerte y la resurrección de Jesús, y atender sólo a las máximas morales que enseñó, situándolo al mismo nivel que Lao-Tse o Confucio. Tertuliano, padre de la Iglesia, dijo de Marción que fue el enemigo más peligroso que quizá haya tenido nunca el cristianismo”.
A renglón seguido se ocupa de los llamados milagros de Jesús: "Multiplicar panes y peces, convertir el agua en vino y resucitar a los muertos, sólo son posibles en una sociedad extremadamente ignorante y supersticiosa. La resurrección es tristemente frecuente en los libros sagrados y no deja de ser un tema recurrente en la mitología egipcia y griega (Osiris y Dionisos). Las piruetas teológicas que el cristianismo ha desarrollado a partir del material mínimo de los Evangelios son criticadas duramente por Odifreddi. Sinsentidos como el misterio de la Trinidad, la virginidad de María, la Transubstanciación en la Eucaristía, la infalibilidad del Papa o la naturaleza del Espíritu Santo han sido causa de absurdos enfrentamientos, barbarie inquisitorial y abundantes guerras. El comportamiento de la Iglesia cristiana con la ciencia y otras religiones ha sido desde un principio propio de bárbaros".
El análisis del profesor español Sánchez Bravo es, a todas luces, impecable. Lo mismo que las recomendaciones del profesor italiano Odifreddi cuando sugiere la lectura de la Biblia desde un punto de vista lingüístico, de la arqueología del lenguaje, para entender cuáles son las fuentes de esos escritos, desmembrarlos, acotarlos y advertir, por ejemplo, las acomodaticias interpretaciones que han sufrido tras los diferentes concilios ecuménicos.
Para los que piensan que su libro es sólo un panfleto anticatólico, Odifreddi se extiende: "Yo no creo que haya podido existir alguna vez un dios, y cuando digo esto no me refiero únicamente al Dios de los cristianos, sino a cualquier dios. No hay dioses, los hemos inventado porque los necesitábamos. Pero como de todos modos le tememos a la muerte, si podemos creer que de una forma u otra habrá una existencia después de ella, entonces encantados. Pero para eso se necesita alguien superior, esa especie de autor primordial que permite que esto siga funcionando, y ese sería Dios". Algo similar a lo que opina habitualmente el Premio Nobel de Literatura portugués José Saramago (1922), quien reconoce que habla de las religiones porque le cuesta trabajo comprender por qué si alguien tiene una religión, está obligado a odiar a los que profesan otras religiones. "No debería sorprender -dice el autor del originalísimo 'O Evangelho segundo Jesús Cristo' (El Evangelio según Jesucristo)-, porque los que siguen al Real Madrid no pueden ni pensar en los que siguen al Barcelona. Si esto sucede en algo tan rudimentario como el fútbol, qué es lo que no ocurriría si yo creo en un dios y no puedo soportar la esencia de alguien que cree en otro dios. Es la prueba de que en el fondo somos bastante estúpidos, con todo respeto. Por eso a veces digo que el mundo sería mucho más pacífico si todos fuéramos ateos".
Tras una grave enfermedad pulmonar que lo mantuvo al borde de la muerte, fue entrevistado por el diario "Folha de Sao Paulo" en su edición del 29 de noviembre de 2008, en la que reconoció que no cambió su visión sobre Dios: "¿Por qué la cambiaría? -respondió Saramago-, no necesitamos a Dios" y aprovechó para arremeter contra la Biblia, libro que calificó como un "desastre", lleno de "malos consejos, incestos y matanzas" y criticó a la Iglesia, institución a la que acusó de "inventar el pecado" para "transformar a todos en eunucos".
Como corolario, la recomendación sensata -y humilde- sería encarar la lectura de la Biblia desde un punto de vista racional. En el caso de que esto fuese posible, notaríamos inmediatamente que no hacen falta libros anticlericales ni autores ateos para comprender que, a la luz de la sangrienta historia de la humanidad, Dios es un incompetente, y el hecho de que éste sea una creación de los hombres, habla muy mal -precisamente- de nosotros, los hombres.