21 de noviembre de 2009

William Burroughs. Testimonio sobre una enfermedad (1)

William Seward Burroughs (1914-1997) fue un escritor y artista experimental estadounidense. Fundador del movimiento literario conocido como Generación Beat, es conocido por su obra cargada de experiencias personales en torno a su bisexualidad y su adicción a las drogas. Perteneciente a una familia adinerada, terminó sus estudios en la Universidad de Harvard y durante un breve periodo estudió medicina en Viena y antropología de nuevo en Harvard. Luego desempeñó diversos oficios y pasó un tiempo en el Ejército antes de establecerse en Nueva York, en 1943. Durante esa época desarrolló una profunda adicción a la morfina que lo llevó a tener problemas con la ley por traficar drogas.
Para evitar un pena de prisión, en 1949 abandonó su país y llevó una vida de artista exiliado en México, Tánger, París y Londres. Regresó a Nueva York en 1974 y en 1981 se estableció en Lawrence (Kansas). La experimentación literaria está presente en todas sus novelas, combinando la sátira social con el uso del montaje, el collage y la improvisación. Autor de una docena de ellas, "Naked lunch" (El almuerzo desnudo), basada en sus experiencias con las drogas, está considerada su obra clave. El explícito lenguaje sexual de la novela, así como la evocación de imágenes grotescas, provocaron la prohibición del libro en Boston (Massachussetts) por ser considerada obscena y pornográfica. Esta prohibición se levantó tras un juicio que tuvo lugar entre 1965 y 1966 que supuso el fin de la censura en Estados Unidos y colocó a la novela en un sitio de honor dentro de la contracultura norteamericana.
Quince años inmerso en el infierno de las drogas fueron la causa de que escribiera este libro. Al final de ellos, Burroughs vivía en Tánger, hacía un año que no se bañaba ni se cambiaba de ropa. Vivía la "Enfermedad", la droga, y podía pasarse ocho horas mirándose la punta del zapato. Luego, ya curado, sintió la necesidad de contar lo que había vivido. "El almuerzo desnudo" es una denuncia horrorizada y sardónica, onírica y alucinatoria de la sociedad de la última mitad del siglo XX, un mundo sin esperanza ni futuro. En él, el autor cargó contra las religiones, el ejército, la universidad, la sexualidad, la justicia corrupta, los traficantes tramposos, el colonialismo, la burocracia y la psiquiatría.
A fines de la década de 1950, ningún editor de Nueva York o Londres se dignó a leer el manuscrito. En París, en cambio, Maurice Girodias (1919-1990), propietario de Olympia Press, tras un rechazo inicial en 1957, luego de enterarse de que una revista de Chicago había generado un escándalo al publicar partes de la novela, dos años después se decidió a publicarlo. Para fines de julio de 1959 el libro estaba a la venta, por lo menos en las pocas librerías dispuestas a aceptarlo. En lo que constituyó algo poco común en un libro de Olympia Press, tenía una atractiva portada que había diseñado el propio Burroughs. Luego vendría el juicio por obscenidad en Boston lo que, en definitiva, allanó el camino para su aceptación masiva en los Estados Unidos.


Burroughs escribió una larga introducción para su novela, a la que tituló "Deposition: testimony concerning a sickness" (Declaración: testimonio sobre una enfermedad). En ella dice:

Desperté de la Enfermedad a los cuarenta y cinco años, sereno, cuerdo y en bastante buen estado de salud, a no ser por un hígado algo resentido y ese aspecto de llevar la carne de prestado que tienen todos los que sobreviven a la Enfermedad... La mayoría de esos supervivientes no recuerdan su delirio con detalle. Al parecer, yo tomé notas detalladas sobre la Enfermedad y el delirio. No tengo un recuerdo preciso de haber escrito las notas publicadas ahora con el título de "El almuerzo desnudo". El título fue sugerido por Jack Kerouac. Hasta mi reciente recuperación no comprendí lo que significaba exactamente lo que dicen sus palabras: almuerzo desnudo, un instante helado en el que todos ven lo que hay en la punta de sus tenedores.
La Enfermedad es la adicción a la droga y yo fui adicto durante quince años. Cuando digo adicto quiero decir adicto a la droga (término genérico para el opio y/o sus derivados, incluyendo todos los sintéticos, del demerol al palfium). He consumido la droga bajo muchas formas: morfina, heroína, dilaudid, eucodal, pantopón, diocodid, diosane, opio, demerol, dolofina, palfium. La he fumado, comido, aspirado, inyectado en vena-piel-músculo, introducido en supositorios rectales. La aguja no es importante. Tanto da que la aspires, la fumes, la comas o te la metas por el culo, el resultado es el mismo: adicción. Cuando hablo de adicción a la droga no me refiero al kif, la marihuana o cualquier preparado de hachís, mescalina, bannisteria caapi, LSD6, hongos sagrados, ni a ninguna droga del grupo de los alucinógenos... No hay pruebas de que el uso de algún alucinógeno produzca dependencia física. La acción de esas sustancias es fisiológicamente la opuesta a la acción de la droga. El celo de los departamentos de narcóticos de Estados Unidos y otros países ha dado lugar a una lamentable confusión entre las dos clases de drogas.



He visto el modo exacto en que actúa el virus de la droga a lo largo de quince años de adicción. La pirámide de la droga: cada nivel devora al de abajo (no es casualidad que los de arriba sean siempre gordos y los adictos de la calle siempre flacos) hasta el punto más alto, o los puntos más altos; porque hay muchas pirámides de la droga alimentándose de las gentes del mundo y todas construidas sobre los principios básicos del monopolio: 1.- Nunca des por nada; 2.- Nunca des más de lo que tienes que dar (tener al comprador siempre hambriento y hacerle esperar siempre); 3.- Recupera siempre todo lo que te sea posible. El traficante siempre lo recupera todo. El adicto necesita más y más droga para conservar forma humana... para espantar al Mono. La droga es un molde de monopolio y posesión. El adicto aguanta mientras sus piernas drogadas le lleven directo a recaer sobre el rayo de droga. La droga es cuantitativa y mensurable con gran precisión. Cuanta más droga consumas menos tienes y cuanta más tengas más usas. Todos los que utilizan alucinógenos los consideran sagrados -hay cultos del peyote y la bannisteria, cultos del hachís y de los hongos ("los hongos sagrados de México permiten al hombre ver a Dios")-, pero nunca nadie ha sugerido siquiera que la droga sea sagrada. No hay cultos del opio. El opio es profano y cuantitativo como el dinero. He oído que en la India hubo una vez una droga beneficiosa y no adictiva. Se llamaba soma y se representa como una hermosa marea azul. Si el soma existió alguna vez, el traficante logró embotellarlo y monopolizarlo, y venderlo y convertirlo en la misma droga de toda la vida.


La droga es el producto ideal... la mercancía definitiva. No hace falta literatura para vender. El cliente se arrastrará por una alcantarilla para suplicar que le vendan... El comerciante de droga no vende su producto al consumidor, vende el consumidor a su producto. No mejora ni simplifica su mercancía. Degrada y simplifica al cliente. Paga a sus empleados en droga.
La droga produce una fórmula básica de virus "maligno": el álgebra de la necesidad. El rostro del "mal" es siempre el rostro de la necesidad total. El drogadicto es un hombre con una necesidad absoluta de droga. A partir de cierta frecuencia, la necesidad no conoce límite ni control alguno. Con palabras de necesidad total: "¿Estás dispuesto?". Sí, lo estás. Estás dispuesto a mentir, engañar, denunciar a tus amigos, robar, hacer lo que sea para satisfacer esa necesidad total. Porque estarás en un estado de enfermedad total, de posesión total, imposibilitado para hacer cualquier otra cosa. Los drogadictos son enfermos que no pueden actuar más que como actúan. Un perro rabioso no puede sino morder. Adoptar una actitud puritana no conduce a nada, salvo que se pretenda mantener el virus en funcionamiento. Y la droga es una gran industria. Recuerdo una conversación con un norteamericano que trabajaba en la comisión para la fiebre aftosa, en México. Seiscientos al mes más gastos:
- ¿Cuánto durará la epidemia? -pregunté.
- Mientras podamos hacerla durar... Sí... tal vez surjan otros focos en Sudamérica -dijo, como soñando.
Si se quiere alterar o anular una pirámide de números en relación serial, se altera o se elimina el número base. Si queremos aniquilar la pirámide de la droga, tenemos que empezar por la base de la pirámide: el adicto de la calle, y dejarnos de quijotescos ataques a los llamados "de arriba", que son todos reemplazables de inmediato. El adicto de la calle que necesita la droga para vivir es el único factor insustituible en la ecuación de la droga. Cuando no haya adictos que compren droga, no habrá tráfico. Pero mientras exista necesidad de droga, habrá alguien que la proporcione.


Los adictos pueden ser curados o puestos en cuarentena (es decir, que se les adjudica una ración de morfina, bajo una mínima vigilancia, como a los afectados por el tifus). Si se llega a hacer esto, las pirámides de droga del mundo se derrumbarán. El único país que aplica este método al problema de la droga es, por lo que yo sé, Inglaterra. Hay unos quinientos adictos censados en el Reino Unido. En la próxima generación, cuando los adictos actualmente en cuarentena mueran y se descubran analgésicos que actúen sobre una base no opiácea, el virus de la droga será como la viruela, un capítulo cerrado, una curiosidad médica.