1 de abril de 2010

Augusto Monterroso: "Todo aquel que tenga la oportunidad, la suerte de leer, tiene una riqueza muy grande"

Red Escolar México es una comunidad conformada por cuerpos directivos y técnico-pedagógicos, profesores, alumnos y padres de familia, que se comunican a través de Internet. Nacida en 1997 bajo los auspicios del Instituto Latinoamericano de la Comunicación Educativa (ILCE) y de la Secretaría de Educación Pública (SEP), tiene como finalidad llevar a las escuelas oportunidades educativas y materiales relevantes que ayuden a mejorar el proceso de enseñanza y aprendizaje con apoyo de las tecnologías de información y comunicación. En ese marco, hacia fines de 2002 le realizaron una entrevista al narrador y ensayista guatemalteco Augusto Monterroso (1921-2003) quien, habiendo nacido en Honduras, desde niño vivió en Guatemala -su patria de adopción- hasta que, en 1944, por motivos políticos tuvo que radicarse en México, país en el que realizó la mayor parte de su obra. Máxima figura hispánica del género más breve de la literatura, el microrrelato, y maestro de fábulas, aforismos y palindromías, publicó su primera obra -"Obras completas y otros cuentos"- en 1959, una colección de historias en las que ya se perfilaban los rasgos fundamentales de lo que sería su narrativa: una prosa concisa, sencilla y accesible. Otros títulos de su producción son las colecciones de narraciones breves "La oveja negra y demás fábulas" (1969), "Movimiento perpetuo" (1972) y "Pájaros de Hispanoamérica" (1998); la novela "Lo demás es silencio" (1978); el libro de entrevistas "Viaje al centro de la fábula" (1981); los de cuentos y ensayos "La palabra mágica" (1983) y "Literatura y vida" (2001); las autobiografías "La letra e: fragmentos de un diario" (1987) y "Los buscadores de oro" (1993); y el libro de ensayos "La vaca" (1999). En 1996 se le otorgó el Premio Juan Rulfo de narrativa y en 2000 el premio Príncipe de Asturias.¿Cómo nace o surge su escritura en el momento que se pone a escribir?
No podría decirlo con precisión porque tengo mucho tiempo de estar escribiendo. Cuando me pongo a escribir algo, ya sé lo que quiero decir, ya tengo más o menos claro qué es lo que voy a expresar; el problema que se presenta es el de la forma y del género que se trate: un cuento, una novela. Cuando ya tengo la idea, es cuestión de escribir la primera frase, de dejar correr la pluma, esa frase jala a las demás.

¿Para usted escribir es o fue una necesidad?

Cuando era muy joven primero imité a otros autores; después fueron intentos, hasta que llegué a cierta formación de escritor. Al publicar mi primer cuento me di cuenta de que podía, y me lancé como pude, con cierta timidez, sin experiencia, pero sabiendo ya que sentía una vocación. Fue entonces cuando se volvió una necesidad. Me lancé al agua cuando tenía como veintidós años y entonces vino una necesidad de seguir escribiendo, de aprender el oficio. El oficio de escritor es muy complicado; requiere no sólo de la imaginación, porque la imaginación está libre para lo que se nos ocurra, pero si queremos convertirla en obra de arte como es la literatura, ya el problema comienza por el oficio. Es decir, por el estudio del lenguaje, de la gramática, de saber combinar las palabras de la mejor manera posible, porque no se trata sólo de aprender a redactar. El problema del escritor es hacer una obra de arte, porque escribir es indiscutiblemente un arte. Se empieza y no se termina nunca de escribir, de aprender. Lo que parece un trabajo muy arduo: el estudio de la gramática (y dentro de ella, de la sintaxis y de cada una de las partes que la forman), se convierte en algo muy agradable que uno busca; no es que se lo esté imponiendo, uno quiere aprender cada vez más para hacer mejor su trabajo, y eso se convierte en un placer, en una forma de vida incluso. Así con gusto y con trabajo, escribo. Es apasionante, como la vida.

Cuándo usted escribe, ¿piensa en el lector?

Sí, yo soy de los que escriben para los lectores; siempre estoy pensando en el otro. Usted me pregunta si tengo cierta figura a la que me estoy dirigiendo, pero no. Cuando empecé pensaba en lectores posibles que generalmente estaban muertos, como Cervantes, Góngora... Eso no me ayudaba, más bien me aterraba, y creo que aterra a cualquiera. Entonces me puse a pensar en los lectores que andan en la calle, gente común y corriente; también en quienes saben mucho de literatura: a esa mezcla dirijo mis textos.

¿Cómo relaciona la lectura con la escritura?

Creo que van juntas; para mí primero fue la lectura; claro, estaba en la escuela primaria y prefería las clases de literatura, ya como vocación. Imitaba los textos de las lecturas escolares y así comenzaron a relacionarse a mi vida. Mi primer oficio es de lector, cuando no escribo estoy leyendo, pero la escritura es un arte, ¿no?, por eso el escritor es inquieto: busca la pintura, busca la música, busca las otras artes para enriquecer su escritura. Lo mismo debe de pasar con los músicos: se alimentan con las otras artes... hay grandes músicos que son grandes lectores. De todo se alimenta uno, ya no digamos de la vida...

¿Tiene algún método para escribir?

No, me siento a escribir lo que ya he pensado en determinado género.

¿Cuenta con alguna rutina u horario para escribir?

No, no los tengo. Nunca pude disciplinarme en el sentido en que otros han podido hacerlo. Yo no, no puedo, soy muy inquieto. Entonces escribo media hora y me pongo nervioso: salgo, doy una vuelta, voy a un mercado o a la calle; regreso y empiezo de nuevo, pero no disciplinadamente. Tampoco escribo todos los días.

¿Escribe de manera manuscrita?

Sí, desgraciadamente para mí, la computadora llegó demasiado tarde.

¿A quién se parecen los personajes de sus textos?

No sé, creo que se parecen a los personajes que están dentro de mi cabeza.

¿Hay algún episodio o persona de la vida real que lo haya impulsado a escribir? Tal vez una anécdota...

Sí, primero fue un profesor de cuarto de primaria. Teníamos un libro que se llamaba "Libro de Lecturas". Todavía lo tengo... Ese libro traía textos muy serios porque en ese tiempo a los niños no se les daban las cosas adaptadas a su edad, sino que se les daban los textos tal y como los había escrito el autor. Así que yo leí en ese libro poemas traducidos de autores franceses en sus versiones reales. El profesor se dio cuenta de que a mí me interesaba muchísimo la poesía y los textos literarios. Entonces me animaba a seguir por ese camino: es el recuerdo más lejano que tengo de alguien que me haya impulsado. Después pasaron los años... yo era muy pobre, y cuando tenía dieciocho años y trabajaba en una carnicería: entre reses y entre cuartos de reses, ahí me encontré a otra persona que se dio cuenta de mis aficiones literarias. Me impulsó no sólo a leer, también a escribir, lo cual él alimentaba recomendándome autores y regalándome obras de Shakespeare, de Víctor Hugo... Fue para mí un mentor, como se decía antes. Fue una gran suerte haberlo encontrado, donde menos podía esperarse: en una carnicería.

¿Cree usted en la inspiración?

Sí, ese tema que siempre anda por ahí: si el escritor debe esperar la inspiración o debe ponerse a hacer lo suyo como una disciplina, y que finalmente de esa disciplina y de ese trabajo va a salir la obra. Creo en la inspiración, pero evidentemente también creo en el trabajo. La inspiración de que se me ocurra algo, de que venga una idea, ¡ahí se puede quedar si no la convierto en algo concreto a base de trabajo! Hay hasta dichos sobre eso: hay los que dicen que es 5% de inspiración y 95% de transpiración. Hay otra cosa que quiero decirle: Yo nunca tomé la literatura como profesión, sino como afición: no quiero, ni quise convertirme nunca en un fabricante de textos literarios.

¿Escribir es para usted gozoso?, ¿doloroso? ¿Cómo es para usted esa experiencia?

Las emociones cuando uno escribe son gozosas y son dolorosas. Son gozosas si a uno le está saliendo bien lo que se ha propuesto, son dolorosas cuando no sucede eso. Es muy raro, aun cuando se sea muy buen escritor, que se escriba de corrido, sin problemas que a veces es muy difícil resolver, pero en el momento que se solucionan es algo muy gozoso. En otro sentido podemos encontrar lo gozoso o lo doloroso. En una narración, ya sea cuento o novela, siempre se está tratando con personajes humanos. Es muy interesante lo que usted me preguntó porque puede ser muy doloroso si lo que está tratando es doloroso para el personaje que está creando. ¿Qué le quiero decir con eso? Que si sufre el personaje del cuento o de la novela, el escritor debe sufrir también con él; y en ese sentido puede ser sumamente doloroso para el escritor que se mete verdaderamente en los sufrimientos que está describiendo. Es decir, si el personaje llora, el autor tiene que llorar también con él. Si eso no sucede, no se vale. Si el escritor no adopta esos sufrimientos, está mintiendo... El escritor debe hacer que el lector o destinatario final también sienta todo eso.

En sus inicios como escritor, ¿cómo fue resolviendo sus problemas con la escritura?

Los resolví estudiando. Cuando me dí cuenta de que quería ser escritor, lo primero que hice fue estudiar el idioma leyendo a los clásicos españoles, donde suponía que estaba mejor expresado nuestro idioma. ¿Qué hice? Cuando salía del trabajo me iba a la biblioteca a leer. Necesitaba una base, así que leí a los escritores españoles del Siglo de Oro: Cervantes, Quevedo, Lope de Vega... A quien no tiene la vocación de escritor, la gramática se le hace muy difícil; o la consulta de diccionarios; pero es necesario conocer el bien primario, que son las palabras.

¿Cuál es su libro favorito?

Sé cual es, pero me parece que eso lo debe de decir todo el mundo... Como obra cumbre, cómo lo máximo que se ha escrito en su género es "El Quijote" evidentemente; pero no suena bien decir eso, no sé por qué... Es la primera novela moderna en español. Siento que ese es mi libro favorito...

Cuando escribe, ¿lo retroalimenta la lectura de otros autores?

Siempre se está uno retroalimentando. En este oficio, la escritura y la lectura van muy unidos. Al leer uno se está alimentando, y aquí viene otra cosa: que la lectura por sí sola no es suficiente. Uno puede volverse "un ratón de biblioteca": alguien que vive en un mundo aparte o que no vive en este mundo. El escritor debe conocer también a las personas. Leer, leer y leer solamente no convierte a nadie en un gran escritor. También tiene que vivir. Uno puede ser mejor escritor si uno ha vivido el amor y el odio; ha vivido aventuras, ha pasado necesidades, ha sido feliz en la vida real; no en la de la ficción.

¿Qué piensa de la autocorrección?

Esa pregunta es muy interesante... Mi experiencia en ese sentido es la de un escritor solitario. Nunca pasé mis textos a otras personas para que me aconsejaran, para que los corrigieran... no por otra cosa, sino por timidez. Fui siempre muy tímido, me lanzaba solo al agua, por eso he aprendido a corregirme a mí mismo, lo hago muchísimo. Un texto mío no aparece como estaba en la primera versión, sino que ha sido objeto de mucha corrección y eso es inevitable, ¿no? No es que no se pueda pedir ayuda. Aquí viene algo que descubrí en mucho tiempo de práctica y es que, para quitarse el miedo a escribir, lo mejor es pensar que lo que uno está escribiendo es un borrador, que va a pasar por otra revisión, que lo va a convertir en un segundo borrador y luego un tercero, y puede haber veinte, hasta que a base de ajustes el texto quede como el ideal que uno tenía al principio. Hay mucha gente que está en contra, he tenido alumnos que me decían: "Pero entonces, la espontaneidad... ¿qué pasa con la espontaneidad?, ¿dónde queda?". No es cuestión de espontaneidad, sino de trabajo y de ajustar el producto al sueño que se tiene. ¿Verdad?

¿Qué opina de la relectura?

Tengo muy buena opinión de la relectura. Los libros deben ser escritos para ser releídos. El ideal de un escritor es que sus libros sean releídos, una vez aunque sea, pero si puede ser tres o más... eso es algo que se gana; quiere decir que el libro es rico y hay cosas que el lector no vió la primera vez. Bueno, eso pasa con los clásicos, son libros que uno está releyendo siempre. En cambio, esos libros que se venden por millares actualmente no admiten relecturas.

Si es tan amable de hablarnos libremente de su obra, y dentro de ésta, ¿cuáles son sus libros favoritos?

Entre mis libros no tengo uno que considere favorito. No tengo forma de compararlos entre ellos. Todos son diferentes: uno es una novela, y el otro un libros de ensayos... Todo lo que he escrito me gusta, lo digo sin falsa modestia; lo publiqué porque me gustaba.

¿Le gustaría decir algo a los jóvenes, algo en cuanto a la lectura, a la escritura...?

Todo aquel que tenga la oportunidad, la suerte de leer, tiene una riqueza muy grande. El simple goce lo está formando a uno, y también le está dando armas para toda la vida. En cuanto a la escritura, eso ya es otra cosa, depende de una vocación. No se puede forzar. El que quiera ser escritor va a sentir dentro de él la necesidad de expresarse, de decir lo que siente o lo que piensa. Debe sentir que es una vocación, que es un llamado; pero hay otra cosa también: no es sólo la vocación, la persona debe saber si tiene el talento, porque escribir es un arte. Eso vale para pintores, para músicos... Si no tiene talento puede pasarse toda la vida en algo que no era su vocación, pues la equivocó. ¿Qué hacer entonces? Bueno, eso cada quién lo debe resolver.