30 de junio de 2010

Las reflexiones de Federico Fellini

Si algo caracterizó a Federico Fellini fue su inalterada creatividad para mezclar sus obsesiones personales con las más diversas reflexiones sobre la naturaleza del cine, construyendo al mismo tiempo un mundo particular, privado e íntimo de imágenes visuales líricas y poéticas. Cuando murió en 1993, el periodista catalán Antonio Franco (1947) escribió un jugoso artículo en el nº 10 de la revista "Co & Co". En él afirmaba que el director italiano había definido su propia identidad por su enorme capacidad para ir por la vida mirando a su alrededor, captando las cosas cinematográficamente y descifrando las metáforas visuales que le pasaban por delante. Toda esa aptitud de apreciación "la acompañó siempre de una excepcional capacidad de distanciamiento de la esencia burguesa de acomodamiento, rendición, cobardía cotidiana, sumisión, mediocridad, imperio del ego y avidez del corto plazo" que lo rodeaba en la Italia de su época.


Durante las penurias y estrecheses que marcaron su vida en los años de la Segunda Guerra Mundial -en que buscó, sin medios, una oportunidad de convertirse en actor- la burguesía fue objeto de sus cavilaciones, de modo tal que llegó a saber verla y entenderla en toda su pobreza ideológica y su esencia superficial, captando sus afanes "para lograr una modernidad accesible, aunque sin invertir en ello la menor dosis de inteligencia". Sin embargo, Fellini fue sustancialmente un burgués "de esos que se afeitan diariamente en una barbería, que comen pasta bañada en salsa boloñesa, que gustan quedarse en su casa perezosamente ante el televisor las noches en que la esposa sale para ir al cine o a un concierto, y que nunca ocultan una actitud genéricamente machista ante las mujeres a partir del principio de que le gustan absolutamente todas", remata Franco. De esa, su propia esencia burguesa, salieron sus películas, esa esencia que lo llevó a ser consciente de los problemas y sensibilidades de su clase a lo largo de prácticamente toda la segunda mitad del siglo XX.


Desde la inicial "Lo sceicco bianco" (El jeque blanco) -hubo un film anterior codirigido con Alberto Lattuada (1914-2005): "Luci del varietá" (Luces de variedades)- hasta la postrera "La voce della luna" (La voz de la luna) pasando, naturalmente por "8½", "La dolce vita" y "Amarcord", el cine de Fellini rezumó una maestría desbordante a partir de sus legendarios personajes: las gordas cariñosas, las putas sensatas, los periodistas decadentes, los ricos sofisticados, los fascistas ordinarios, los cineastas enajenados, los sinvergüenzas modernos... Todo un catálogo de sujetos puestos de relieve de una manera más que original para quedar grabados para siempre en la mitología y convertirse en arquetipos clásicos. De sus múltiples entrevistas han quedado para la historia algunas reflexiones que merecen ser recordadas. He aquí algunas de ellas:


El cine:
"No voy nunca al cine. Pero cuando voy, sólo me interesa la historia de fondo. Nunca presto atención a los movimientos de la cámara, a los primeros planos, a los 'travellings'. No conozco los clásicos del cine: Murnau, Dreyer, Eisenstein; vergonzosamente nunca los vi. Al cine no iba mucho de niño. Muchas veces no tenía dinero, no me lo daban. Una vez que llegué a Roma, empecé a ir más al cine. Cuando no sabía adónde ir, siempre estaban las películas próximas al espectáculo de variedades. Los preliminares del espectáculo siempre me emocionaron, como el circo. El desbarajuste que precede al espectáculo de variedades, los directores que llegan a la orquesta, los acordes, la voz del cómico y los pasos de las chicas detrás del telón. Me gustaba ir por el ambiente: el ruido de la sala, el olor a pipí de niño, la salida de emergencia y el momento en que la gente, después de la película, llegaba a la calle. Ver a los hombres y las mujeres aturdidos todavía por el espectáculo y sorprendidos por el frío, alguien que canturrea el motivo de una película, risotadas, en cierto ambiente de fin del mundo, de desaire".

Luis Buñuel:
"Me habían dicho que hablaba y era sordo cuando me lo presentaron en Cannes, en 1960. Buñuel me gustó enseguida, totalmente, a causa de su pinta de zapatero, de marionetista, de minero contento porque le ha salido bien una huelga. Y cuando luego se alejó, vi que su manera de andar era la de un obrero cansado arrastrando mucho peso o tirando de una carretilla".

Los diálogos:
"En el cine los diálogos no son importantes para mí. La utilidad del diálogo es únicamente facilitar información a los espectadores, y creo que en el cine es mejor utilizar otros elementos para eso, como la iluminación, los objetos, el decorado en que se produce la acción, porque contienen mucha más carga de expresión que una serie de páginas y más páginas de diálogos".

Las películas:
"Creo que hago películas porque no sé hacer otra cosa. Desde que grité por primera vez: '¡Cámara! ¡Acción! ¡Corten!', me pareció que lo había estado haciendo siempre, que no hubiera podido hacer otra cosa y que aquello era yo y aquella era mi vida. Por eso, al hacer cine no me propongo otra cosa que seguir esa inclinación natural de contar historias que me gustan. No podría haber vivido sin hacer películas. Si hay que tener remordimientos (cosa que, entre paréntesis, no creo), yo tengo el remordimiento de no haber hecho más películas. Quisiera haber hecho de todo lo que se mira: documentales, anuncios publicitarios, emisiones infantiles, funciones de marionetas en los jardines públicos...".

Las prostitutas:
"La prostituta es el contrapunto esencial de una madre a la italiana. No se puede concebir una sin la otra. Y así como la madre nos ha nutrido y vestido, con la misma fatalidad, hablo por lo menos de mi generación, la puta nos ha iniciado en la vida sexual. Todos les estamos agradecidos a esas mujeres que han realizado nuestros deseos, nuestras esperanzas y fantasías, y las han transformado en algo casi siempre pobre y mezquino pero de todas formas fantástica. Es por lo que la prostituta, criatura infernal, conserva a pesar de ello el poder y la fascinación de aquello que parece evocado de un modo ultraterreno. No es comprensible y, por ello mismo, es inmensa e inasible, omnisciente e ingenua. Exactamente como nuestras fantasías, de las cuales es no sólo ladrona sino realizadora".

Ocho y medio:
"Pensaba que mis ideas estaban claras. Quise hacer un film honesto, sin mentiras en absoluto. Pensé que tenía algo que decir... así de sencillo. Un film que podría ser útil para todos, que ayudase a enterrar para siempre todas esas cosas muertas que todos llevamos dentro. Sin embargo, soy el primero que no tiene valor para enterrar nada. Ahora tengo la cabeza llena de confusión, tan grande como una torre. No tengo nada que decir, pero a la vez quiero decirlo todo".

El Neorrealismo:
"Para mi el neorrealismo es una manera de ver la realidad sin prejuicios, sin convicciones entre ella y yo, afrontarla sin ideas preconcebidas, mirándola de forma honesta, sea la realidad que sea. No solo la social, sino también la espiritual y la metafísica, en resumen: Todo lo que hay en el interior del hombre".

La dolce vita:
"Comprendo que 'La dolce vita' constituyó un fenómeno que trascendió la película en sí. El título de la película no tenía ninguna intención moralista ni denigrante. Sólo significaba que, a pesar de todo, la vida tiene su dulzura profunda de la que no se puede renegar. Creo que jamás tuve la intención lúcida de denunciar, criticar, fustigar, satirizar. No me enardecía la intolerancia ni el desdén ni la rabia. No quería acusar a nadie. No hay un fin. No hay un comienzo. Sólo hay la infinita pasión de la vida".

El fascismo:
"El fascismo es el entorpecimiento de la inteligencia, un condicionamiento que sofoca la imaginación y cualquier tipo de autenticidad. La forma de ser un fascista, tanto psicológica como emocionalmente, es ser una persona violenta, ignorante, exhibicionista y pueril. Yo considero al fascismo como una degeneración a nivel histórico de una temporada individual (que es la adolescencia), donde el joven se corrompe a si mismo y prolifera con la habilidad de evolucionar y convertirse en adulto. El fascista existe en todos nosotros. No podemos combatir en su contra sin identificarnos con nuestro ignorante, insignificante e impulsivo ser".

Amarcord:
"La historia sucede en lo que podría ser cualquier región de Italia en los treinta, bajo el control de la Iglesia y el Fascismo. Es el relato de la floja, impenetrable y encerrada existencia de las provincias italianas; de las perezozas, las poco visionarias y más bien ridículas aspiraciones enterradas ahí; la fascinante contemplación del mítico Rex mientras navegaba, inaccesible y inútil; el cine norteamericano con sus falsos prototipos; del 21 de abril, el nacimiento de Roma. La película quiere ser el retrato de esa provincia italiana y es por eso que el elemento que caracteriza más íntimamente el episodio del 'Federale' (el jerarca fascista) es el condicionamiento bufonesco, de teatralidad, de infantilidad, de sujeción a un poder titiritesco, a un mito ridículo, es justo el centro de la película, su clímax. El fascismo ha sido un modo de ver la vida desde un punto de vista no personal sino colectivo y, en cuanto motivo colectivo, la visita del 'Federale' es, independientemente de lo anecdótico e histórico, el verdadero fondo de toda la historia".

Los productores:
"La imbecilidad y la mediocridad de los productores de cine me han ayudado, en definitiva, a tomar conciencia sobre la naturaleza y la importancia de mi trabajo y a buscar un equilibrio sin el cual habría caído en un idealismo, en un desconocimiento de los problemas prácticos de cada día, a veces muy tontos, que constituyen la realidad del cine".

La política:
"El compromiso y la militancia política creo que impiden el desarrollo integral de las personas. Mi antifascismo es biológico. No podré olvidar jamás el aislamiento en que estuvo Italia durante veinte años. Hoy tengo una profunda aversión -y en este punto sé que soy vulnerable- hacia todas las ideas que pueden traducirse en fórmulas políticas. Estoy comprometido con la independencia respecto a los partidos. Y eso que me encanta comprometerme a fondo con las cosas frívolas y de hecho me comprometo muy a fondo con todo lo que hago".

Fantasía e imaginación:
"El 'Diccionario Palazzi' dice lacónica y textualmente de la fantasía: 'Facultad imaginativa del hombre'. Entonces pensé consultar qué decía de la imaginación, pese a que según mi opinión ambas cualidades se diferencian notablemente o, mejor dicho, son dos fases, dos momentos distintos de una misma función. A mí me parece que la imaginación, la imagen, es un producto psíquico, la materia prima del subconsciente, que éste libera y envía a la superficie, de acuerdo con ritmos, temperaturas y exigencias individuales. El 'Palazzi' añade a la palabra 'imaginación' una larga y sugestiva lista de sinónimos, derivados y consanguíneos: fantasía, alucinación, rareza, capricho, concepción, conjetura, contemplación, castillos en el aire, delirio, desvarío, ficción, extravagancia, idea, ilusión, invención, hipótesis, inspiración, espejismo, pensamiento, percepción, presentimiento, extrañeza, suposición, e incluso antojo. Puede que la fantasía sea una especie de limbo, de frontera, de zona, de dimensión propiamente fantástica donde hacemos vivir lo que deseamos. O también, la fantasía es una atmósfera impalpable e indefinible, una gran pantalla en la cual viven y se componen historias, personajes y sueños".

La televisión:
"¿Ha pasado alguna vez toda una tarde de domingo delante del televisor? A través de las diversas emisiones circula una atmósfera de relajo dominical llena de buena voluntad, una especie de ambiente de fiesta. Pero todo eso subraya ejemplarmente el carácter lúgubre, depresivo e hipnótico que caracteriza a todos los espacios televisivos. Y el telespectador cae en un tipo de distracción propio de un atardecer irreal y tonto, como el que se vive en las salas de conversación de los asilos, los hospitales, los hospicios y los demás sitios en los que la vida ha quedado en cierto modo interrumpida, alienada, decepcionada, ausente. La televisión añadió caos visual y confusión. La televisión es el espejo donde se refleja la derrota de todo nuestro sistema cultural".

El hombre creativo:
"Un hombre creativo es aquél que se coloca entre los cánones consoladores, reconfortantes, de la cultura consciente y el inconsciente, el magma original, la oscuridad, la noche, el fondo del mar. Son estas llamadas, esta mediumnidad, las que hacen al hombre creataivo. Un hombre creativo habita, se sitúa, vive en esa zona, para operar una transformación, símbolo de vida; y lo que pone en juego es su propia vida o su salud mental".

Su filmografía transitó diversos períodos de la producción audiovisual italiana. Desde la estética neorrealista surgida después de la Segunda Guerra Mundial hasta la progresiva decadencia de sus últimos años, pasando por una etapa próspera de los grandes productores en los años '60 y las alianzas y financiamientos provenientes de la televisión. Su obra se destaca también por la mezcla de lo fantasioso con la realidad subjetiva, lo que lo llevó, en algunas ocasiones, a acercarse más al surrealismo que al neorrealismo. Como quiera que sea, en ningún caso su filmografía se pareció a aquello que el escritor norteamericano James Ellroy (1948) repite varias veces en "Destination: morgue!" (Destino: la morgue) al referirse al cine de Hollywood: "Los nombres cambian en los créditos, pero la mierda es la misma de siempre".