15 de septiembre de 2010

Roberto Bolaño: "Me conmueven los lectores que se duermen con un libro debajo de la cabeza. Un libro es la mejor almohada que existe".

En la misma semana en que moría el escritor y poeta chileno Roberto Bolaño (1953-2003), la edición mexicana de la revista "Playboy" publicó una entrevista con el que, para entonces, ya era considerado por muchos el mejor escritor latinoamericano de los últimos tiempos. Autor de culto reverenciado por medios como "Libération", "The New Yorker" o "Le Monde", su obra obtuvo una gran difusión a partir de que ganara el Premio Rómulo Gallegos en 1998 con su novela "Los detectives salvajes". La periodista Mónica Maristain, a cargo de la entrevista, apuntó en la introducción que "en el desvaído panorama de la literatura en lengua española, un espacio en el que todos los días aparecen jóvenes redactores más preocupados por ganar becas y puestos en los consulados que por aportar algo a la creación artística, se destaca la figura de Roberto Bolaño, lo mejor que le ha pasado en mucho tiempo al oficio de escribir... Este hombre ha transformado el rumbo de la literatura latinoamericana. Y lo ha hecho sin avisar y sin pedir permiso". En la que sería su última entrevista, reproducida por el diario "Página/12" en su edición del 23 de julio de 2003, Bolaño habló de todo: la literatura, sus años en la pobreza, su fe en los lectores, la gramática de los desesperados, el paraíso imaginario y el infierno tan temido.


¿Le dio algún valor en su vida el haber nacido disléxico?

Ninguno. Problemas cuando jugaba al fútbol, soy zurdo. Problemas cuando me masturbaba, soy zurdo. Problemas cuando escribía, soy diestro. Como puedes ver, ningún problema importante.

¿Siguió siendo Enrique Vila Matas amigo suyo luego de la pelea que tuvo usted con los organizadores del Premio Rómulo Gallegos?

Mi pelea con el jurado y los organizadores del premio se debió, básicamente, a que ellos pretendían que yo avalara, desde Blanes y a ciegas, una selección en la que yo no había participado. Sus métodos, que una pseudo poeta chavista me transmitió por teléfono, se parecían demasiado a los argumentos disuasorios de la Casa de las Américas cubana. Me pareció que era un error enorme que Daniel Sada o Jorge Volpi fueran eliminados a las primeras de cambio, por ejemplo. Ellos dijeron que lo que yo quería era viajar con mi mujer e hijos, algo totalmente falso. De mi indignación por esta mentira surgió la carta en donde los llamé neoestalinistas y algo más, supongo. De hecho, a mí me informaron que ellos pretendían, desde el principio, premiar a otro autor, que no era Vila Matas, precisamente, cuya novela me parece buena, y que sin duda era uno de mis candidatos.

¿No cree que si se hubiera emborrachado con Isabel Allende y Angeles Mastretta otro sería su parecer acerca de sus libros?

No lo creo. Primero, porque esas señoras evitan beber con alguien como yo. Segundo, porque yo ya no bebo. Tercero, porque ni en mis peores borracheras he perdido cierta lucidez mínima, un sentido de la prosodia y del ritmo, un cierto rechazo ante el plagio, la mediocridad o el silencio.

¿Cuál es la diferencia entre una escribidora y una escritora?

Una escritora es Silvina Ocampo. Una escribidora es Marcela Serrano. Los años luz que median entre una y otra.

¿Qué le hizo creer que es mejor poeta que narrador?

La gradación del rubor que siento cuando, por pura casualidad, abro un libro mío de poesía o uno de prosa. Me ruboriza menos el de poesía.

¿Usted es chileno, español o mexicano?

Soy latinoamericano.

¿Qué es la patria para usted?

Lamento darte una respuesta más bien cursi. Mi única patria son mis dos hijos, Lautaro y Alexandra. Y tal vez, pero en segundo plano, algunos instantes, algunas calles, algunos rostros o escenas o libros que están dentro de mí y que algún día olvidaré, que es lo mejor que uno puede hacer con la patria.

¿Qué es la literatura chilena?

Probablemente las pesadillas del poeta más resentido y gris y acaso el más cobarde de los poetas chilenos: Carlos Pezoa Véliz, muerto a principios del siglo XX, y autor de sólo dos poemas memorables, pero, eso sí, verdaderamente memorables, y que nos sigue soñando y sufriendo. Es posible que Pezoa Véliz aún no haya muerto y esté agonizando y que su último minuto sea un minuto bastante largo, ¿no?, y todos estemos dentro de él. O al menos que todos los chilenos estemos dentro de él.

¿Usted tiene más amigos que enemigos?

Tengo suficientes amigos y enemigos, todos gratuitos.

¿Quiénes son sus amigos entrañables?

Mi mejor amigo fue el poeta Mario Santiago, que murió en 1998. Actualmente tres de mis mejores amigos son Ignacio Echevarría, Rodrigo Fresán y A.G. Porta.

¿Antonio Skármeta lo invitó alguna vez a su programa?

Una secretaria suya, tal vez su mucama, me llamó una vez por teléfono. Le dije que estaba demasiado ocupado.

¿Enrique Lihn, Jorge Teillier o Nicanor Parra?

Nicanor Parra por encima de todos, incluidos Pablo Neruda y Vicente Huidobro y Gabriela Mistral.

¿Eugenio Montale, T.S. Eliot o Xavier Villaurrutia?

Montale. Si en lugar de Eliot estuviera James Joyce, pues Joyce. Si en lugar de Eliot estuviera Ezra Pound, sin duda Pound.

¿Quién lee más, usted o Rodrigo Fresán?

Depende. El Oeste es para Rodrigo. El Este para mí. Luego nos contamos los libros de nuestras correspondientes áreas y parece que lo hubiéramos leído todo.

¿Cuál es el mejor poema de Pablo Neruda según usted?

Casi cualquiera de "Residencia en la tierra".

¿Qué le hubiera dicho a Salvador Allende si lo hubiera conocido?

Poco o nada. Los que tienen el poder (aunque sea por poco tiempo) no saben nada de literatura, sólo les interesa el poder. Y yo puedo ser el payaso de mis lectores, si me da la real gana, pero nunca de los poderosos. Suena un poco melodramático. Suena a declaración de puta honrada. Pero, en fin, así es.

¿Y a Vicente Huidobro?

Huidobro me aburre un poco. Demasiado "tralalí alalí", demasiado paracaidista que desciende cantando como un tirolés. Son mejores los paracaidistas que descienden envueltos en llamas o, ya de plano, aquellos a los que no se les abre el paracaídas.

¿Octavio Paz sigue siendo el enemigo?

Para mí, ciertamente, no. No sé qué pensarán los poetas que durante esa época, cuando yo viví en México, escribían como sus clones. Hace mucho que no sé nada de la poesía mexicana. Releo a José Juan Tablada y a Ramón López Velarde, incluso puedo recitar, si se tercia, a Sor Juana, pero no sé nada de lo que escriben los que, como yo, se acercan a los cincuenta años.

¿No le daría ahora ese papel a Carlos Fuentes?

Hace mucho que no leo nada de Carlos Fuentes.

¿Qué le produce el hecho de que Arturo Pérez Reverte sea actualmente el escritor más leído en lengua española?

Pérez Reverte o Isabel Allende. Da lo mismo. Feuillet era el autor francés más leído de su época.

¿Y el hecho de que Arturo Pérez Reverte haya ingresado a la Real Academia?

La Real Academia es una cueva de cráneos privilegiados. No está Juan Marsé, no está Juan Goytisolo, no está Eduardo Mendoza ni Javier Marías, no está Olvido García Valdez, no recuerdo si está Alvaro Pombo (probablemente si está se deba a una equivocación), pero está Pérez Reverte. Bueno, Paulo Coelho también está en la Academia brasileña.

¿Cuál es la opinión en torno de su obra que más valora?

Mis libros los lee mi esposa Carolina y después Jorge Herralde, y después procuro olvidarlos para siempre.

¿Ha experimentado el hambre feroz, el frío que cala los huesos, el calor que deja sin aliento?

Como dice Vittorio Gassman en una película: modestamente, sí.

¿Ha robado algún libro que luego no le gustó?

Nunca. Lo bueno de robar libros y no cajas fuertes es que uno puede examinar con detenimiento su contenido antes de perpetrar el delito.

¿A qué personajes de la historia universal le hubiera gustado parecerse?

A Sherlock Holmes. Al capitán Nemo. A Julien Sorel, nuestro padre, al príncipe Mishkin, nuestro tío, a Alicia, nuestra profesora, a Houdini, que es una mezcla de Alicia, de Sorel y de Mishkin.

¿Le preocupan las listas de ventas de sus libros?

En lo más mínimo.

¿Piensa alguna vez en sus lectores?

Casi nunca.

¿Qué cosas de todas las que le han dicho sus lectores en torno de sus libros lo han conmovido?

Me conmueven los lectores a secas, los que aún se atreven a leer el "Diccionario filosófico" de Voltaire, que es una de las obras más amenas y modernas que conozco. Me conmueven los jóvenes de hierro que leen a Cortázar y a Parra, tal como los leí yo y como intento seguir leyéndolos. Me conmueven los jóvenes que se duermen con un libro debajo de la cabeza. Un libro es la mejor almohada que existe.

¿Qué siente cuando hay críticos como Darío Osses que considera que usted es el escritor latinoamericano con más futuro?

Debe ser una broma. Yo soy el escritor latinoamericano con menos futuro. Eso sí, soy de los que tienen más pasado, que al cabo es lo único que cuenta.

¿Le despierta curiosidad el libro crítico que está preparando su compatriota Patricia Espinoza?

Ninguna. Espinoza me parece una crítica muy buena, independientemente de cómo vaya a quedar yo en su libro, que supongo que no muy bien, pero el trabajo de Espinoza es necesario en Chile. De hecho, la necesidad de una, llamémosla así, nueva crítica, es algo que empieza a ser urgente en toda Latinoamérica.

¿Y el de la argentina Celina Mazoni?

A Celina la conozco personalmente y la quiero mucho. A ella le dediqué uno de los cuentos de "Putas asesinas".

¿Escribe a mano?

La poesía, sí. Lo demás, en una vieja computadora de 1993.

¿Cuándo supo que estaba gravemente enfermo?

En el '92.

¿Qué cosas de su carácter cambió la enfermedad?

Ninguna. Supe que no era inmortal, lo cual, a los treintiocho años, ya iba siendo hora de que lo supiera.

¿Qué cosas desea hacer antes de morir?

Ninguna en especial. Bueno, preferiría no morirme, claro. Pero tarde o temprano la distinguida dama llega, el problema es que a veces no es una dama ni mucho menos es distinguida, sino más bien, como dice Nicanor Parra en un poema, es una puta caliente, que es algo que hace dar diente con diente al más pintado.

¿Con quién le gustaría encontrarse en el más allá?

No creo en el más allá. Si existiera, qué sorpresa. Me matricularía de inmediato en algún curso que estuviera dando Pascal.

¿Usted ve su obra como la suelen ver sus lectores y críticos: arriba de todo "Los detectives salvajes" y luego todo lo demás?

La única novela de la que no me avergüenzo es "Amberes", tal vez porque sigue siendo ininteligible. Las malas críticas que ha recibido son mis medallas ganadas en combate, no en escaramuzas con fuego simulado. El resto de mi "obra", pues bueno, no está mal, son novelas entretenidas, el tiempo dirá si algo más. Por ahora me dan dinero, se traducen, me sirven para hacer amigos que son muy generosos y simpáticos, puedo vivir, y bastante bien, de la literatura, así que quejarse sería más bien gratuito y desagradecido. Pero la verdad es que no les concedo mucha importancia a mis libros. Estoy mucho más interesado en los libros de los demás.

¿"El ojo Silva" es un homenaje a Julio Cortázar?

De ninguna manera.

Cuando terminó de escribir "El ojo Silva", ¿no sintió que había escrito un cuento capaz de estar a la altura, por ejemplo, de "Casa tomada"?

Cuando terminé de escribir "El ojo Silva" dejé de llorar o algo parecido. Qué más quisiera yo que se pareciera a uno de Cortázar, aunque "Casa tomada" no es uno de mis favoritos.

¿Cuáles son los cinco libros que marcaron su vida?

Mis cinco libros en realidad son cinco mil. Menciono éstos sólo a manera de punta de lanza o embajada aviesa: el "Quijote", de Cervantes; "Moby Dick", de Melville; la "Obra Completa", de Borges; "Rayuela", de Cortázar; "La conjura de los necios", de John Kennedy Toole. Pero también debería citar: "Nadja", de Breton; las "Cartas" de Jacques Vaché; todo "Ubú", de Jarry; "La vida, instrucciones de uso", de Perec; "El castillo" y "El proceso", de Kafka; los aforismos de Lichtenberg; el "Tractatus", de Wittgenstein; "La invención de Morel", de Bioy Casares; el "Satiricón", de Petronio; la "Historia de Roma", de Tito Livio; los "Pensamientos", de Pascal.

¿Se lleva bien con su editor?

Bastante bien. Herralde es una persona inteligente y a menudo encantadora. Tal vez a mí me convendría más que no fuera tan encantador. Lo cierto es que ya hace ocho años que lo conozco y, al menos de mi parte, el cariño no hace más que crecer, como dice un bolero. Aunque tal vez me convendría no quererlo tanto.

¿Qué dice de los que piensan que "Los detectives salvajes" es la gran novela mexicana de la contemporaneidad?

Que lo dicen por lástima, me ven decaído o desmayándome en las plazas públicas y no se les ocurre nada mejor que una mentira piadosa, que por lo demás es lo más indicado en estos casos y ni siquiera es pecado venial.

¿Es cierto que fue Juan Villoro el que le convenció para que no titulara "Tormentas de mierda" a su novela "Nocturno de Chile"?

Entre Villoro y Herralde.

¿De quién más escucha consejos alrededor de su obra?

Yo no escucho consejos de nadie, ni siquiera de mi médico. Yo doy consejos a diestra y siniestra, pero no escucho ninguno.

¿Cómo es Blanes?

Un pueblo bonito. O una ciudad pequeñita de treinta mil habitantes, bastante bonita. Fue fundada hace dos mil años por los romanos, y luego pasaron por aquí gente de todos los lugares. No es un balneario de ricos sino de proletarios. Obreros del norte o del este. Algunos se quedan a vivir para siempre. La bahía es bellísima.

¿Extraña algo de su vida en México?

Mi juventud y las caminatas interminables con Mario Santiago.

¿A qué escritor mexicano admira profundamente?

A muchos. De mi generación admiro a Sada, cuyo proyecto de escritura me parece el más arriesgado, a Villoro, a Carmen Boullosa. Entre los más jóvenes me interesa mucho lo que hacen Alvaro Enrigue y Mauricio Montiel, o Volpi e Ignacio Padilla. Sigo leyendo a Sergio Pitol, que cada día escribe mejor. Y a Carlos Monsiváis, el cual, según me contó Villoro, motejó como Pol Pit a Taibo II o III (o IV), lo que me parece un hallazgo poético. Pol Pit, ¿es perfecto, no? Monsiváis sigue con las uñas aceradas. También me gusta mucho lo que hace Sergio González Rodríguez.

¿El mundo tiene remedio?

El mundo está vivo y nada vivo tiene remedio y ésa es nuestra suerte.

¿Usted tiene esperanzas, en qué, en quiénes?

Mi querida Maristain, vuelve usted a empujarme a los potreros de la cursilería, que son mis potreros natales. Yo tengo esperanza en los niños. En los niños y en los guerreros. En los niños que follan como niños y en los guerreros que combaten como valientes. ¿Por qué? Me remito a la lápida de Borges, como diría el ínclito Gervasio Montenegro, de la Academia (como Pérez Reverte, fíjese usted) y no hablemos más de este asunto.

¿Qué sentimientos le despierta la palabra póstumo?

Suena a nombre de gladiador romano. Un gladiador invicto. O al menos eso quiere creer el pobre Póstumo para darse valor.

¿Qué opina de quienes opinan que usted ganará el Premio Nobel?

Estoy seguro, querida Maristain, de que no lo ganaré, como también estoy seguro de que algún atorrante de mi generación sí que lo ganará y ni siquiera me mencionará de pasada en su discurso de Estocolmo.

¿Qué le hubiera gustado ser si no hubiera sido escritor?

Me hubiera gustado ser detective de homicidios, mucho más que ser escritor. De eso estoy absolutamente seguro. Un tira de homicidios, alguien que puede volver solo, de noche, a la escena del crimen y no asustarse de los fantasmas. Tal vez entonces sí que me hubiera vuelto loco, pero eso, siendo policía, se soluciona con un tiro en la boca.

¿Confiesa que ha vivido?

Bueno, sigo vivo, sigo leyendo, sigo escribiendo y viendo películas, y como les dijo Arturo Prat a los suicidas de la Esmeralda, mientras yo viva, esta bandera no se arriará.