28 de marzo de 2011

Marta Lamas: "La carencia de eslabonar todo el proceso de por qué una mujer puede embarazarse e interrumpir ese embarazo, sigue oculta tras velos moralistas"

La antropóloga mexicana Marta Lamas (1947) ha participado en la creación de diversas instituciones que promueven la equidad, la paridad, los derechos sexuales y reproductivos, la autonomía de las mujeres y también su incorporación en la política. Una de ellas, el Grupo de Información en Reproducción Elegida (GIRE), se dedica a la lucha por la despenalización del aborto. Otra, el Instituto de Liderazgo Simone de Beauvoir, tiene como objetivo la formación de mujeres con perspectiva de género. A partir de "Le deuxième sexe" (El segundo sexo), el 
ensayo en que Simone de Beauvoir (1908-1986), desarrolló una aguda formulación sobre el "género" planteando que las ca­racterísticas humanas consideradas como "femeninas" son adqui­ridas por las mujeres mediante un complejo proceso individual y social, en vez de derivarse "naturalmente" de su sexo, Lamas reflexiona: "A diferencia de las categorías 'clase social' o 'etnia', que han sido instrumentos analíticos desde hace mucho tiempo, la categoría 'género' es una herramienta de reciente creación y su uso no está generalizado. Así, al afirmar en 1949: 'Una no nace, sino que se hace mujer', de Beauvoir hizo la primera declaración célebre sobre el género. Su reflexión abrió un campo nuevo para la interpretación del problema de la igualdad entre los sexos y enmarcó el campo de la investigación académica feminista posterior". "No es lo mismo el sexo biológico que la identidad asignada o adquirida -afirma la antropóloga-; si en diferentes culturas cambia lo que se considera femenino o masculino, obviamente dicha asignación es una construcción social, una interpretación social de lo biológico. Lo que hace femenina a una hembra y masculino a un macho no es pues, la biología, el sexo; de ser así, ni se plantearía el problema. El sexo biológico, salvo raras excepciones, es claro y constante; si de él dependieran las características de género, las mujeres siempre tendrían las características consideradas femeninas y los varones las masculinas, además de que éstas serían universales". Considera Lamas que "la división en géneros, basada en la anatomía de las personas, supone además formas determinadas -frecuentemente conceptualizadas como complementarias y excluyentes- de sentir, de actuar, de ser. Estas formas, la femenina y la masculina, se encuentran presentes en personas cuya anatomía no corresponde al género asignado; la manera en que la cultura acepta o rechaza la no correspondencia entre sexo y género varía, y hay algunas donde aparece un tercer género, también llamado transexual, que puede también estar diferenciado en dos géneros, que corresponderían a las variantes de mujer/masculina y varón/femenino, llegando así a cuatro el número de los géneros posibles". La acepción de la categoría "género" como construcción social de lo femenino y lo masculino apareció a mediados del siglo pasado en los primeros trabajos del neuroendocrinólogo y psicólogo neozelandés John Money (1921-2006). Sin embargo, el que estableció ampliamente la diferencia entre sexo y género fue el psicoanalista norteamericano Robert Stoller (1924-1991) a partir del estudio de los trastornos de la identidad sexual. "Stoller -detalla Lamas- examinó casos en los que la asignación de género falló, ya que las características externas de los genitales se prestaban a confusión. Tal es el caso de niñas con un síndrome adrenogenital, o sea, niñas cuyos genitales externos se han masculinizado aunque tienen un sexo genético (XX), anatómico (vagina y clítoris) y hormonal femenino. En los casos estudiados, a estas niñas se les asignó un papel masculino; y este error de rotular a una niña como niño resultó imposible de corregir después de los primeros tres años de edad. La personita en cuestión retenía su identidad inicial de género pese a los esfuerzos por corregirla. También hubo casos de niños genéticamente varones que, al tener un defecto anatómico grave o haber sufrido la mutilación del pene, fueron rotulados previsoriamente como niñas, de manera que se les asignó esa identidad desde el inicio, y eso facilitó el posterior tratamiento hormonal y quirúrgico que los convertiría en mujeres. Esos casos hicieron suponer a Stoller que lo que determina la identidad y el comportamiento de género no es el sexo biológico, sino el hecho de haber vivido desde el nacimiento las experiencias, ritos y costumbres atribuidos a cierto género. Y concluyó que la asignación y adquisición de una identidad es más importante que la carga genética, hormonal y biológica". Para la doctora Lamas, tres son las instancias básicas sobre las que se articula la categoría "género" desde la perspectiva psicológica: a) La asignación de género: se realiza en el momento en que nace el bebé a partir de la apariencia externa de sus genitales. Cuando dicha apariencia está en contradicción con la carga cromosómica y esa contradicción no es detectada, o se prevé su resolución o tratamiento, se generan graves trastornos; b) La identidad de género: se establece más o menos a la misma edad en que el infante adquiere el lenguaje y es anterior a su conocimiento de la diferencia anatómica entre los sexos. Desde dicha identidad, el niño estructura su experiencia vital. El género al que pertenece lo hace identificarse en todas sus manifestaciones: sentimientos o actitudes de "niño" o de "niña”, comportamientos, juegos, etcétera. Después de establecida la identidad de género, cuando un niño se sabe y asume como perteneciente al grupo de lo masculino y una niña al de lo femenino, ésta se convierte en un tamiz por el que pasan todas sus experiencias. Ya asumida la identidad de género, es casi imposible cambiarla; y c) El papel de género: este rol se forma con el conjunto de normas y prescripciones que dictan la sociedad y la cultura sobre el comportamiento femenino o masculino. Aunque hay variantes de acuerdo con la cultura, la clase social, el grupo étnico y hasta el nivel generacional de las personas, se puede sostener una división básica que corresponde a la división sexual del trabajo más primitiva: las mujeres paren a los hijos y, por lo tanto, los cuidan: ergo, lo femenino es lo maternal, lo doméstico, contrapuesto con lo masculino como lo público. La dicotomía masculino-femenino, con sus variantes culturales, establece estereotipos, las más de las veces rígidos, que condicionan los papeles y limitan las potencialidades humanas de las personas al estimular o reprimir los comportamientos en función de su adecuación al género. "La existencia de distinciones socialmente aceptadas entre hombres y mujeres -observa Lamas- es justamente lo que da fuerza y coherencia a la identidad de género, pero hay que tener en cuenta que si el género es una distinción significativa en gran cantidad de situaciones, es porque se trata de un hecho social, no biológico. Si bien las diferencias sexuales son la base sobre la cual se asienta una determinada distribución de papeles sociales, esta asignación no se desprende "naturalmente" de la biología, sino que es un hecho social. Es importante analizar la articulación de lo biológico con lo social y no tratar de negar las diferencias biológicas indudables que hay entre mujeres y hombres; pero también hay que reconocer que lo que marca la diferencia fundamental entre los sexos es el género". Para referirse a diversos temas vinculados a esta problemática, la doctora Marta Lamas fue entrevistada por Mario Luis Fuentes para el nº 8 de la revista "México Social" que apareció en marzo de 2011.


Estamos terminando la primera década del siglo XXI; en ese sentido, ¿cuál sería tu reflexión sobre estos diez años?, ¿cuáles serían, a tu juicio, las cosas distintivas de esta década y en qué se diferencian, en lo que se refiere a la agenda de la equidad entre hombres y mujeres con la que cerramos el siglo XX?

Lo primero que debo decir es desde una posición relativamente "etnocéntrica", puesto que el escenario que más conozco es el de la Ciudad de México, y es que en esta primera década se han cumplido en el Distrito Federal dos o tres reivindicaciones por las que estamos luchando desde el siglo pasado; la despenalización del aborto, el matrimonio entre personas homosexuales y la ley de identidad de género para las personas transexuales. Las últimas dos son demandas verdaderamente del siglo XXI; la primera sí se consiguió en el siglo XX en muchas otras partes, pero son cuestiones de la agenda que sólo se han dado muy acotadamente en la Ciudad de México y que todavía falta que se den en todo el país, entonces digamos que mi respuesta es la respuesta de una "chilanga" (natural de México D.F.), pero al mismo tiempo respondo como mexicana, pues todavía estos temas y estas demandas no están en las agendas de las demás entidades federativas.

Eso nos sitúa una nueva dimensión, sobre todo hablando del federalismo social salvaje -como le ha llamado Rolando Cordera-, en que cada entidad parece ser un espacio en el cual las visiones y percepciones de derechos, obligaciones de Estado de cada individuo están variando. Diríamos que como resultado la República social se está abriendo cada vez más, y refiriéndome a lo que tú indicas, también habría una ruptura en el ámbito de los marcos jurídicos: lo que en un lugar es un derecho (el D.F.), en Morelos se convierte en un crimen.

Claro, en un delito, aunque haya entidades como el D.F. en donde son derechos consagrados jurídicamente. Además, debemos señalar que culturalmente sigue habiendo homofobia, estigma en contra de las mujeres que abortan; es decir, el cambio cultural está siendo mucho más lento. A pesar de todo creo que la tendencia se dirigirá hacia una aceptación progresiva de la diversidad humana en todas sus expresiones. Lo que hoy debemos reconocer sin embargo es el hecho de que el cambio en las leyes no implica necesariamente ni los usos ni costumbres, ni todas las mentalidades. Hay demandas que las feministas venimos impulsando desde hace cuarenta años, desde los setenta, como toda la exclusión sobre el trabajo doméstico, la necesidad de transformar la ley general del trabajo y darle a las trabajadoras y los trabajadores domésticos el mismo horario de ocho horas que tienen los demás trabajos, con garantías en términos de seguridad social y derechos de trabajadores. En cuarenta años no hemos conseguido que eso entre en la agenda de discusión laboral; como el tema de la reglamentación del comercio sexual en donde realmente todo el peso de la política pública y de la represión policial cae sobre quien ofrece los servicios sexuales y no sobre quien los solicita o "consume". Entonces hay otro tipo de discusiones que ni siquiera han logrado ganar un espacio en la discusión política de los grupos progresistas, lo que se transforma en rezagos que le cobran a la población femenina la mayor cuota de discriminación o de explotación. Hay otras agendas de "punta" que se están discutiendo en la Ciudad de México que permiten al menos esbozar un panorama de mayores libertades y de una mentalidad más abierta entre un sector de nuestros gobernantes; al mismo tiempo veo diversos claroscuros: por un lado, ciertos avances que en términos simbólicos son muy importantes, aunque todavía tengan sus "asegunes"; por el otro, está el silencio con respecto a ciertos temas, como el tema del trabajo doméstico asalariado. Por ejemplo, en la Ley General del Trabajo de 1974 una mujer casada tenía que obtener permiso escrito del marido para poder trabajar; fuimos viendo punto por punto y llegamos al tema de los trabajadores del hogar: la ley sigue igual desde entonces. Lo que dice la Ley Federal del Trabajo es que tendrán el tiempo necesario para tomar sus alimentos y el descanso por la noche y eso te está dando jornadas de trabajo de dieciséis horas, que nada que ver con las ocho horas reglamentarias que tiene un trabajo; adicionamente las trabajadoras domésticas en general, no tienen ninguna garantía en términos de seguridad social, a menos que sea voluntario. Simultáneamente veo esas dos cosas: la dificultad de romper con la explotación relacionada con un tema tan importante como el de los trabajadores domésticos, que en cuarenta años no se ha podido modificar; y, en esta primera década, tres cambios simbólicos muy importantes, pero exclusivamente para la Ciudad de México, lo que genera un desequilibrio en términos de un avance muy diferenciado y muy segmentado en el cumplimiento de los derechos de las mujeres.

Si entiendo bien, lo que nos muestras es un panorama caracterizado por una "doble realidad". Por un lado, leyes de vanguardia centralizadas en una ciudad como el Distrito Federal, en medio de un ambiente cultural en el que hay mentalidades que se oponen al cambio. Coincidiendo con ello, lo que yo percibo es también un endurecimiento de las posiciones conservadoras que pretender homogeneizar las visiones sobre lo que es ser y vivir en este mundo. Veo, pues, un endurecimiento de los grupos más conservadores e intolerantes, que están obligando a que las protestas y movilizaciones sean más estridentes, ¿tendrías una apreciación similar?

Lo que yo percibo es un cambio muy marcado a partir de 1991, cuando con Salinas de Gortari se reformó el artículo 130 Constitucional y mediante el cual se le dio personalidad jurídica a las iglesias. Eso que fue un gesto de modernidad, de decir "hay libertad de creencias", lo que trajo de manera paralela un protagonismo público mucho mayor de los representantes de las iglesias y en concreto de la Iglesia Católica. De 1991 hacia acá hemos visto que este protagonismo ha estado encabezando toda una política de suma intolerancia, muy cerrada y en contra de las diferencias; cuestiones frente a las cuales, en los '70 y los '80, la Iglesia no tenía ese papel público; y aunque tenía una presencia y tenían sus espacios y sus mecanismos de relación institucional, no entraba al debate político o al debate público con ese nivel de intolerancia. Me acuerdo lo que fueron los '70 y los '80, y he estado viendo lo que fueron los '90 y ahora, a partir de 2000, los primeros diez años, y en efecto percibo el endurecimiento que tú ves. Estamos frente a un conservadurismo impulsado por un protagonismo inédito de obispos que son de verdad ignorantes en muchos de los temas en los que se están metiendo, sin dejar de mencionar una alianza muy clara entre algunos sectores empresariales de elite, con estos grupos religiosos. Esa alianza llega a censurar la discusión política y jurídica de ciertos temas, como el aborto o el libre ejercicio de las preferencias sexuales, mediante decisiones empresariales desde las que se amenaza con retirar publicidad de los medios de comunicación si se abre la discusión en torno a esos temas, sobre todo en televisión; creo que a la radio no la han podido controlar de la misma manera. Coincido contigo en este giro conservador y más intolerante que se ve en los últimos años, y lo adjudico a este protagonismo de jerarcas religiosos que inciden en la vida pública de la mano de empresarios que están condicionando la agenda de discusión y de debate público a la agenda teológica. Lo interesante en todo esto es observar que el cerrar los espacios informativos y de debate público en una democracia constituye un contrasentido mayor, pues una democracia debe ser alimentada por el debate público; de tal modo que imponer de manera autoritaria de qué se habla y de qué no en público, bajo la amenaza de retirar inversión en publicidad en medios de comunicación, constituye una amenaza a las libertades. Ahora bien, estoy convencida de que este reticencia al debate abierto en condiciones de equidad, está siendo bloqueado porque los jerarcas eclesiales saben que si se discuten estos temas con seriedad, ellos pierden. Es decir, si tú pones a médicos, psicólogos, filósofos, abogados y a gente especialista del colegio de bioética, de las universidades, a hablar del aborto o de las preferencias sexuales, la postura oficial de la Iglesia Católica se viene para abajo; entonces, como no están dispuestos a rectificar su posición definida desde el Vaticano, buscan impedir que se hable, que se esclarezca, que se discuta; eso es lo que desde mi perspectiva explica el giro conservador del que hablamos.

Me gustaría tocar ahora otras dos dimensiones; no hay duda, según los datos oficiales, de que teniendo una población joven con mayores grados de escolaridad, la tasa de fecundidad en mujeres menores de veinte años no disminuye, es decir, el embarazo de las adolescentes se está convirtiendo en uno de los temas más complejos porque obviamente está atrapado entre estos silencios y esta mediación represiva sobre los derechos sexuales y reproductivos. Por otra parte está la demografía, en donde estamos observando que la tasa de fecundidad se sigue manteniendo alta, en particular entre las mujeres más jóvenes, pero también entre las más pobres. Lo que está ocurriendo, desde mi perspectiva es que estamos frente a un sistema de protección social que no tiene nada que ofrecer a las mujeres jóvenes una vez que tienen un hijo no deseado. ¿Cuál sería tu percepción en términos de cómo hacer compatible la disponibilidad de mayor información y una realidad en la que estamos dejando de tener el famoso "bono demográfico" para pasar a una especie de "tragedia demográfica"? ¿Cómo construir un sistema de protección social con una propuesta clara para la protección de los derechos sexuales y reproductivos de la población?

Creo que el problema no es sólo que no tengamos una propuesta clara; tenemos políticas y decisiones basadas en el supuesto de que las mujeres jóvenes pueden elegir, es decir, que tienen la posibilidad de tomar decisiones libremente, y se está dejando de lado todo lo que implica el inconsciente, la valoración de la feminidad y la doble moral. Recuerdo que hace unos años una colega hizo una investigación en el hospital G.A. González con chicas adolescentes embarazadas, y ocurría esto que tú dices, eran chicas de quince, dieciséis, 
diecisiete años; todas sabían que existían los anticonceptivos, y cuando la investigadora profundizaba en la entrevista para indagar qué era lo que había pasado, lo que encontró es que no faltaba información, sino que se trataba del tema de la doble moral: si esta chica de quince o dieciséis años le decía al novio que había que usar anticonceptivos o prepararse para tener una relación sexual, ella quedaba como una mujer que ya tenía experiencia, que ya había tenido relaciones sexuales y que sabía que había que usar anticonceptivos. Había un proceso de autoengaño en donde la joven daba la "prueba de amor" sin prepararse para también demostrar que ella era decente y que no era una puta que ya había tenido relaciones antes, entonces había todo un tema con la doble moral que revoloteaba en las cabecitas de estas chicas; lo que evidencia que sigue vigente esta valoración de los hombres de que hay dos tipos de mujeres: las decentes y las putas, y si tú para una relación sexual te preparas o usas anticonceptivos, probablemente ya tuviste sexo con otros hombres; en cambio si eres decente, eres ignorante, no sabes nada y en un ataque de amor te entregas en confianza y sin tomar ninguna precaución. A mí me impactó muchísimo desde entonces esta investigación porque es una de las pocas que yo conozco en las que se le da un lugar importante al análisis del tema de la doble moral, al tema cultural, al tema de la construcción de la feminidad, un estatuto igual de importante que simplemente el acceso a la información. Está claro que las chicas de quince o dieciséis años saben que existen los anticonceptivos, pero lo que se está jugando en esa relación -además ahora la edad en la que se está entrando a las relaciones sexuales es a los catorce o quince años- también es su imagen de mujer decente y de todo el tema de "yo no me puedo preparar para esto, va a ser un momento de pasión en la que me voy a entregar y en el cual voy a demostrar que soy decente". Yo creo que habría mucho que hacer, que esa propuesta de información debería de ir acompañada de campañas de información social en donde estemos remarcando que no hay mujeres decentes y putas, que todas somos putas o todas somos decentes, claro que el gobierno acepte una campaña que diga "no somos putas o decentes", lo veo francamente difícil. Si no le quitamos la valoración sexista, machista a la relación sexual, ésta seguirá siendo para los chavos sinónimo de colgarse una medallita al echarse a una chava; en contraste, para la mujer tener una relación significa perder la virginidad; pierdes decencia, pierdes reputación, por lo que no es de extrañar que las chicas no hagan nada para prepararse para tener una relación sexual, puesto que simplemente el deseo de aceptar que se quiere tener una relación sexual va en contra de todo lo que culturalmente es considerado "ser una mujer decente". Está también, del lado psíquico, el tema de la necesidad de muchas mujeres de confirmar que son fértiles, y muchas chicas que se embarazarían a los quince o dieciséis años por esta cuestión inconsciente de ver si van a poder ser madres, tampoco tienen tan claro que pueden luego interrumpir ese embarazo, cosa que ocurre en otros países. En Europa se han visto curvas en donde las chicas se embarazan a los quince o dieciséis, pero luego van a tener un aborto legal, pues lo que están haciendo es esa comprobación de decir: sí soy fértil, sí voy a poder ser madre. Aquí hay una ley que permite la interrupción legal del embarazo, y este servicio sólo se da en las catorce clínicas del gobierno del Distrito Federal; pero el Hospital de la Mujer o los hospitales que dependen del gobierno federal y que están en la Ciudad de México, que tendrían que estar cumpliendo la ley, no lo están haciendo. No hay una campaña que diga: "Si quedaste embarazada sin desearlo, ven a las clínicas del seguro social". Todavía existe esta actitud conservadora, negadora de la realidad, que no pone de la mano que el tema de un embarazo tiene que ser algo decidido, consciente y voluntario; no puedes quedar embarazada por casualidad, por tu inconsciente, porque no te atreviste a pedirle al novio que se pusiera condón, o porque inconscientemente estás tratando de ver si eres o no eres fértil. Entonces, esta carencia de eslabonar todo el proceso de por qué una mujer puede embarazarse e interrumpir ese embarazo, sigue oculta tras los velos moralistas e inscrita en un discurso social y cultural donde ser madre es lo más valorado por una mujer en términos de identidad; ser madre es culturalmente considerado lo más importante en la vida; entonces muchas chiquillas, en el momento en que se dan cuenta de que pueden ser madres, y no está muy claro que puedan rectificar fácilmente, se aferran a esa identidad, y ya vemos lo que implica tener niñas de quince o dieciséis años que van a dejar de estudiar, que van a tener muchas menos oportunidades laborales y que después de tener un hijo probablemente van a tener un segundo o un tercero en un lapso muy corto. Por otro lado, no me sorprenden los datos demográficos que estamos viendo, ni las consecuencias, que esas las ha planteado claramente la CEPAL, en vista de todo lo que implica la maternidad adolescente, cómo le quita a las mujeres oportunidades de estudio, de trabajo, de conseguir un salario digno, y cómo empobrece a las chicas que tienen a sus hijos en ese momento de la vida; económica y mentalmente.

Rescato y subrayo que, normalmente, el pensar social se hace siempre buscando determinantes estructurales socialmente y pocas veces se enfatiza esta parte en la cual se encuentra la subjetividad como un elemento que detona decisiones y que tendría el mismo o mayor peso que los determinantes sociales, y ésa es una de las grandes deficiencias que tiene el pensamiento de lo social: la enorme negación de la subjetividad, asumiendo que es un elemento que no incide en el sistema de decisiones de las personas. Lo anterior me lleva a otra pregunta; no hay duda que la violencia de género ha sido uno de los elementos que está caracterizando a esta primera década. Estudios recientes ubican al entorno urbano como factor que hace permisible y que genera estos procesos de maltrato; apuntando a que el espacio público urbano es un elemento fundamental en la generación de condiciones para que la violencia se ejerza. En estos contextos, ¿cómo podríamos pensar esta violencia social que se ejerce contra las mujeres y que de algún modo se ha invisibilizado por la brutal batalla que el gobierno ha emprendido contra el crimen organizado?

La violencia social sigue siendo más hacia los hombres que hacia las mujeres. Sí hay una violencia específica que es esta violencia de la pareja, del novio, del amigo, del amante, contra la mujer y que es muy desproporcionada. Es decir, que en ese tipo de violencia de relación hay un noventa y tantos por ciento de hombres que matan a su pareja y hay muy pocos casos de mujeres que matan a su pareja masculina. El tema de los feminicidios, que es un tema político muy importante en estos momentos en nuestro país, yo lo leo mucho más con la interpretación que hace la antropóloga argentina Rita Laura Segato; recientemente la Universidad del Claustro de Sor Juana publicó un libro donde ella hace toda la interpretación sobre las muertas de Juárez; es algo que hablaba yo mucho con Monsiváis, porque él decía que los crímenes de odio son crímenes en donde la gente mata porque odia lo que significa esa persona. Los que matan judíos, negros, homosexuales o mujeres serían crímenes de odio; esta antropóloga, sin embargo, se desmarca de esta interpretación y dice que en los feminicidios lo que encuentra es lo que denomina como crímenes de segundo Estado o de Estado clandestino, en donde en ciertas sociedades las funciones del Estado las ocupan los narcos o los paramilitares y en donde las mujeres se vuelven objetos para que los hombres hagan pactos entre ellos. Por ejemplo, en Ciudad Juárez, que es un territorio ferozmente disputado por los cárteles, la manera en que reclutan nuevos integrantes de ese grupo es pidiéndoles una prueba de lealtad y se les dice: "para entrar a este grupo y saber que verdaderamente eres uno de nosotros vas a tener que salir y matar a una de estas chavas y violarla y cortarle los pechos y mutilarla, para que nosotros veamos que eres suficientemente hombre, que eres capaz de hacer eso y que eres uno de nosotros". Entonces ahí no es tanto un crimen de odio misógino de "vamos a matar a las mujeres porque son mujeres y nosotros odiamos a las mujeres". Sino que las mujeres se vuelven como una especie de objetos desechables, una prueba de hombría. Rita Laura habla de las fraternidades en el clandestinaje que usan este tipo de crímenes. Creo que es muy importante que empecemos, cuando se habla de la violencia, a hacer este tipo de diferencias; una cosa son los crímenes que ocurren en relaciones, que pueden ser crímenes pasionales, misóginos, de violencia doméstica; otros son los feminicidios que son producto de este tipo de bandas o de grupos clandestinos que usan a las mujeres como una prenda para fortalecer los lazos de lealtad entre ellos; otra es la violencia, que está generando a su vez más violencia, y en donde el mayor número de víctimas son hombres y no mujeres. Hay distintos planos de análisis. A mí me parece que es importante, en el caso de la violencia hacia las mujeres, marcar la diferencia que habría entre el marido que en un momento determinado estrangula o le da un balazo a la mujer, lo que muy pocas mujeres hacen con sus maridos, no sé si porque en la mayoría de las parejas los hombres son más altos y más grandes de edad que las mujeres y está difícil "ponérseles al brinco", o también por cuestiones culturales, que dan como resultado que las mujeres no hemos tenido un entrenamiento cultural para soltar nuestro enojo y no nos peleamos cuando somos chicas; al contrario, desde los estereotipos establecidos, una mujer que grita y que pelea se ve poco femenina; en cambio un hombre que se enoje, grite y se pelee, fortalece su masculinidad. Creo que en este momento sería súper interesante revisar las categorías y las consecuencias de las distintas violencias. Yo creo que la violencia de género tiene que ver mucho con una situación de construcción cultural de la masculinidad y la feminidad, pero hay una violencia que afecta a las mujeres como las de Ciudad Juárez en donde el elemento principal es el narco; porque en algún momento se dijo que las chicas que trabajaban en las maquilas, lo que estaban haciendo era cambiar la relación de género; no había mucho empleo para los hombres, había más empleo para las mujeres, las mujeres tenían más dinero, entonces había todo este tema de que mujeres con dinero y jóvenes podrían estar generando este resentimiento en hombres jóvenes desempleados y que quizá por ahí venía la violencia.

Sobre la relación entre derechos sexuales reproductivos y la desigualdad del país, no hay duda que en esta década hemos visto un incremento en la desigualdad como uno de los elementos que no sólo no cesa sino se incrementa a escalas globales. ¿Cómo podríamos entender las inequidades en las que el mundo femenino indígena sigue siendo el espacio de mayor vulnerabilidad y mayor inequidad…

... la mujer indígena, lesbiana, vieja o niña. Hay que tomar en cuenta clase social, pertenencia étnica, edad, orientación sexual. La persona que está más abajo, en el escalón más vulnerable a todas las discriminaciones: a la discriminación por clase social, serían los campesinos; a la discriminación étnica serían los indígenas; a la de edad, las muy viejas o las muy chiquitas; a la de orientación sexual sería quien es lesbiana. Entonces todo esto hay que conjuntarlo para entender esto que tú dices…

… y que finalmente nos habla de la profunda complejidad que enfrentamos, ante la que es notable el rezago de los programas públicos, los cuales siguen atrapados en un pensamiento lineal. Por ejemplo, la idea casi mítica de que cursar mayores grados de escolaridad es la única opción que logra evitar embarazos no deseados o que permite incrementar el ingreso; ideas ante las cuales, cuando se consideran las variables que tú propones, se hace evidente que constituyen una simplificación enorme, que impiden la comprensión de problemas de esta profundidad.

Claro. Retomando el ejemplo, hay que decir que al tema de la subjetividad no se le da importancia; yo sí creo que la educación ayuda, pero una cosa es la educación formal y otra cosa es la educación donde hay una toma de consciencia sobre la construcción de la feminidad, sobre la doble moral, sobre todos estos mandatos culturales que las mujeres reciben y que son reafirmados y reproducidos por los medios masivos de comunicación, y que condicionan muchísimo las condiciones existenciales tanto de hombres como mujeres. La educación puede ser una salida, pero la chica que en la secundaria o en la prepa se embarazó, difícilmente va a poder ir a la universidad, y las universidades no tienen guarderías para las madres estudiantes universitarias. Así, empiezas a ver cómo todo está construido sin tomar en consideración las excepciones, que cada vez son más, de este sector de chicas jóvenes que por sus procesos psíquicos y por influencia del "mandato" cultural dominante, quedan embarazadas en la adolescencia, lo que definitivamente les cambia la vida, a ellas, a sus hijos y al entorno en el que van a vivir. Y ves también cómo, en términos de país, hay un fuerte impacto para la productividad y otros elementos que se vinculan a estas historias personales. Creo que la política pública, aparte de tomar en consideración todas las variables que constituyen a las ciudadanas y a los ciudadanos mexicanos, tiene que tomar en consideración el tema de la subjetividad; debe reconocer que no todas son decisiones racionales, ni todas son opciones elegidas. En ese sentido, debe repensarse qué tipo de programas de comunicación social sería interesante que se desarrollaran, como para poner una serie de focos rojos e ir cambiando estos mandatos culturales y esta valoración de la feminidad y la masculinidad que pueden tener expresiones que van muy en contra del desarrollo integral de los jóvenes en nuestro país.