3 de marzo de 2011

Noé Jitrik: "La relación entre literatura y compromiso político es siempre problemática"

El escritor argentino Noé Jitrik (1928) es autor de numerosos ensayos sobre literatura e historia, teoría y crítica literaria, narraciones, cuentos y novelas. De su vastísima obra 
crítica sobresalen "Procedimiento y mensaje de la novela", "El dominio de la palabra", "La lectura como actividad", "Escritores argentinos, dependencia o libertad", "Lectura y cultura",
"Las contradicciones del modernismo" e "Historia e imaginación literaria". Ha dirigido la 
estupenda obra "Historia crítica de la literatura argentina" compuesta por doce volúmenes, un proyecto de gran relevancia intelectual y editorial que contó con la colaboración de 
numerosos ensayistas de prestigio internacional. En 2009 lanzó "Panorama histórico de la literatura argentina", una mirada completa sobre la literatura nacional, desde la conquista hasta nuestros días, que permite apreciar la constante transformación de la literatura 
argentina a través de tres siglos. Comenzando con autobiografías, relatos de viajeros, crónicas y notas periodísticas, transita luego por los caminos neoclásicos, románticos, gauchescos, naturalistas, historiográficos, modernistas y ultraístas, para concluir con un análisis sobre la producción literaria actual. La aparición de esta valiosa obra motivó la entrevista al autor realizada por Augusto Munaro y publicada por el diario "Los Andes" de Mendoza el 27 de febrero de 2010.


¿Es el libro una versión "condensada" de su monumental "Historia crítica de la literatura argentina? ¿Por qué?

No lo es, aunque no puedo negar que "Historia crítica..." me ha servido y mucho para confeccionar este "Panorama...". Espero que también les sirva a otros que quieran, ya sea escribir o enseñar literatura argentina. En cuanto a "Panorama...", el objetivo que perseguía su redacción era otro: en parte informar a un público general, interesarlo por lo que en doscientos años esta literatura ha obtenido, en parte, también, dar cuenta de un proceso que se vincula de manera excepcional con la historia misma del país. El cumplimiento de tal objetivo exigía un lenguaje diferente del de la "Historia...", más de divulgación, pero sin sacrificar el rigor ni el interés narrativo. Por otra parte, se trataba también de una contribución a lo que puede ser una celebración del Bicentenario, no exaltada ni patriotera, ajustadamente crítica, una propuesta, en suma, de asomarse a un conjunto, un "panorama" atractivo, acercarse a él y desencadenar preguntas y emociones personales.

¿Cuál es la función primordial de un crítico literario? ¿Cuáles son sus mayores responsabilidades?

Por empezar, un crítico literario forma parte de la literatura de la que se ocupa; en ese sentido sus responsabilidades son las de todo escritor aunque sus opciones de escritura van para un lado particular; la diferencia reside en que si un escritor en general toma como punto de partida para producir un texto sus observaciones, experiencias, imágenes, sueños, etcétera, para el crítico el punto de partida son los textos ya escritos. En cierta tradición, la función del crítico consiste en echar luz sobre un texto o asunto literario para mostrar lo que el texto vale o la utilidad que presta, según necesidades sociales a las que debería responder; para otra tradición, su función debe limitarse a "mostrar" lo que no se ve de un texto a simple vista, pero, más convencionalmente, se considera que un crítico sanciona y determina lo que sirve o no sirve, lo que va a quedar o ser borrado, etcétera. No puedo responder por mí mismo, en tanto se me aplica esa categoría porque, si se me considera de ese modo, no es porque yo lo asuma ni proclame sino por una necesidad de clasificar, que es propia de un sistema cultural que no comprende sino lo que encierra bajo una etiqueta. Lo mío es otra cosa: me interesa la literatura y trato de entrar en ella, ya sea reflexionando, ya provocándola, ya imaginándola, ya articulando textos que deseo que interpreten lo que sería lo más propio de ella.

¿Es ocioso imaginarse a la historia de la literatura argentina como un posible sistema de la lengua rioplatense?

No puede considerarse el sistema literario argentino como imperialista respecto de la lengua general rioplatense; la literatura es una de sus manifestaciones y si se la observa desde ese punto de vista será posible comprender rasgos y caracteres de dicha lengua, pero sólo algunos, el sistema de la lengua es mucho más amplio y circula por una diversidad de carriles.

¿Cuáles han sido algunos de los puntos de ruptura decisivos en la literatura argentina? ¿Por qué?

La exposición que propongo en el "Panorama..." está organizada según puntos de ruptura: el romanticismo lo es, así como la gauchesca y el modernismo o el realismo, pero también considero momentos históricos precisos, transiciones de épocas, choques y conflictos de tendencias. Se puede entender por "puntos de ruptura" los textos o propuestas literarias que alteran una economía en el orden temático o sintáctico o lingüístico; por eso, la gauchesca lo es, así como el modernismo y tantos otros; cada uno de ellos es un desafío a lo establecido, un "no va más" de un conjunto de hábitos y una correlativa apertura a una zona expresiva nueva.

¿Qué determina el estilo de un escritor?

Si "el estilo es el hombre", lo que determina el estilo de un escritor es lo que determina una subjetividad; en otras palabras, una confluencia compleja de factores a partir, desde luego, de una personalidad en la que ha incidido la pertenencia a determinado medio cultural, familia o clase, una lengua con sus particularidades, una decisión de escribir que no es fácil de explicar. Todo eso junto confluye en una mano que orienta su imaginario de una manera propia, que puede ser inconfundible, aunque también existe lo que se llama "estilo de época" y aún "estilo nacional", términos que permiten agrupar escritores cuyos estilos personales son diferentes.

¿Qué importancia tiene la obra de Macedonio Fernández en la historia de la literatura nacional?

Mucha. Es uno de sus momentos privilegiados, como lo fue la obra de Echeverría, de Sarmiento, de Hernández, de Florencio Sánchez, de Borges y de, por suerte, algunos más, como Arlt o Girondo. La obra -siempre en proceso- de Macedonio es la ruptura por excelencia; en sus escritos reside virtualmente una posibilidad de ser de la literatura que se irá manifestando gradualmente, y no sólo aquí sino en la cultura literaria occidental misma. Remito al volumen 8 de la "Historia crítica de la literatura argentina", enteramente dedicado a él, exhaustivas incisiones en su revolucionaria obra.

¿Cuáles serían algunos de los elementos recurrentes del discurso narrativo actual, surgido en la última década?

Es tanto lo que se produce que sistematizarlo sería como la biblioteca que imaginó Borges, o sea, una tarea cartográfica equivalente a lo que se produjo. Sólo algunos rasgos generales: un predominio de la historia por sobre el lenguaje, muchas veces con historias muy originales y muy buenas, otras no tanto; sobrevivencia de escrituras de rescate de las virtualidades de la lengua y, en general, una fuerte tendencia a la memoria, sea de épocas nefastas, como la dictadura, sea de la infancia, sea de tiempos felices en los que las parejas retozaban libres e inspiradas y ahora son víctimas de la incomprensión; pálida sobrevivencia de la actitud denuncialista y atracción por lo marginal y peligroso, con caída en lo policial, casi en homología con lo que ocurre en esta sociedad, en la que se multiplican las tensiones y las opciones son a veces tan opuestas que la vida social termina paralizada, al menos por un momento. Creo que eso se advierte en esa costumbre editorial y periodística llamada "premios": no obstante las gruesas sumas de dinero invertidas, consagran flores de un día, efímeras sesiones fotográficas e insulsas entrevistas. Por otro lado, se registra un hecho inusitado por comparación con otras épocas: escritores jóvenes, buenos o no tanto, prontamente reconocidos, con traducciones a otros idiomas, protegidos por representantes, integrados a un santoral de citas y, por último pero no menos importante, ganando de repente buen dinero aunque, como es sabido, la literatura sólo procuraba, y sin duda procura, felicidad amistosa y familiar, o una benéfica complicidad.

Teniendo en cuenta la literatura inglesa y francesa, ¿cree usted que esta última está más emparentada tradicionalmente con la literatura nacional? ¿Por qué?

Desde luego, desde el naturalismo hasta el surrealismo, pasando por el realismo clásico, en la narrativa, incluida la literatura de la denuncia, y en especial en el campo de la poesía, sobre todo en relación, modernamente, con la vanguardia; un escritor justamente celebrado, como Juan José Saer, podría ser entendido en esa tradición; la inglesa en menor medida pero fuerte en escritores como Borges y Bioy Casares, que algo significan para la historia de la literatura nacional, o Girri en la poesía. La revista "Sur" fue un espacio en el que ambas presencias se conjugaban. Pero esa estrella ha empezado a apagarse en las últimas décadas; unos cuantos escritores que tienen ahora cincuenta años, ya maduros, y los más jóvenes que aparecen en escena, siguen más el enfoque narrativo norteamericano (excluyendo a Faulkner, desde luego, que fue tan importante para gente como Onetti o Di Benedetto): historias reconocibles y efectistas, diálogos punzantes, frases cortas, escenificaciones aptas para pasar al cine.

¿Qué autores argentinos ha disfrutado más como lector?

Mis experiencias de lector son múltiples y variadas. Una lectura del "Facundo", por ejemplo, convoca a mi interés analítico; una de Roberto Arlt sacude mi inconsciente; una de Borges, mi perplejidad; una de Hernández, mis posibilidades de conjetura; una de Gálvez, mis sorpresas cuantitativas; una de Di Benedetto, mi admiración económica. Sé que menciono a los indispensables, pero muchos otros textos y autores me han suspendido y han logrado no sólo ponerme en cuestión, admitir que no podría llevar a cabo lo que ellos han hecho, sino entrar incluso en mis sueños. Es el caso de Arturo Cerretani, de Tununa Mercado, de Juan José Saer, de Alberto Vanasco, de César Fernández Moreno. No hace más de dos días, la lectura de poemas de Arturo Carrera me ha puesto en una situación vibrante, gran poesía.

Desde el punto de vista filosófico, y teniendo en cuenta su prolífica obra crítica, ¿se consideraría un estructuralista?

Me parecería un abuso de mi parte considerarme estructuralista: mis contactos con el estructuralismo fueron ocasionales y no muy profundos, nunca fui muy propenso a afiliarme a los clubes teóricos o metodológicos, pero algunos elementos de esa corriente perduran en mi espíritu organizativo; siempre admiré el espíritu de rigor y la inteligencia de algunos planteos me resultó deslumbrante (con mencionar a Lévi-Strauss o a Genette o a Althusser se entiende mi afirmación), pero sin duda me enfrió la ausencia de la poesía en esas brillantes construcciones. De todos modos, hay que decir que el estructuralismo tampoco caló muy hondo entre los intelectuales argentinos que, en general, en el período que va de 1960 hasta la fecha, prefirieron hallarse en el marxismo, en el psicoanálisis, en la semiótica o permanecieron inmunes a todos esos contagios, estructuralismo incluido.

¿Hasta qué punto la conciencia política argentina transformó el lenguaje literario de su país?

No sé muy bien qué es la conciencia política de un país; si eso es el peronismo para algunos, podría decir que mucho no transformó; si es la izquierda, en alguna medida lo problematizó y hasta se podría decir que vino junto con voluntades de ruptura, pero más en el plano temático que en el de la forma, campo en el cual, después de todo, se presentan dilemas básicos para eso que se llama literatura; si es la derecha, tradicional o fundamentalista, se podría decir que toda idea de transformación del lenguaje literario le era -y le es- profundamente ajena. De modo que mi respuesta es que no tengo la menor idea de cómo dicha "conciencia política" puede haber transformado un lenguaje literario. Es claro que en relación con escritores como Rodolfo Walsh o Haroldo Conti o Francisco Urondo, claramente protagonistas en la literatura y en determinado modo de acción política, se tiende a considerar que transformaron un lenguaje. Francamente no lo creo; lo que sí hay que reconocerles es que llevaron determinados conceptos que estaban en sus proyectos literarios a la acción política y ese paso, muchas veces formulado pero en raras ocasiones consumado, tuvo repercusión y trascendencia. La trágica muerte de todos ellos -y otros más en parecida situación- es como un sello puesto sobre la relación siempre problemática entre literatura y compromiso político.