16 de marzo de 2012

Pier Paolo Pasolini: "Ya no hay más seres humanos, sólo extrañas máquinas que se abaten unas contra otras" (7)

Pasolini trató en sus películas un tema fundamental para sus preocupaciones: las crisis de la sociedad en una etapa de cambios. En relación a la tradición judaica y pagana enfrentó la novedad cons­tituida por el cristianismo en "El evangelio según San Mateo". En relación a la cultura griega, decadente y escéptica, en cuyo seno Sófocles concibió su "Edipo Rey" y Eurípides su "Medea", aportó interpretaciones psicoanalíticas y alegóricamente revolucionarias en sus films homónimos. En relación a las burguesías surgidas después de la Segunda Guerra Mundial desa­rrolló su contundente "Teorema". A través de los cuen­tos de Boccaccio pintó a la sociedad italiana del Siglo XIV, una sociedad que empezaba a dar la espalda a la Edad Media y a vivir según el espíritu que caracterizó al Renacimiento, pero ambientado en Napóles como si fuera el mundo moderno, en "El Decamerón". Y en "Pajarracos y pajaritos" ridiculizó los discursos políticos del comunismo soviético y los sermones religiosos de la Iglesia. "En los años '50 -diría- aún sobrevivía una esperanza: la re­novación acaso retórica, la recuperación de la posgue­rra. Con la involución de la sociedad italiana y las sucesivas crisis del marxismo de los años '60 ya nada queda en pie. Solo la desesperación. Esa vital deses­peración que hace que el condenado a muerte ahogue su aullido y que el verdugo grite cada vez más fuerte, con más furia". Así como Pasolini ha­bía sido colaborador de otros directores, en su primer film -"Accattone"- tuvo como asistente de dirección a Bernardo Bertolucci (1941), por entonces futuro gran director, quien recordó aquella experiencia años más tarde: "Desde el primer día, vi cómo se transformaba Pier Paolo. Podía ser unas veces Griffith, otras Lumiére. Su referencia no era el cine, sino los primitivos de Siena y los retablos de altar. Clavaba la cámara frente a los rostros, los cuerpos, las casuchas, los perros callejeros bajo la luz de un sol que a mí me parecía enfermizo y a él le recordaba un fondo dorado. Cada toma se construía frontalmente y para que se transformara en un pequeño tabernáculo de la gloria subproletaria. Día tras día, Pasolini llegó a inventar el cine, con la furia y la naturaleza de quien no puede dejar de apoderarse de su historia, darle nuevos orígenes, beber su esencia como en un sacrificio. Toda una lección para una ideal regla cinematográfica. Es decir, para un cine al mismo nivel de la literatura o la poesía más logradas". Pasolini fue un hombre desesperado por vivir entre los hombres, un ateo que emprendió mediante su obra la búsqueda de Dios en el mundo terrenal. Para muchos, fue un creador advertido de la esterilidad de una cultura que investiga al hombre sin salvarlo, un intelectual obsesionado por desenmas­carar los mecanismos de una sociedad concebida para beneficio de unos pocos. Casi como un testamento, su "Saló o los 120 días de Sodoma" precedió a su asesinato e iluminó sus palabras: "El mundo no me quiere y no lo sabe". Murió cruelmente antes de su estreno, que se produciría tres semanas después. El escritor italiano Paolo Volponi (1924-1994) escribió entonces: "El día siguiente al asesinato de Pasolini, circulaba en las agencias periodísticas y en las redacciones de los diarios una terrible fotografía obtenida en la luz cruda de la mañana apenas encontrado el cuerpo masacrado. Este aparece allí íntegramente (el rostro descompuesto, la cabeza inclinada hacia la derecha), depuesto sobre terrones de la plaza fuera de todo confín. La naturaleza de la relación entre ese cuerpo hundido y esa tierra removida, superaba de inmediato al horror. Nada era casual en el abandono y en todas las heridas del cuerpo, como en la miseria profunda del terreno. Tampoco era casual la presencia de dos policías a los pies de Pasolini, prontos a tomar medidas y a examinar los datos de ese campo. Uno de los dos miraba torvamente sin poder ocultar una sonrisa: una risita picara, de confirmación, que debía nacerle de la conciencia de la normalidad de ese final, tan inevitable como justo, sucedido justamente en cuanto señalado por la trillada y cínica sabiduría de la subcultura y de todos sus trueques y complicidades con la cultura de las instituciones. El mismo sentimiento que movía aquella risa de mal colegial recorrería horas más tarde de modo más articulado y sentencioso la totalidad de los comentarios de los grandes órganos de comunicación sobre el asesinato del bravo y desventurado poeta. El mismo sentimiento habría inducido al Presidente de la República a no expresar una señal de congoja a la pobre madre de Pasolini, ocultando así detrás de la custodia constitucional del prejuicio la suma de un trabajo cultural que ha tratado de enriquecer los treinta años de nuestra débil democracia". Es decir, el poder se vengaba, en la burla o en el silencio, pero con la complicidad de quienes estaban lejos de los ideales de un tiempo pasado. Y acaso, los espacios del crimen eran los mismos de las primeras grandes revelaciones poéticas del artista. En la conversación que mantuvo aquel sábado 1 de noviembre de 1975 con Furio Colombo, casi como un presentimiento, Pasolini le dijo a su entrevistador: "Tú no sabes quién está pensando en matarte ahora. Todos estamos en peligro". Al día siguiente, domingo, el cuerpo sin vida de Pier Paolo Pasolini estaba en el tanatorio de la policía de Roma.


Deja que vuelva a la pregunta inicial. Tú, mágicamente anulas todo. Pero vives de los libros, y necesitas inteligencias que lean. Es decir, consumidores educados del producto intelectual. Tú haces cine y necesitas disponer no sólo de grandes salas (por lo general tienes mucho éxito popular, o sea eres "consumido" ávidamente por tu público) sino también de una gran maquinaria técnica, organizativa, industrial, que hay en medio. ¿Si quitas todo eso, con una especie de mágico monaquismo de tipo paleocatólico y neochino, qué te queda?

A mí me queda todo, o sea, yo mismo, seguir vivo, estar en el mundo, ver, trabajar, comprender. Hay cientos de maneras de contar las historias, de escuchar las lenguas, de reproducir los dialectos, de hacer el teatro de títeres. A los otros les queda mucho más. Pueden plantarse, cultos como yo o ignorantes como yo. El mundo se hace grande, todo pasa a ser nuestro y no tenemos que utilizar ni la Bolsa, ni el consejo de administración, ni la barra de hierro para depredarnos. Mira, en el mundo que muchos de nosotros soñábamos (repito: leer el horario de trenes del año anterior, pero en este caso podemos decir de muchos años antes) estaba el patrón infame con sombrero de copa y los bolsillos llenos a rebosar de dólares y la viuda demacrada que pedía justicia con sus niños. El buen mundo de Brecht, en suma.

Es como decir que sientes nostalgia por aquel mundo.

¡No! Tengo nostalgia de la gente pobre y verdadera que peleaba para derribar a aquel patrón sin convertirse en aquel patrón. Como estaban excluidos de todo, nadie los había colonizado. Yo tengo miedo de estos negros rebeldes, idénticos al patrón, otros saqueadores que quieren todo a toda costa. Esta oscura obstinación en la violencia total no deja ver ya "de qué signo eres". A cualquiera que lleven al hospital al final de su vida le interesa más -si tiene todavía un soplo de vida- lo que tienen que decir los médicos sobre sus posibilidades de vivir que lo que le puedan decir los policías sobre la mecánica del delito. Date cuenta de que yo no hago ni un proceso de intenciones ni me interesa ya la cadena causa-efecto, primero ellos, o primero él, o quién es el jefe-culpable. Me parece que hemos definido lo que tú llamas la "situación". Es como cuando en una ciudad llueve y se desbordan las alcantarillas. El agua sube, es un agua inocente, agua de lluvia; no tiene ni la furia del mar ni la maldad de las corrientes de un río. Pero por la razón que sea no baja sino que sube. Es la misma agua de lluvia de muchos poemitas infantiles y de las musiquillas del "cantando bajo la lluvia". Pero sube y te ahoga. Si hemos llegado a este punto yo digo: no perdamos el tiempo en poner una etiqueta aquí y otra allá. Veamos cómo se desatasca esta maldita bañera, antes que nos ahoguemos todos.

Y tú, por eso, querrías que todos fuesen pastorcillos sin enseñanza obligatoria, ignorantes y felices.

Dicho así sería una estupidez. Pero la llamada enseñanza obligatoria fabrica a la fuerza gladiadores desesperados. La masa se hace más grande, como la desesperación, como la rabia. Admitamos que yo haya tenido una salida de tono (aunque no lo creo). Decidme vosotros otra cosa. Se entiende que añoro la revolución pura y directa de la gente oprimida que tiene el único objetivo de hacerse libre y dueña de sí misma. Se entiende que me imagino que pueda todavía llegar un momento así en la historia italiana y en la del mundo. Lo mejor de lo que pienso podrá hasta inspirarme uno de mis próximos poemas. Pero no lo que sé y lo que veo. Quiero decicon toda franqueza: yo bajo al infierno y sé cosas que no molestan la paz de otros. Pero prestad atención. El infierno está subiendo también entre vosotros. Es verdad que sueña con su uniforme y su justificación (a veces). Pero es también verdad que sus ganas, su necesidad de golpear con la barra de hierro, de agredir, de matar, es fuerte y es general. No será por mucho tiempo la experiencia privada y peligrosa de quien, cómo decirlo, ha tocado “la vida violenta”. No os hagáis ilusiones. Y vosotros, con la escuela, la televisión, vuestros periódicos pacatos, vosotros sois los grandes conservadores de este orden horrendo basado en la idea de poseer y en la idea de destruir. Dichosos vosotros que os quedáis tan felices cuando podéis poner una etiqueta apropiada al crimen. A mí esta me parece otra de las muchas operaciones de la cultura de masa. Como no podemos impedir que pasen ciertas cosas, nos tranquilizamos encasillándolas.

Pero abolir tiene que decir a la fuerza crear, si no tú también eres un destructor. Los libros por ejemplo, ¿qué será de ellos? No quiero hacer el papel de quien se angustia más por la cultura que por la gente. Pero esta gente salvada, en tu visión de un mundo diferente, ya no puede ser primitiva (ésta es una acusación frecuente que te hacen) y si no queremos utilizar la represión "más avanzada"...

Que me da escalofríos.

Si no queremos utilizar frases hechas, una indicación tiene sin embargo que existir. Por ejemplo, en la ciencia ficción, como en el nazismo, se queman siempre los libros como gesto inicial de exterminio. Cerradas las escuelas, clausurada la televisión, ¿cómo animas tu Belén?

Creo haberme ya explicado con Moravia. Cerrar, en mi lenguaje, quiere decir cambiar. Cambiar pero de modo tan drástico y desesperado como drástica y desesperada es la situación. Lo que impide un verdadero debate con Moravia, pero sobre todo con Firpo, por ejemplo, es que parecemos personas que no ven la misma escena, que no conocen la misma gente, que no escuchan las mismas voces. Para ustedes una cosa ocurre cuando es una crónica, hecha, maquetada, editada y titulada. ¿Pero qué hay debajo? Aquí falta el cirujano que tiene el coraje de examinar el tejido y de decir: señores, esto es cáncer, no una cosita benigna. ¿Qué es el cáncer? Es una cosa que cambia todas las células, que las hace crecer todas de forma enloquecida, fuera de cualquier lógica precedente. ¿Es un nostálgico el enfermo que sueña con la salud que tenía antes, aunque antes fuera un estúpido y un desgraciado? Antes del cáncer, digo. Es decir, antes de todo será necesario hacer no sólo un esfuerzo para tener la misma imagen. Yo oigo a los políticos con sus formulismos, todos los políticos, y me vuelvo loco. No saben de qué país están hablando, están tan lejos como la luna. Y los literatos. Y los sociólogos. Y los expertos de todo tipo.

¿Por qué piensas que para ti ciertas cosas están más claras?

No quisiera hablar más de mí, quizás he hablado incluso demasiado. Todos saben que mis experiencias las pago personalmente. Pero están también mis libros y mis películas. Quizás soy yo quien se equivoca. Pero sigo diciendo que estamos todos en peligro.

Si ves la vida así -no se si aceptarás esta pregunta-, ¿cómo piensas evitar el peligro y el riesgo?

Hay puntos que me parecen demasiado absolutos. Deja que lo piense, que los relea. Y dame tiempo para encontrar una conclusión. Tengo una cosa en mente para responder a tu pregunta. Me resulta más fácil escribir que hablar. Te dejo las notas que añada mañana por la mañana.