6 de mayo de 2012

Paula Sibilia: "En los últimos tiempos se ha desestabilizado el equilibrio entre esencia y apariencia. No sólo podemos cambiar sino que además estamos obligados a cambiar todo el tiempo" (4)

El sujeto moderno, del siglo XIX a los años '60 del siglo XX, tenía su eje en su interior, en ser fiel a su esencia y no variarla a lo largo de su vida. Hoy, el eje se ha desplazado hacia el exterior. El sujeto contemporáneo se construye en función de la mirada de los otros. De la esencia ha pasado a la apariencia. "Los diarios íntimos o las cartas eran un diálogo consigo mismo o con una persona concreta -dice Paula Sibilia-; hoy los blogs, las redes sociales, consisten en la exhibición pública del 'yo'. Y en muchas novelas autor, narrador y protagonista es la misma persona". La introspección, las confesiones, el psicoanálisis intentaban descubrir la esencia de uno mismo y sus fuerzas oscuras. Según Sibilia, ahora lo importante ha pasado del interior a lo que se ve, al aspecto físico: lo que otros pueden ver es lo que nos define. Mientras el "yo" burgués del siglo XIX tenía otros recursos, especialmente la cultura letrada, la subjetividad contemporánea necesita desesperadamente la mirada del otro. En una sociedad tan espectacularizada como la actual, la imagen que proyecta el "yo" es el capital más valioso que posee cada sujeto. Hoy, los sujetos se definen menos en función del Estado y más en relación con corporaciones sostenidas en el mercado global. Los ciudadanos han sido reemplazados por consumidores. Las relaciones de poder han sido pulverizadas y se han convertido en redes flexibles y fluctuantes. El nuevo modelo de humanidad, desprovisto de las profundidades del inconsciente, del compromiso social y del peso de la historia, sólo se aferra a valores de mercado. ¿Cuáles son las formas humanas que se desarrollan y se estimulan actualmente? se pregunta la antropóloga argentina. "Una de las respuestas posibles -dice- es simple, aunque sus aristas son sumamente complejas: sin duda, deben ser aquellas modalidades que demuestran una mejor adaptación a los circuitos integrados del capitalismo global, aquellas que la presente formación socio-histórica requiere para poder funcionar correctamente. Es decir: aquellos tipos humanos capaces de propiciar la reproducción opulenta y complaciente de nuestro proyecto socioeconómico y político globalizado, reduciendo lo más posible la producción de 'bugs', evitando la manifestación de fallas y problemas de cualquier índole. Para eso, nada mejor que digitalizarlos: procesar, estimular y aderezar sus cuerpos y subjetividades para tornarlos compatibles con toda la parafernalia teleinformática que hoy comanda el mundo". Lo que sigue es la cuarta y última parte del resumen de entrevistas con la autora de "El hombre postorgánico" y "La intimidad como espectáculo".  


¿Cuál es la especificidad de la mirada antropológica para entender el complejo mundo contemporáneo?

La mirada antropológica puede ser muy rica, porque nos permite entender mejor lo que somos en contraste con otras formas de ser humanos, desarrolladas en otras culturas no occidentales y en otros momentos históricos de nuestra propia tradición. De esa forma, contrastando ciertos aspectos de nuestro mundo con lo que ocurría (o aún ocurre) en otros contextos, resulta más fácil comprender que nuestras verdades no son universales. Al contrario: al suscitar esa extrañeza con respecto a nuestro mundo presente, esas verdades que nos constituyen aparecen como meras construcciones históricas. Por tal motivo, pueden -y yo creo que deben- ser cuestionadas, ya que podrían ser diferentes. O sea: es posible cuestionarlas y cambiarlas. De modo que la mirada antropológica ayuda a "desnaturalizar" ciertas verdades que se cristalizan en el sentido común, poniéndolas en perspectiva y examinándolas como lo que realmente son: poderosas invenciones culturales.

Hace unos años, la mítica revista "Time" puso como personaje del año -en el mismo lugar que ocupó Hitler en 1938- a "usted", o sea a cada una de las personas que se enfrentaran a esa tapa, dando cuenta de lo que significó y significa esto que se llama web 2.0 y que convierte a cada usuario de Internet ya no sólo en consumidor sino en productor o coproductor de contenidos. ¿Cómo interpretar estas novedades? ¿En qué nos estamos convirtiendo?

No sé si tiene respuesta, no hay una respuesta, pero la apuesta, la hipótesis a partir de la cual construyo los argumentos es que estaríamos en una transición, estamos dejando de ser algo, un tipo de sujeto, un sujeto moderno. Cuando digo moderno me refiero al tipo de subjetividad que se ha formado en el mundo y al tipo de cuerpo histórico que se construyó después de las revoluciones burguesas y la revolución industrial, paradigmáticamente en el siglo XIX y en buena parte del siglo XX, por lo menos hasta los años '60, y es lo que yo llamo el sujeto moderno. Todavía estaríamos en eso, en el sujeto moderno; hay continuidades, vivimos en un mundo que tiene mucha continuidad con los siglos XIX y XX, es una sociedad capitalista, industrial. Muchos de los valores continúan: la democracia, el sistema político, etc. A nivel político, económico, sociocultural y moral, la moral burguesa, hay muchas continuidades, pero creo que hay diferencias importantes que se empezaron a gestar a partir de los años '60. Me parece que, en muchos sentidos, estamos dejando de ser modernos y nos estaríamos transformando en otra cosa.

¿En sujetos sin intimidad, que necesitan que sus hijos vean las fotos que les tomaron de pequeños para poder compartir esos momentos con ellos?

Yo lo que identifico son rupturas. Creo que estamos en una transición hacia otra cosa. Si pensamos el sujeto moderno como lo que algunos autores llaman el "homo psicologicus", o sea ese sujeto que se constituye, se piensa a sí mismo y a los demás como un cuerpo maquínico, una máquina, comparable a un reloj, tanto como deseo, con el deseo de funcionar bien como una máquina, como también como fantasma, como miedo, el miedo de mecanizarse, el miedo de desespiritualizarse. El cuerpo como una máquina, ése sería un elemento importante en el sujeto moderno, y habitado por una entidad misteriosa que puede ser llamada alma, conciencia, inconsciente, psiquismo, espíritu, en fin, todas las definiciones posibles de esa entidad, y que una versión laica y compatible con el siglo XIX y XX del mundo moderno sería la interioridad. Eso es lo que está cambiando. Básicamente lo que yo veo es un desplazamiento del eje en torno del cual nos constituimos como sujetos. Ese eje que estaba dentro de uno mismo se desplaza más hacia lo visible, no solamente hacia el aspecto corporal, hacia lo que se ve, el "look", el cuerpo físico, la apariencia, el estilo, la forma corporal, sino también lo podríamos llamar la "performance", lo que se ve de lo que somos, todo lo que se ve pasa a definir lo que uno es. Entonces hay que saber manejar esas herramientas, hay que tener habilidad para mostrar quiénes somos. El comportamiento visible y la apariencia son dos ejes, eso explicaría el éxito de las redes sociales y los "reality shows". Estar todo el tiempo conectados, que nos vean, y con eso se confirma que existimos. Ese sería el indicio de un desplazamiento de este eje en torno del cual nos construimos, ése sería a su vez indicio de que ya no somos más ese tipo de sujeto.

¿Podemos hablar de una devaluación de la experiencia en tanto tránsito transformador?

Por lo menos de la experiencia interiorizada, porque de la experiencia que se ve, la visible, eso es fundamental, que nos vean haciendo algo. Ya no se trata sólo de ser alguien o de hacer algo, sino de performar eso que hacemos y eso que somos. Obviamente el contacto con otros es importante todavía ahora, somos seres sociales y porque eso forma parte de la definición antropológica del ser humano. Sin embargo, el uno mismo del sujeto moderno era tan grande, tan inflado, tan monstruoso, en cierto sentido, que uno podía sobrevivir aunque uno tuviera al mundo en contra y nadie lo mirara; ahora la mirada del otro es importante para garantizar que existo: la visibilidad se transformó en un requisito para la existencia. El otro tiene que apoyarme con su comentario, con su "me gusta", con ser seguidor, seguirme en el Twitter. En ese sentido las redes sociales serían un indicio de este cambio.

Es por lo menos sintomático que solamente haya posibilidad, al menos en Facebook, de decir "me gusta" y no decir "no me gusta". ¿Tiene alguna reflexión al respecto?

Del botón "me gusta" se puede hacer toda una filosofía, porque además es cuantitativo, cuántas veces se puede apretar el botón de "me gusta". Me puede gustar de diferentes formas, a cuánta gente le gustó, lo que importa es eso, es muy parecido al "rating". No hay tampoco matices, me gusta por esto, por lo otro, me gusta menos, más, es "rating". En ese sentido Twitter es menos cínico que Facebook. En Facebook son amigos, en Twitter son seguidores, claramente es eso, es un público, una audiencia. Hay un concepto que uso en "La intimidad como espectáculo" que es la idea de personaje, que surge porque lo que se construye en las redes sociales, incluso en los "reality shows" -porque obviamente esta lógica traspasa Internet, Internet está cerrada, pero pasó a formar parte de las reglas de juego en la cotidianidad-, es un personaje. Está la idea de perfil: un personaje del yo.

¿Una ficción del yo?

No pasa por la diferencia entre realidad y ficción, entre máscara y realidad, o auténtico y falso. Muchas veces se ponen estas diferencias, se dice que en Internet se miente, se construye un personaje que no es real, pero creo que no pasa por ahí, no me parece interesante explorar esa veta; tanto es así que la idea de "reality show" ya explora eso, es realidad y show al mismo tiempo. La idea de personaje remite a alguien que está siempre a la vista, tiene que tener público, tiene que tener lectores, tiene que tener alguien mirando. En el momento en el que no hay nadie mirando el personaje deja de existir, entonces sólo existe cuando es mirado. Probablemente nos estamos convirtiendo en personajes, personajes y audiovisuales. No somos personajes de novela, de novela decimonónica, que habla de la interioridad, una novela psicológica, de sentimientos, de sensaciones, de emociones, en este caso no, el personaje es visible, es un personaje cinematográfico.

Que tiene que ser creíble o simplemente "vistoso"...

Hay todo un énfasis en la autenticidad. Hay que ser singular, especial, se tiene que ser uno mismo. Es algo que viene de los años '60. A partir de los años '60 se convierte en un derecho, todos podemos ser auténticos, únicos, singulares.

Pero, ¿actuamos o somos?

Hay una contradicción aparente: por un lado, la era de la autenticidad y, por el otro, la era de la performance. Hay que parecer auténtico, porque no se trata solamente de ser auténtico, porque el ser tiene que ver con la esencia y con este sujeto interiorizado que estamos dejando de ser: la esencia, el ser, la permanencia, la estabilidad del yo, ser igual a uno mismo, idéntico a uno mismo. Todo este vocabulario tiene que ver con esa otra forma de subjetividad que estaríamos abandonando. Sin embargo esto permanece, la idea de auténtico. Cuando vemos esta demanda y deseo de autenticidad, no hay referencia a esa esencia interiorizada, sino a un parecer auténtico. Es muy paradójico. ¿Cómo parecer auténtico? Es una autenticidad performática, si se finge lo suficiente que uno es auténtico entonces se es auténtico.

Lo esencial ya no es invisible a los ojos.

Uno de los factores constitutivos de la subjetividad que se desestabilizó es este equilibrio entre esencia y apariencia. La idea de que hay una belleza interior, que las apariencias engañan, bueno, todo eso estaría quedando anticuado y formaría parte de ese paradigma que estamos abandonando. ¿Qué autenticidad es esa que está tan presente en estos días? Incluso en los "reality shows" gana el que es más auténtico.

En más de una oportunidad habló de la década del '60 como punto inicial para advertir los cambios en la subjetividad. ¿Por qué?

Porque es entonces cuando se empieza a ver el valor y la posibilidad de cambiar, esa estabilidad que tenía el sujeto moderno de ser fiel a sí mismo y a lo largo de toda la vida y no poder mentir, no poder fingir. Fingir está mal visto, incluso el maquillaje, el simular. Había una creencia en el valor de la esencia. Ahora, en el último tiempo, nuestra moral cambió mucho en ese sentido; no sólo podemos cambiar sino que además estamos obligados a cambiar todo el tiempo, hay que actualizarse, reciclarse, no dejarse estar. Esos cambios serían considerados no sólo técnicamente imposibles en la era moderna, sino también moralmente imposibles, por ejemplo el cambio de sexo. No estoy hablando de cambio de sexo en el sentido de pasar de uno a otro solamente. Sin llegar a ese extremo, hablo de las cirugías plásticas, también cambiar el pelo, el color, y no sólo de cambios del tipo físico. También se habilitan a partir de los '60 cambios de marido, de profesión, de orientación sexual, en fin, hay una serie de cambios posibles y permitidos no sólo moralmente sino también estimulados: todo el tiempo tendríamos que cambiar. En ese sentido "estar" es mucho más definidor de lo que somos que el "ser".

¿Advierte alguna forma de resistencia frente a este cambio de eje, frente al final de la intimidad?

Hay resistencias conservadoras que tienen que ver con no conectarse a Internet. Pero me resultan banales y no creo que duren. Tratar de identificar fuerzas más complejas que están operando ahí y construyendo sentido también es una forma de resistir. No se trata sólo del fin de la intimidad sino también de cómo influyen lo que puede verse con el fruto de conquistas: avances tecnológicos, conquistas de valores, de moral, políticas, dentro de las cuales la más importante es el valor de la mujer; creo que eso es innegable, la situación de la mujer antes de los años '60 y su situación ahora, a nivel de libertades individuales y conquistas, es obvio, creo que nadie elegiría el "homo psicologicus", porque estábamos excluidas de eso. Yo cito mucho la obra de Virginia Woolf "El cuarto propio" para intentar pensar lo que pasa ahora. En la década del '20 ella hace una defensa del derecho al cuarto propio, o sea a la privacidad, para poder ser alguien; que las mujeres tuvieran derecho a la subjetividad para poder ser un sujeto moderno. Un sujeto dotado de una interioridad, que constituye su esencia y que, por lo tanto, necesita silencio y soledad para poder interpretarse, elaborarse, en última instancia, construir una obra, pero incluso para ser alguien, a tener derecho a la subjetividad. Hoy en día, si pensamos en esos términos, por lo menos buena parte de las mujeres ya tenemos derecho al cuarto propio, no tenemos que pelear por eso. ¿Cuál sería un tipo de demanda comparable a ésa hoy en día? En el principio de siglo XXI, para poder ser alguien no se necesitan paredes, silencio, soledad, encerrarse; yo creo que hoy en día esa demanda sería tener acceso a Internet, en un sentido amplio, no solamente acceso físico.

Nos preguntábamos en qué nos convertimos pero, ¿de quiénes hablamos en ese plural?

La clase media y alta de los centros urbanos, algunos más y otros menos. Pensando mucho en protestas, revueltas y revoluciones que, en buena medida, son por no poder formar parte de esto, no poder formar parte de este mundo multicolor, de las maravillas del "marketing", como dice Deleuze, que se promete para todos pero claramente es para el consumidor y no para el ciudadano.