24 de agosto de 2012

Conversaciones (L). Quino - Miguel Rep. Sobre cómo fue la historia (2)

Desde aquel 25 de junio de 1973 cuando se publicó la última tira, Mafalda no hizo más que acrecentar su condición de mito. Para el periodista e historiador argentino Rogelio García Lupo (1931) esto puede explicarse porque el personaje de Quino está respaldado "por un discurso ético de sugestiva actualidad. El dedito admonitorio de Mafalda, señalando sin piedad a la sociedad argentina, al cabo de las décadas ha resultado la mejor acusación, en tiempo real, de un país inmóvil en sus errores y sus angustias". "Quino -agrega García Lupo- ha resultado el más filosófico de nuestros humoristas, tan alejado de la banalidad del humor corriente como del pesimismo, siempre inclinado a la ternura y a esperar contra toda esperanza". Durante algo más de una década, Mafalda y sus amigos (Felipe, Manolito y Susanita aparecieron a lo largo de 1965; Miguelito en 1966; Guille -el hermanito- en 1968, y Libertad en 1970) establecieron -dice el periodista, guionista de historietas y escritor argentino Juan Sasturain (1945)- "una complicidad inédita con lectores avisados, cómplices en un juego con código propio: la historieta con chicos que no es para chicos porque habla (también) de otra cosa". Las tiras de "Mafalda" son -señala Sasturain-, "además de una dilatada muestra de humor de rarísima perfección, una obra maestra fechada, una enciclopedia: el pensamiento vivo, temores, ilusiones, conflictos y opiniones de la clase media urbana en vísperas de la tragedia argentina que la diezmaría primero y la desclasaría después". A partir de 1973, Quino publicó varios libros de historietas humorísticas, entre ellos "A mi no me grite", "Bien, gracias, ¿y usted?", "Déjenme inventar", "Quinoterapia", "Gente en su sitio", "Potentes, prepotentes e impotentes", "Humano se nace" y "¡Qué presente impresentable!", libros en los que, al decir de Rep, "el Maestro destila su mirada definitiva sobre el mundo, filosóficamente, técnicamente, y autoralmente". Miguel Rep, gran humorista gráfico argentino, creador de los populares personajes Lukas, Auxilio y el Culpo, y autor entre otros de los libros "La grandeza y la chiqueza", "Crash, bang, Rep...", "Gaspar el revolú", "El sexo después de, la muerte (y otros placeres)", "El Zebra", "Auxilio, vamos a nacer" y "Platinum Plus (dibujos sobre esa gente)", considera que "Quino ha creado un clásico, muy a su pesar, y se llama Mafalda. Si bien lo ha generado para lectores de su tiempo, su vigencia indica que estamos ante una obra de la envergadura, de lo mejor del boom latinoamericano de su tiempo. Perdura, perdurará como Borges, como García Márquez, como los Beatles y Bach". Lo que sigue es la segunda parte de la conversación que el diario "Página/12" publicó en su edición del 29 de julio de 2012 a los pocos días del octogésimo cumpleaños de Quino.



R: ¿"Mafalda" significó la tranquilidad del trabajo fijo?

Q: No, porque el trabajo fijo ya lo tenía antes con las páginas de humor. Antes de "Mafalda" llevaba unos once años publicando, así que estaba tranquilo con eso...

R: Y continuó con esas páginas mientras hacía "Mafalda"...

Q: Sí, era una locura. Pregúntenle a Alicia, nunca sabíamos cuándo podíamos salir de vacaciones. Yo siempre viví obsesionado con la entrega. Hasta el sexo conocí muy tarde por la puta obsesión de ser dibujante y publicar...

R: Ser dibujante es una renuncia a vivir. Aunque ahora debe ser más fácil.

Q: Bueno, ahora los chicos hacen sus blogs. Publican ahí sus ideas y no los jode nadie. Bah, tampoco les paga nadie.

R: Antes dependías de que una revista te aceptara, y no era que te salvabas. Todas las semanas rendías examen.

Q: Con las primeras páginas que publiqué metí la pata. Dibujé un torero que había matado a un toro y estaba con la montera puesta. Un lector mandó una carta tratándome de bruto, cómo no sabía que el torero dedica el toro a alguien antes de matarlo y le arroja la montera. Eso me marcó. Por eso después me transformé en un obsesivo de la documentación.

R: Es que el lector cuando se ensaña puede ser tremendo. Te está diciendo: "sos un bruto, te voy a seguir con la lupa".

Q: Yo creo que Oski era el más documentado de todos...

R: Pero no hacía chistes para el gran público...

Q: Tenía "Amarroto"...

R: Pero no necesitaba documentación para eso, eran cuatro personajes, un delirio. En cambio, usted es un dibujante casi realista. No hay otro caso. Después vino la escuela de Crist y Fontanarrosa, que se cagaron en todo. No se documentan nada, no les importa si el arma que dibujan puede funcionar o no...

Q: Pero Crist de armas algo conoce...

R: Yo no sé si funcionan sus armas, eh. En Oski funcionan, en Mordillo también, en Quino funciona todo. Pero en Fontanarrosa no funciona nada..., ¡ni un vaso funciona!

Q: Recuerdo que para dibujar una máquina de cortar fiambres me iba a verla al almacén. No me salía, y Crist me decía que la inventara. Pero le intentaba explicar que no tengo imaginación para inventar eso.

R: Los que tenían la manía de la documentación eran los dibujantes de historieta realista. Por ejemplo, Pratt se documentaba...

Q: Pratt tenía una mina que le dibujaba las locomotoras.

R: Se llamaba Gisela Dexter.

Q: Era una minifaldera.

R: ¿Conoció a Pratt y sus legendarias borracheras?

Q: A Pratt lo conocí, pero esa clase de noches las tuve con Jaime Dávalos, por el lado del folklore. Después de que hacía mi entrega en "Democracia", que estaba en el edificio Atlas, al lado del Bajo, terminábamos en un bar que había en Córdoba y Reconquista.

R: ¿Por qué Dávalos? ¿Venía por el lado de Brascó, que era amigo de Ariel Ramírez?

Q: Claro, vivía en una casa donde había varios dibujantes, como uno que se llamaba Benicio Núñez. Era un tipazo, un indio con una edad incalculable, que una vez lo despertó a Juan Fresán mintiendo: "¡Se murió Picasso, ya podemos estar tranquilos!".

R: ¿Qué hacían con Dávalos? ¿Chupar y mirar minas? ¿Escuchar folklore?

Q: Claro. Y también aparecían estos poetas salteños...

R: ¿El Cuchi Leguizamón no aparecía?

Q: No, pero me hubiese gustado, porque me gustaba mucho lo que hacía. El que aparecía era Tejada Gómez, esa gente.

R: ¿Lo que sería el folklore de proyección?

Q: No, ésos vinieron después. Son los que asfaltaron el Camino del Indio, como dijo Atahualpa Yupanqui.

R: ¿Y a Yupanqui no lo conoció?

Q: Lo conocí, pero en París. Como el chiste de Crist, el de un gaucho con una guitarra que anuncia: "Voy a hacer una cosa de don Atahualpa, irme de la Argentina".

R.: En algún momento dejó las revistas de humor y pasó a publicar sus chistes en revistas de actualidad.

Q.: Sí, lo elegí porque mi humor siempre tuvo poco que ver con lo que se estaba haciendo en la Argentina. Se hacían chistes sobre las suegras y la oficina, cosas que en Mendoza no había. Bueno, gente que trabajaba en oficinas siempre hubo, pero yo no frecuentaba ese mundo. Mi padre trabajaba en una tienda que se llamaba A la Ciudad de Buenos Aires. Cada piso tenía un rubro, y mi papá era el jefe del bazar.

R.: Usted es un renovador del humor argentino. Mientras dibujantes como Calé miraban sólo hacia adentro, usted miraba hacia afuera.

Q: Calé siempre me decía eso: "Pibe, vos siempre estás en la vereda de enfrente. ¿Qué tiene que ver lo que vos hacés con la Argentina?".

R: Le hubiese dicho lo mismo a Copi.

Q: Copi era más joven, pero era mucho más culto que yo. Yo lo veía como un revolucionario estético. Era un distinto. Ser homosexual, además, en esa época...

R: ¿Como llevaba esa homosexualidad? ¿Hablaban abiertamente de eso o lo ocultaban?

Q: ¿Vos sabés que no me acuerdo? Uno sabía que Copi era homosexual, pero nadie hablaba de eso. Era como ser judío entonces, nadie se hacía esos planteos, no importaba demasiado.

R: ¿No importaba ser homosexual?

Q: Copi nunca se preocupó por serlo, y además no era un tabú.

R: ¿Y usted qué pensaba?

Q: Qué sé yo, viniendo de familia andaluza no era para escandalizarse o andar descubriendo la pólvora. Todos sabíamos de García Lorca y Manuel de Molina. Mi padre amaba a Manuel de Molina.

R: ¿Cuándo se conocen con Copi?

Q: En "Tía Vicenta", donde también publicaba otro distinto como Kalondi, que era un petardista del carajo. Una vez me preguntó qué me había parecido la exposición de Fulanito, y yo le dije que me había gustado mucho. "¿No le vas a encontrar ningún defecto?", se quejó.

R: Era demasiado sincero.

Q: Sí, y además vivía con la culpa de que su viejo tenía guita...

R: Mientras usted peleaba el mango.

Q: Sí, yo publicaba entonces en seis revistas al mismo tiempo. La locura de siempre.

R: Siempre dijo que tenía miedo de que alguna vez no se le ocurriese nada...

Q: Es un terror que uno siempre tiene. Lo más angustioso que me acuerdo fue una vez que nos fuimos de vacaciones al Uruguay, a La Paloma. Tenía que mandar "Mafalda" a "Siete Días" y no se me ocurría nada. Pasé una angustia espantosa esos días ahí.

R: ¿Cómo lo solucionó?

Q: Hice una tira que no me gustaba nada, que después mirándola no te das cuenta si es mejor o peor que otras. Pero en el momento la entregué con mucha vergüenza. Porque uno a veces entrega con vergüenza. Y otras veces uno tiene una idea con la que se entusiasma, y está esperando que salga para ver qué te dicen los amigos, y nadie te dice nada de nada.

R: ¿Cuál fue esa "Mafalda" que entregó con vergüenza?

Q: Una en que Manolito descubre que los ratones le están comiendo un queso.

R.: Sufrió la censura desde el comienzo de su carrera, ¿no? La misma de todos sus colegas: ni religión, ni política, ni sexo. Al menos en las revistas de humor.

Q.: Yo hice una página contra Franco en "Tía Vicenta" que me alegré mucho cuando salió. Eran cinco dibujos, de la época en que el eslogan de Franco era "Caudillo de España por la gracia de Dios". Y en uno de los dibujos aparecía un hombre mirando el afiche en la calle y decía: "Señor, ¿no te parece que, como gracia, ya está bueno?". Landrú me lo publicó, pero eso era una rareza.

R.: Sin embargo, pasar de las revistas de humor hacia las de actualidad no significó que desaparecieran todas las barreras.

Q.: No. Recuerdo a Jorge Urbano, un director interino de "Panorama" al que lo inquietó una página en la que pasaba desfilando una banda militar, y después pasaba silbando un caballo de los de la banda. Me dijo que esa página no se podía publicar, porque los militares no sé qué. También sufrí la censura en "Siete Días", cuando mandaba mis dibujos desde Italia. Cuando tocaba temas de sexo, yo veía que no salían. El problema con la censura era que no estaba claro qué se podía hacer y qué no. En Brasil por lo menos había censores. Ziraldo me mostró una vez cómo le devolvían los chistes que mandaba, con una cruz roja encima prohibiéndolos. Pero acá nadie te decía nada. Así que uno se autocensuraba, porque si no te lo van a publicar, para qué lo vas a dibujar.

R.: ¿Qué fue lo peor de todo que alguna vez sucedió con sus dibujos?

Q.: Lo peor llegó después de que hubiese abandonado Argentina, huyendo de la violencia de los años '70. Yo me fui en marzo del '76. En junio mataron a cinco curas palotinos y dejaron encima de sus cuerpos el poster del palito de abollar ideologías. Cuando vi por primera vez esas fotos publicadas mucho después de que se hubiesen ido los militares, creo que en "Página/12", fue algo que me impresionó muchísimo.

R: Es horrible que sus dibujos estén asociados a una muerte de ese tipo.

Q: No fue la única vez. También sucedió luego del asalto de un banco por parte de la FAL, en el que murió un policía. Tiraron como volante una página mía que había salido en "Primera Plana" en la que aparecía un tablero de ajedrez en el que las piezas eran personajes humanos. De un lado había obreros y del otro los ricos, y aunque los obreros eran más el texto decía: "Juegan las negras y hacen mate cuando les da la gana".

R.: Contó una vez que, cuando dibujaba regularmente sus chistes, podía llegar a cargar con una idea durante años.

Q.: Sí. La guardaba sabiendo que servía, pero que no le había encontrado final. Muchas de esas ideas quedaron sin terminar.

R: ¿No tiene la fantasía de dibujarlas alguna vez?

Q: ¿Ahora? Es que, como estoy viendo tan mal, pensar en eso me jode mucho. No veo bien lo que dibujo. Antes para dibujar un ojo, que es un puntito de mierda, borraba diez mil veces. Qué cosa eso de los ojos, en el dibujo es nada más que un puntito, pero uno se da cuenta cuándo funciona y cuándo no...

R: ¿Cómo es ahora dibujar? ¿Qué se ve?

Q: Se ve como el culo, así se ve. No veo los límites del papel, tengo que poner en la mesa de dibujo un paño oscuro y pongo el papel arriba, porque si no, no puedo ver los límites.

R: ¿Dibuja de memoria?

Q: Escribir de memoria puedo, pero dibujar no.

R: ¿Así que existe la posibilidad de que nunca más pueda dibujar?

Q: No lo sé. Cada tanto me pongo a dibujar, no quiero dejar de hacerlo. Pero le rajo al tema. Soy como un tenor que tiene problemas en las cuerdas vocales. Se pone a cantar y escucha que le está saliendo como el culo.

R: ¿Y la cabeza sigue imaginando chistes?

Q: No, me he autocensurado.

R: ¿Ya no tiene ese cuaderno al lado de la cama, para anotar las ideas que se le ocurren cuando sueña?

Q: Las ideas que soñé siempre fueron muy malas, nunca me sirvieron para nada. El cuaderno era para anotar esas ideas que uno se pone a pensar antes de irse a dormir, como le sucede a todo el mundo. Ya no las anoto. Ahora me las quedo para mí.