13 de enero de 2013

Elena Poniatowska: "La literatura latinoamericana debería documentar lo que sucede en América Latina, porque para ser provechosamente universal hay que ser también nacional, hablar del propio país, hablar de las propias cosas"

Tina Modotti (1896-1942) nació en Udine, una pequeña ciudad en el norte de Italia cercana a Trieste, el puerto del Mar Adriático, en el seno de una familia de bajos recursos económicos. A los doce años comenzó a trabajar como obrera en una fábrica textil y a los dieciséis se convirtió en otro de los tantos inmigrantes harapientos y miserables que viajaron a Estados Unidos escapándole a la pobreza de su tierra natal. Allí se encontró con su padre, que se había instalado en San Francisco unos años antes, y se empleó en una gran tienda de ropa trabajando como costurera, aunque pronto pasó a ser modelo. Su belleza y desenfado llamaría la atención del pintor y poeta franco-canadiense Roubaix de l'Abrie Richey (1890-1922) quien, además de casarse con ella, la llevaría a vincularse con los estudios de Hollywood para actuar en varias películas mudas y a relacionarse con personalidades del mundo artístico. Su vida daría un primer giro importante en 1921 cuando conoció al innovador fotógrafo estadounidense Edward Weston (1886-1958) quien la introdujo en los vericuetos del arte de la fotografía. Radicada en el México posrevolucionario, pronto se convierte en artista, fotografiando los paisajes de ese país, primero, para volcarse de lleno después a retratar los sectores más empobrecidos de la sociedad. Sus fotografías, de vocación testimonial y de marcado compromiso social y político, dieron vida imperecedera a rostros anónimos: obreros, campesinos, mujeres y niños del pueblo mexicano, a su arte y a su folclore, reivindicando sus orígenes prehispánicos. Por entonces conoció y trabó amistad con los grandes pintores de la época, entre ellos José Clemente Orozco (1883-1949), Diego Rivera (1886-1957), David Alfaro Siqueiros (1898-1974) y Frida Kahlo (1907-1954) para los que modeló en numerosas ocasiones. El segundo giro radical en su vida se produjo en 1927 cuando, luego de conocer al muralista Xavier Guerrero (1896-1974), miembro del Comité Central del Partido Comunista Mexicano, se afilió a éste y comenzó a trabajar como editora, colaboradora y fotógrafa de la revista "El Machete", órgano oficial del Partido. Un año después conocería a Julio Antonio Mella (1903-1929), cofundador del Partido Comunista en Cuba, del que sería compañera hasta su asesinato. Allí se produce su quiebre definitivo. En 1930 fue expulsada de México acusada de conspiración, por lo que viajó a Berlín y luego a Moscú, donde se reencontró con Vittorio Vidali (1900-1983), irredento estalinista italiano a quién había conocido en México. Para entonces, Modotti había abandonado la fotografía para convertirse en agente del espionaje soviético en Francia y, tiempo después, en una brigadista internacional sacrificada y humilde que sirvió a los republicanos como cocinera y  enfermera hasta el fin de la Guerra Civil Española. Mantuvo una estrecha amistad con los poetas Antonio Machado (1875-1939), Rafael Alberti (1902-1999) y Miguel Hernández (1910-1942), al tiempo que desarrollaba su actividad entre Madrid, Valencia, Málaga y, finalmente, en la acorralada Barcelona. En 1939 llegó de manera clandestina a México con Vidali y se encontró con un clima político irrespirable. Los ecos de las criminales purgas estalinistas habían llegado a las tierras aztecas dividiendo a los simpatizantes de la Revolución  Bolchevique en dos bandos irreconciliables. La dogmática Modotti se vio envuelta en las flagrantes  contradicciones del llamado "socialismo soviético". El asesinato de León Trotsky (1879-1940) hizo que se distanciara de sus viejas amistades y se sintiera desilusionada. Alfaro Siqueiros había participado en el crimen del dirigente de la IV Internacional y Vidali y,  ella misma quedaron involucrados en el asesinato de Mella ocurrido once años antes. Continuó sin embargo con su actividad política a través de la Alianza Antifascista Giuseppe Garibaldi hasta que, el 5 de enero de 1942, falleció en un taxi, casi olvidada, víctima de un ataque cardíaco. Prematuramente envejecida tras una existencia trepidante, murió pobre y débil, muy triste, sola y decepcionada, y hasta hoy persisten las dudas sobre la verdadera causa de su muerte, atribuida por algunos historiadores a un envenenamiento ordenado por los servicios secretos estalinistas. Los pormenores de esta vida fascinante fueron tomados por la periodista y narradora Elena Poniatowska (1933), nacida en París, Francia, y radicada en México desde 1942, para escribir su monumental novela "Tinísima", una obra que es el recuento interior de una vida en que el arte, la militancia y el amor se disputaron el alma y el cuerpo de una mujer. Poniatowska ofrece un recorrido por todas las etapas de la vida de la Modotti: la liberación sexual en la bohemia de San Francisco, la pasión por la fotografía, el México de los años ’20, la militancia comunista y la inmersión en el estalinismo más rígido, el trabajo en la Guerra Civil española como enfermera y organizadora y el regreso a México. Autora de novelas, cuentos, ensayos y numerosas crónicas y libros de entrevistas, Poniatowska habla sobre sus pasiones literarias y sus obras más reconocidas en el siguiente compilado de entrevistas concedidas a Andrés Cáceres para el diario "Los Andes" del 1 de abril de 2001, a Yinett Polanco para la revista "La Jiribilla" del 23 de febrero de 2007, y a Martín Granovsky para el diario "Página/12" del 9 de diciembre de 2012.


¿Cómo fue su formación literaria? ¿Tuvo una primera influencia europea por haber nacido en París?

Así es. En realidad, los autores que yo leía eran los grandes católicos franceses como Bernanós, Péguy, Jean Guitton, Claudel, Maritain. Después pasé a la literatura mexicana y también norteamericana.

Empezó muy joven con el periodismo.

Sí, a los veinte años recibí la lección del periodismo, que es muy duradera y muy útil. El periodista siempre tiene que estar muy dispuesto a escuchar a los demás. Y por eso ve muchas cosas que otros no ven. Por ejemplo el desmedido afán de protagonismo que tienen los escritores y los intelectuales en México, incluido el mismo Octavio Paz. Vi tanta preocupación o desesperación por aparecer en los diarios y salir como bólidos hacia la fama, que para mí eso fue una lección muy poderosa. Es como cuando uno se quiere emborrachar. La Jesusa, el personaje de "Hasta no verte Jesús mío", decía: "Si usted quiere beber y no caerse, tiene que tomar un limón y una copita de aceite". Y eso es el periodismo: un limón y una copita de aceite, y lo ayuda a uno a tener hacia la fama un cierto desencanto.

Y se le cruzó el periodismo...

Hay un dicho: "Cuando esta víbora pica, no hay remedio en la botica". El periodismo es así. Mis papás me daban una vida como muy de la colonia francesa. En mi casa se hablaba francés. Entonces empecé a descubrir a través del periodismo un país extraordinario. Mediante entrevistas con Alfonso Reyes, con Diego Rivera, con Octavio Paz, con Siqueiros en la cárcel. Cuando uno es muy joven se atreve a todo porque ni cuenta se da. Los entrevisté a través del tiempo. Ahora México es muy inferior a su pasado. Si uno busca la gente, las grandes figuras en el arte, ya no las hay. Se han diluido. Las grandes figuras han querido parecerse -por ejemplo los grandes pintores- a los movimientos europeos. Ya no hay un espíritu de revolución, de locura...

¿Cómo pasó de la situación de periodista a la de escritora?

Bueno, Elena Urrutia me dijo que había un maestro que podía corregir mis notas periodísticas si le llevaba unas galletas y una botella de vino. Le llevé unos artículos a Arreola en 1953 y me dijo: "A mí no me interesa para nada el periodismo". Como todos; el periodismo, ¡qué cochinada! "Eso no me interesa. ¿No tiene usted otra cosa?". Y como tenía un cuentito, que se llamaba "Lilus quipus", se lo pasé y me dijo: "Con éste inicio una colección que se puede llamar 'Los presentes' y le voy a hacer un tiraje de quinientos ejemplares. Usted va a pintar encima los honguitos y para ayudarme en la editorial usted me va a traer sus seis primeros sueldos". El nunca tenía un centavo y con esos seis primeros sueldos publicó a José Emilio Pacheco, "Los días enmascarados" de Carlos Fuentes, etc., e hizo una base de literatura mexicana creo que bastante buena.

Entonces, ¿cuáles son las principales diferencias entre el periodismo y la literatura?

El periodismo es más rápido y eso lleva a cometer algunos errores, porque siempre hay que entregar para que salga el día siguiente y no queda tiempo para pulir. La literatura es un trabajo solitario, pero uno puede allí plantearse todas las dudas que quiera y se puede corregir siempre, de modo que no hay excusas para que no salga bien.

Usted ha dicho: "Tengo el sello, la marca de fuego del periodista como un tatuaje que supongo que nunca va a desaparecer". Si volviese a nacer, ¿ejercería nuevamente esa profesión?

No sé si volvería a hacerlo, pero sí extraño muchísimo la academia, me hubiera gustado ser universitaria, pero estoy muy agradecida con el periodismo, porque aprendí de él. Alguna vez le dije a Juan Soriano -un pintor mexicano- que yo quisiera volver a vivir para volver a hacer las cosas mejores y me dijo: "no te preocupes, que todo lo volverías a hacer, pero peor". Entonces no me hago ilusiones, pero sí extraño la academia porque a mi juicio me hubiera facilitado mucho tener una formación académica, saber investigar, saber leer, saber escoger qué voy a estudiar a lo largo de los años. Siento que me dispersé muchísimo, hice muchos artículos, entrevistas, crónicas sociales que me pedía el jefe de información y en eso me parece que perdí el tiempo. Hoy que tengo menos tiempo, pienso que eso fue mucho tiempo perdido.

¿Cómo se lleva la periodista con la escritora?

Ahora quisiera dedicarme más tiempo a las novelas porque el periodismo exige mucho estar fuera de la casa, muchas interrogaciones, mucho perseguir a los entrevistados, y eso ya no lo quiero hacer. Además, porque siento que ya no me queda tanto tiempo. Quiero, antes de morir, dejar un libro bueno, pero de veras una novela que yo diga, sí, está bien, que yo lo sienta así, porque nunca hice un libro que sienta que está bien.

He leído que "Tinísima" le llevó diez años de trabajo. ¿Qué le demoró tanto, la investigación, la recopilación de datos o la plasmación de la novela?

No; es que yo soy periodista. Me llevó diez años porque nunca suspendí esa actividad ni las conferencias y clases en la Universidad de México. Si me hubiera encerrado a hacer sólo "Tinísima" hubiera demorado mucho menos.

¿Cuánta investigación histórica tiene "Tinísima"?

Muchísimas entrevistas. Es una "chiripada". Yo nunca iba a escribir sobre Tina Modotti. No la conocía. Además mi mamá la odiaba. Me decía: "Tu vas a escribir sobre una comunista". Además nudista, ¿no? Un gran camarógrafo mexicano me pidió que hiciera un guión para una película sobre Tina Modotti. Para hacerlo bien empecé a entrevistar a muchos viejos comunistas. Todos los que la conocieron. Muy conmovedores. Y vi que para ellos Tina había sido un conflicto, porque se enamoraban de ella pero después no supieron defenderla. Los asustaba. Trataban a sus compañeras no como sus sirvientas pero sí como sus auxiliadoras, como si estuvieran limitadas a hacer un café, a hacer la comida, y si eran distintas recibían algunas frases... Uno decía que en el Partido Comunista las mujeres confundían la palabra camarada con la palabra cama. Estaban muy ninguneadas, muy satanizadas. Entonces de repente se quemó la cineteca. La señora Margarita López Portillo, encargada de la cultura, hermana del entonces presidente, a quien le decían la albóndiga de porcelana porque era gordita y rodaba, dijo que ya no había dinero para hacer la película. Yo ya había entrevistado a todos esos comunistas. Estaba conmovida por su entrega, por su espíritu de sacrificio y un poco les había devuelto la vida por lo que ellos habían entregado. Me dolieron, y mucho. Y dije: cómo les voy a fallar. Entonces decidí hacer la novela. Y qué bueno que la hice, porque yo no sabía nada de la Guerra Civil de España, y lo que sabía de la Guerra Civil de España era del otro lado. Mi mamá era una mujer bellísima. ¡Pero bellísima! A mí mamá, cuando iba a España, pues la sacaba a bailar Primo de Rivera. ¡Estaba del otro lado! No del lado de los republicanos. Entonces investigando descubrí yo a los republicanos. Bueno, tampoco sabía yo nada del otro lado, pero descubrí la República.

Uno de sus entrevistados fue Vittorio Vidali, un italiano al servicio de los soviéticos que participó en la Guerra Civil Española como comisario político de Stalin, y quedó sospechado de numerosos asesinatos de dirigentes de izquierda, como el catalán Andreu Nin. Vidali fue una de las parejas de Modotti.

Le pregunté a Vidali si él había matado a Nin y me dijo que no. Bueno, descubrí un mundo de una complejidad bárbara y dolorosa.

¿Tina Modotti también era compleja?

No. Tina era una mujer que desde joven trabajó mucho. Trabajaba en una fábrica. Luego para ella era muy fácil identificarse con la gente de México, y así lo hizo.

Una mujer fuerte. ¿O no?

Claro. Sobre todo en esa época en México. También entrevisté a la segunda mujer de Diego Rivera, Lupe Marín. No era una mujer muy culta pero sí bellísima. Parecía una pantera. Tenía ojos así como de sulfato de cobre. Valle Inclán se enamoró de ella. Ojos azules dentro de esa piel morena. Y muy atrevida. Luchó como loca para que no la fueran a aplastar. Por eso yo quiero después hacer una novela sobre ella.

Otro de sus entrevistados fue David Alfaro Siqueiros, el muralista mexicano que participó en el primer, y fallido, atentado a León Trotsky en México. ¿Lo entrevistó muchas veces?

Muchas veces, sí. Siempre le decía: "¿Entonces por qué no se peina?". Yo decía cualquier cosa. Y él era muy simpático. Me contestaba: "No se preocupe, me peina de vez en cuando el Partido Comunista". Era muy fácil, porque él hablaba. Contaba miles de historias. Como no sabía qué consecuencia política podían tener mis preguntas, yo preguntaba cualquier cosa. Por ejemplo, cómo había podido él participar en el asesinato de Trotsky.

¿Qué le contó Siqueiros de su atentado, el primero contra Trotsky en México? ¿Que falló simplemente porque falló, o que fracasó porque se propuso fracasar?

No me acuerdo lo que me dijo. Me acuerdo de la respuesta de Vittorio Vidali cuando quise saber algo. "¿No es verdad que usted no participó en actos terroristas?", le pregunté. "Me reservo mi respuesta", me contestó.

No mintió.

No quiso mentir y no quiso hablar. Era difícil que a mí no me respondieran nada. No tenía yo ni conocimiento de causa ni mala leche.

¿Preguntaba con cierta candidez?

Había mucha. Yo no sabía nada. Y todavía hoy no sé. Tampoco soy una gente que está informada de muchísimas cosas. No tengo formación académica ninguna. Y bueno, a mí en las entrevistas nunca me han insultado. Las hacía como los norteamericanos: describía la casa, la esposa, la manera en que se trae el café. Y hay perros y hay gatos. Todo lo que uno ve y no sólo lo que dice el entrevistado.

¿Por qué Vittorio Vidali le dijo: "Si tú no haces el libro lo voy a hacer yo"?

Porque él quería que yo fuera mucho más rápida. Antes que regresara de Italia y me pusiera a hacer el libro, me dijo eso. Creo que le removí muchas cosas al preguntarle sobre Tina, porque él escribió el libro "Historia de mujer", en italiano, que es una visión de Tina Modotti, y ahí me cita. Podría haber publicado antes del fin del comunismo en la Unión Soviética, pero salió cuando todo se había derrumbado, porque me demoré también en cotejar fechas para ser lo más exacta posible. Fue muy trabajoso para mí por la investigación y por mi propia desorganización. Regresaba de un viaje y mataba un personaje que estaba vivo porque ya me había olvidado, o resucitaba otros y tenía que volver a leer...

Tratándose de una biografía novelada, lo de las fechas no parece muy importante.

Es que yo trato de dar al lector la información más auténtica posible. Claro que al decir las cosas tal como las veo, ya pasan a ser subjetivas.

¿Por qué esa búsqueda de exactitud?

Pues porque soy periodista. He escrito siempre a partir de la realidad. Es algo que... No sé, supongo que lo traigo adentro. El periodismo, desde que me inicié, fue mi escuela, porque yo estudié en un convento de monjas. Lo único que hacía era rezar, darme golpes de pecho, pedir perdón por haberme comido dos rebanadas de pastel o por haberme comido la de mi compañera que me dijo que me la daba. Puras estupideces.

Se cuenta que luego de que usted escribiera "Tinísima", Octavio Paz le dejó de hablar. ¿Por qué se enojó Octavio Paz?

Se enojó y dejó de hablarme durante diez años. Antes que apareciera mi libro, él publicó en la revista "Vuelta" un artículo que mandó a hacer que se llamaba "Tina Estalinísima", en contra del libro y de Tina. "Yo te dije que no hicieras ese libro -me dijo-, que no te dedicaras a esa mujer". La vio en la Guerra Civil de España, con Elena Garro, y dijo que era la compañera del comisario político Vittorio Vidali, que hizo la defensa de Madrid y que era un hombre siniestro. Y que por lo tanto ella estaba muy ligada a los rusos y a ejecuciones como las de Andrés Nin y Carlos Tresca, que eran dos personas odiadas por el comunismo. Pero yo seguí escribiendo el libro y no me habló más. Decía siempre que yo era una pinche comunista, una cochina comunista y una descastada. Y yo sentí mucho el peso del rechazo, que fue de los ochenta a los noventa. Además, una lo sentía literariamente porque también todo un grupo me rechazaba.

¿Ha sufrido en otras ocasiones situaciones como esta por defender sus ideas desde la izquierda?

Sí, he sufrido represalias, insultos, gente que me deja de hablar, pero finalmente en el último año de vida de Octavio, me invitó a pasar con él su fiesta de fin de año.

Los héroes y heroínas de sus obras son mujeres pobres, ¿no le interesa a Elena, la descendiente de una monarquía europea, escribir sobre sus antepasados?

Ya yo escribí un libro sobre ese tema que se llama "Flor de Lis", pero en general a mí lo que me interesa es lo que no se me parece, lo que no tiene que ver conmigo, porque me gusta mucho descubrir y porque la gente siempre me sorprende. Mi medio social para mí es previsible, puesto que lo conozco.

¿Cómo se siente, siendo mujer, al compartir la convivencia intelectual con Fuentes, Elizondo, Homero Aridjis, Arreola, Paz?

Eso de compartir es un decir, porque siempre sentí que yo era su "achichincle". En México, "achichincle" quiere decir su seguidora, su peor es nada, su correveidile. Por ejemplo, hasta los hombres del Partido Comunista, que estaban creando algo nuevo, no se preocupaban mucho por las mujeres. Siempre decían: "Camarada: agénciese unas tortas; tráigase unos sándwiches", y obligaban a las mujeres a seguir haciendo afuera la tarea que hacían en su casa. Andrés Henestrosa, que es un mexicano maldiciente, decía que las mujeres confundían la palabra camarada con la palabra cama. Yo creo que las mujeres llevaban siempre las de perder.

¿Qué piensa de los cambios que se están produciendo en América Latina?

Ojalá de veras se incline la balanza hacia la izquierda, ha habido cambios que favorecen a América Latina y no estamos tan lejos del ideal de Bolívar que es una América Latina unida. Esto depende mucho de nosotros, porque en general también los escritores lo que quieren es triunfar en los Estados Unidos y no que los traduzcan a algún idioma indígena, sino al inglés.

¿Cuál debería ser hoy el papel de la literatura latinoamericana?

La literatura latinoamericana debería documentar lo que sucede en América Latina, porque para ser provechosamente universal hay que ser también nacional, hablar del propio país, hablar de las propias cosas, no es hacer indigenismo ni costumbrismo, sino de veras dar una visión del país como la dio Gabriel García Márquez, como la dio un gran escritor que merecía más que nadie el Nobel de Literatura: Alejo Carpentier, como la dio Miguel Angel Asturias, que fue muy importante para Guatemala, y como la han dado otros escritores. Es muy importante reflejar en nuestra literatura nuestra realidad y que nos conozcan y nos amen a través del conocimiento que tienen de nosotros.