6 de julio de 2014

El cerebro humano y las neurociencias (o cómo ganar una elección o una guerra) (2)

Aún en sus albores, la neuropolítica se encamina a convertirse en una ciencia capaz de aportar indicios y sugerencias que bien podrían decidir una elección. Hay quienes sostienen que la neuropolítica puede ofrecer mejores oportunidades para conectar y hacer más sólida la relación entre la ciudadanía y sus sistemas de representación democrática. Por el contrario, otras voces alertan sobre su naturaleza antidemocrática al sustraer la autonomía y libertad del elector dado que alimenta sus instintos más subconscientes. El voto, como cualquier otra manifestación de la vida política y pública, debería ser siempre reflexivo. Sin embargo hoy se sabe a ciencia cierta que no hay reflexión sin emoción, que para la toma de decisiones se recurre a intuiciones que requieren mucha menos información de la que habitualmente se cree e incluso que el cerebro bloquea la información racional que podría hacer cambiar de opinión a una persona ya que ésta prefiere las convicciones emocionales o morales a las confirmaciones racionales o epistemológicas. Esto significa, en definitiva, que las personas prefieren escuchar lo que quieren escuchar, leer lo que quieren leer, opinar lo que quieren opinar. Así, el votante no procesa los pros y los contras de cada elección. La toma de decisiones es automática, inconsciente en la mayoría de los casos y está guiada por la emoción. El voto político, naturalmente, no escapa a esta lógica.


En estos procesos del pensamiento para la toma de decisiones son fundamentales las neuronas especulares, aquellas descubiertas por el neurobiólogo italiano Giacomo Rizzolatti (1937) que son responsables de la empatía humana, es decir, las que ayudan a comprender las intenciones de los otros. Esta es la repuesta a la pregunta de por qué algunos votantes dicen que les gusta tal o cual candidato sin tener una razón aparente. Y todavía más: las emociones tienden a anticiparse para definir las decisiones políticas de las personas. Las emociones positivas liberan el camino para el ingreso de mensajes que confirmen las ideas preconcebidas, mientras que las negativas parecen conducir a la reflexión, aunque no modifiquen el sistema de creencias previas. Por más que se diga que lo importante son las ideas, los proyectos, las convicciones, a la hora de votar a quien pretende gobernar una ciudad o un país son los rasgos físicos del candidato los que influyen al valorarlo, ya que los seres humanos hacen juicios a partir de los rostros en fracciones de segundo. Los cerebros están cableados para mirar caras y deducir las intenciones de los demás y, en el caso de la política, los votantes se basan en gran medida en ello para juzgar la madurez del candidato, su firmeza, su estabilidad emocional y, en particular, sus cualidades de liderazgo. Lo curioso -o no tanto- es que los estudios demuestran que las personas menos instruidas (y con más horas de televisión encima) son las que toman decisiones electorales basadas casi exclusivamente en la apariencia de un candidato y no tanto en sus ideas o su prontuario.


Si esto de por sí ya es funesto y peligroso, tanto o más lo es la iniciativa "Brain Research through Advancing Innovative Neurotechnologies" (Investigación del Cerebro a través del Avance de Neurotecnologías Innovadoras) que el gobierno de Estados Unidos acaba de lanzar. Encubierto bajo la humanitaria fachada de ser un proyecto que "quiere acelerar el desarrollo y la aplicación de nuevas tecnologías para permitir a los investigadores obtener un mapa dinámico del cerebro que muestre cómo interactúan los complejos circuitos neuronales", y una manera de desarrollar la tecnología esencial para el tratamiento de enfermedades como el mal de Parkinson, la esquizofrenia, el autismo, el mal de Alzheimer o la epilepsia, el proyecto "BRAIN" (Cerebro) esconde un potencial mucho más sombrío. Como destaca acertadamente la revista científica "The New American", cada vez que está involucrada la Defense Advanced Research Projects Agency (Agencia de Proyectos de Investigación Avanzados de Defensa) se puede contar "con espeluznantes aplicaciones militares como la manipulación mental. Esta misión ha existido desde hace algún tiempo en las salas de los laboratorios de ideas elitistas y parece que empieza a echar raíces".
"Bazofia científica en grande" la calificó un biólogo de la Universidad de California, y esta definición se apoya en los primeros resultados de otro programa similar llamado "Brain waves" (Ondas cerebrales) lanzado por la Royal Society británica en 2010 con el fin de realizar una "investigación multifacética de la identificación de la función orgánica del cerebro y del control potencial sobre la conducta humana". Las conclusiones que se han publicado hasta ahora ilustran claramente cómo ve esta antigua sociedad científica del Reino Unido a las capas inferiores del público a la luz de su estatus de árbitro elitista del destino humano. El desarrollo de las neurociencias llevado adelante por la flor y nata de los "think-tanks" del mundo se presta a aplicaciones en diversas áreas de la política pública como la salud, la educación y la seguridad. De un modo más amplio, el progreso de las neurociencias va a provocar preguntas sobre la personalidad, la identidad, la responsabilidad y la libertad, así como otros temas sociales y éticos asociados. Esto conlleva, ni más ni menos, un serio problema para la autodeterminación y la probable manipulación e incluso degradación de la función cerebral y el proceso de conocimiento. Si se agregan las implicaciones militares y legales, no es difícil imaginar hacia dónde se orientará el mundo en un futuro cercano.


Neurólogos, psicólogos cognitivos y especialistas de la educación de todo el mundo están de acuerdo en que si se aplican correctamente los avances científicos y sus aplicaciones, los impactos de la neurociencia podrían ser altamente benéficos para la sociedad. Sin embargo se han formulado muchas preguntas sobre lo que la neurociencia puede ofrecer a la ley. Por ejemplo, ¿podría cambiar fundamentalmente la neurociencia conceptos de responsabilidad legal? O ¿podrían ciertos aspectos de una persona inculpada ayudar a determinar si corre un riesgo creciente de volver a cometer delitos? ¿Será posible que algún día se utilicen escaneos del cerebro para leer mentes con el objeto de determinar si las personas están diciendo la verdad o si sus recuerdos son falsos? A la luz de la historia, lo que parece seguro es que las grandes potencias del mundo (con Estados Unidos a la cabeza) los van a utilizar primero en el campo militar, luego en el industrial y finalmente en el de la salud. Albert Einstein (1879-1955) dijo alguna vez: "El gran valor de la educación no consiste en atiborrarse de datos sino en preparar al cerebro a pensar por su propia cuenta". Y también: "La vida es muy peligrosa. No por las personas que hacen el mal sino por las que se sientan a ver lo que pasa". Será cuestión de ser prevenidos entonces. Y pensar, claro. Pensar y actuar en consecuencia.